Polos iguales.

¿Coincidencia o... intento de homicidio?

   Me quede un poco pensativa con lo que dijo: "no sabes nada sobre mí". No entendí de dónde vino eso ¿tendrá algún problema?; estupidez aguda por ejemplo, es decir, apenas lo estoy viendo hoy, obviamente no sé nada sobre él; tampoco quiero saber nada al respecto. Una sonrisa divertida se formo en mi rostro "tampoco creo que me lo cuente". Pensé, no es que yo le haya caído del todo bien. Lo mire de reojo, no pude evitar reír. Por lo que veo me gane un enemigo nuevo.

   Al sonar la campana suelto un quejido y salgo rápidamente. Al cruzar la esquina me detengo... hoy es dos... Maldije muy dentro de mí. ¿Debería de ir a la tienda? ¿O a la plaza?... ¿o a otro continente? La última opción sonaba endemoniadamente tentadora. Doy media vuelta, no quiero ir a casa ahora, ni más tarde, ni mañana, ni pasado mañana, ni nunca. Menos en esta semana. Sigo derecho en la dirección contraria a mi casa, la plaza por un momento pareció brillar frente a mis ojos ¡perfecto! ¿Qué mejor que la plaza para huir?

   Huir... la palabra perfecta.

   Me senté en un banco. Saco mi teléfono para ver la hora, es mediodía, en una hora ya debería de volver al trabajo ¿no? Una hora ¿eh? Mire a mí alrededor, esta tan vacía. Vengo para acá seguido y creo que es la primera vez que esta tan sola; aunque es entendible, es decir, es hora del almuerzo y el sol esta insoportable. Hablando del almuerzo ¡tengo mucha hambre!

   El hambre me está matando, para mi suerte cerca de la plaza queda una panadería, en la cual venden unos sándwiches de jamón y queso que ¡Dios! ¡Son la gloria misma! Después de comer miro nuevamente, faltan veinte minutos para la una. Refunfuñe, me estoy derritiendo.

   Los engranajes en mi cabeza empiezan a funcionar, esta mañana no vi a mi padre antes de irme; debe estar furioso. Demonios, no lo quiero ver, pero si no lo veo es peor ¿verdad?...

   ¡Maldición! Prácticamente salgo corriendo, no debo hacerlo enojar, esta semana es la peor del año; debo "portarme bien". El comentario me dio risa ¿a quién engaño?, eso no cambia nada, es verdad que esta semana camino sobre hielo fino, pero ahora que lo pienso ¡siempre camino sobre hielo fino!

   Estoy realmente cansada, no es mucha la distancia desde la plaza a mi casa pero, con el estomago lleno me canso mas, siento que he corrido una eternidad y a penas llevo medio camino. Resople ¡Puto y delicioso sándwich!

   Mi casa apareció en mi campo de visión a lo lejos ¡por fin! El camino se siente más solo que de costumbre ¿mandaron a evacuar la ciudad y no me entere? A mi mente llego la escena de la mañana y un escalofrió recorrió mi columna, la calle está sola y la zona últimamente está más peligrosa que de costumbre. Aceleré el paso.

   Mi bolso vibró, escarbo mi bolso en busca de mi teléfono ¿Quién me escribe a esta hora?, mejor dicho ¿Quién me escribe?, ¿mi padre? Choco con alguien y mi bolso cae al suelo ¡lo que faltaba!

—Lo sien... —dice una voz masculina, interrumpiéndose antes de terminar.

   Al escuchar eso, reacciono.

—Ah, perdón fue mi culpa—antes de terminar la frase me doy cuenta de con quién he tropezado. Mis labios se abren levemente— ¿Parker?—lo apunto sorprendida, vaya que tengo suerte.

   No me respondió, en cambio me regala una linda mirada asesina; no esperaba menos.

— Ten cuidado—masculló—aparte. ¿No te han dicho que apuntar es de mala educación? —me reprocha apartando mi dedo. Rodé los ojos.

— ¿Qué haces aquí?—pregunto molesta, no me culpen, pero odio que me corrijan.

   Se quedo en silencio otra vez ¡Qué mala costumbre!, ¿y se supone que la maleducada soy yo? Bufé.

— ¿Y qué? ¿No piensas entrar?—indagó fastidiado. Enarque una ceja ante su tono, no lo estoy reteniendo.

— ¿Perdón?— me cruce de brazos entre confundida y altanera.

—Es tu casa ¿no? — su brazo se extendió paralelo al suelo, pasando junto a mi rostro. Me giro hacia donde apunta. Si. Es mi casa.

— ¿Como lo sabes?—tartamudee.

—No hay que ser muy listo...—señala la puerta — dice: "Beckett" — responde enarcando una ceja y pronunciando mal mí apellido.

   Abrí la boca para decir algo que, por lo visto olvide. Por lo cual solo asentí lentamente ¿para qué?, no sé solo asentí.

   Chasqueó con la lengua y siguió con su camino de mala gana ¿Qué demonios le pasa? Tiene sangre de chinche, aunque me conmovió que recordara mi apellido. Sonreí, probablemente lo recordó para agregarlo a su lista negra.

   ¿Qué hará por aquí?, ¿vivirá cerca o vendrá a visitar a algún familiar? No recuerdo a algún vecino apellidado Parker; aunque tampoco es que conozca a todos mis vecinos... tal vez haya venido para saber donde vivo ¿estará planeando como asesinarme?... es absurdo, demasiado. Me doy cuenta de que he quedado absorta en mis pensamientos frente a mi casa.

   Me acerco a la puerta y la abro lentamente, está todo oscuro, cierro la puerta detrás de mí para luego comenzar a tocar sensualmente la pared en busca del interruptor, cuando di con él, un crujido nada agradable me sobresalta... oh Dios.

— ¿Dónde estabas?—la gruesa y firme voz de mi padre hace eco en las paredes de la sala. Trague en seco, al parecer rompí el hielo.

—Perdón. Se me hizo tarde— mentí en voz baja, aunque no es del todo falso.

— ¡Dije que en dónde estabas! —alza la voz, golpeando algo (que no pude ver). Cerré los ojos ante el sonido.

—En la plaza— susurré.

— ¿Ah, sí? —Hace énfasis en la primera silaba.

   Asiento lentamente, estoy asustada, me hubiera quedado en la plaza. Maldije a la parte racional de mi cabeza. Se acercó.

— ¿Con quién estabas?—me toma del mentón.

—Sola —tartamudee como pude; mis piernas temblaban y se creó un nudo en mi garganta, sé lo que viene.

— ¡No te creo!—me abofeteó.

   Era de esperarse... sobé mi mejilla.

—Eres igual de puta que tú madre—me mira con asco, escupe para luego tirar la puerta e irse.




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