-¿A dónde vas?- Me preguntó
-A la luna, y vuelvo- Volví a responder mientras no hacía más que mirar el cielo, había una sonrisa en mis labios, estaba con él, era imposible no sonreír
-¿Puedo ir contigo?- Fueron las próximas palabras que salieron de su boca
Entonces lo miré, lo miré porque nunca antes nadie había querido ir, porque ese viaje siempre lo emprendía sola y porque por primera vez alguien me daba la mano, sin hacer preguntas. Ir a la luna, vaya metáfora, pero él la comprendió, entendió mis sueños, entendió que para mí había un trasfondo, y ese era el de si estaba dispuesto a superar toda clase de obstáculos conmigo, en ese momento estaba prometiendo no marcharse nunca, al menos si uno de los dos lo quería así. Con aquella pregunta estaba prometiendo abrazarme cuando la noche fuera demasiado oscura, yo podía valerme sola, pero aún así quería contar con su apoyo. En aquel instante supe que su brazo estaría ahí para levantarme si hacía falta, o simplemente para brindarse si necesitaba llorar, o dormir, o para tomarme por la cintura mientras bailábamos ¿quién sabe?. Entendió que la próxima vez que me hiciera el amor podía quedarse a dormir, abrazarme toda la noche, deleitarnos juntos en ese momento tan íntimo que todas las parejas han vivido alguna vez, solo que yo lo quería para siempre
-¿Estás seguro?- Volví a preguntar
-No podré ir contigo a luna, pero si prometo darte la mano al caminar en la calle, prometo estar ahí cada mañana cuando abras los ojos, prometo abrazarte cuando sientas miedo, prometo dejar una luz encendida en la noche porque sé que temes a la oscuridad, prometo cocinar tu platillo favorito, prometo verte siempre como una diosa, inalcanzable, porque eso eres, demasiado para este simple mortal, así que respondiendo a tu pregunta si, estoy seguro que quiero una vida contigo, y si no es toda la vida, al menos vayamos a la luna, y a la vuelta, ya podremos hablar de eso