¿Y adonde se fueron?, los destellos de amor y esperanza que prometiste. ¿Dónde están las luces intermitentes que iluminaban el camino por el que me llevaste?
Me mentiste, pequeña, y me dejaste roto hasta los tuetanos; te empezaste en salpicar mi alma de amargura, qué locura.
Si fuera un muerto te daría las gracias, pues sería la pequeña luz de sentirme vivo, pero aquí que vivo, y duele hasta morir.
Qué más da, para esto nací, para ser devorado por tu trampa encarnada en mis labios; en mis manos que destilan miel sobren tu boca.
Si me hubieses avisado, quizá caería por cuenta propia, pues lo saia, sabia que no me querías pero así me entregué en tus fúnebres brazos.
Quitate las máscara ya, ya no hace falta otra mentira; las conozco todas, y el problema es que te creo con todo mi corazón.
Ríete de mi, así al menos pensaré que me tomas en cuenta y que no solo fui una pequeña historia en tu trágica novela.
Adiós, corazón. Estoy roto, y tu no podrás coserme.