Igual que siempre, sin falta,
como a las ocho y me baño
tras terminar porque hay un día
esperándome para continuar.
No importa si llueve, nieva
o si el sol abraza el paisaje,
mi rutina sigue.
A las doce hago una pausa,
me tomo un café
y desecho lo que no sirve.
Lo único que tengo es esta ventana,
siempre cerrada
y con una grieta que no he podido arreglar.
A través de ella veo
el cambio de día
o el cambio de clima.
Y solo por eso me quedo viéndola
por más de lo que debería.
Pero no la abro, no me atrevo.
Esa grieta podría expandirse
y romperla por completo.