—Ya pueden salir—anuncia la profesora al sonar el timbre.
—Oh, la primera hora paso rápido—dije para mí misma mientras me estiraba.
En el acto dirijo mi mirada a Larry, el cual está dormido como si nada ¿Cómo eso puede ser normal?, es decir, hace un momento estaba despierto ¿no?
¿Qué le pasa?, estoy consciente de que no tenía nada que decirle pero... ¡Eso es de mala educación!, si se supone que habíamos quedado en hablar ¿Por qué duerme?, además, ¿Cómo es posible que alguien que hace dos segundos estaba hablando, ahora este dormido?; ¡Es ilógico!
— ¡Despierta!—chille mientras lo sacudía, ¿debería matarlo?
Abre los ojos ¡ya era hora! Mira alrededor y se acuesta otra vez. Mi mandíbula amenaza con desprenderse, ¡¿acaso es idiota?! Mañana lo haré tomarse un litro de café. Lo estrujo nuevamente; cosa la cual ignora, este chico en serio me hace enojar.
— ¡Larry, despierta!—exclamo, debería simplemente dejarlo dormir... no, ¡esto se volvió personal!, ¡a mí nadie me ignora!... ¿Qué dije? Se podría decir que soy el ser más invisible del liceo.
—Ya, déjame dormir— se quejó acomodándose, esto me sobrepasa. Puedo sentir mi orgullo bajar a cero.
—Estúpido —refunfuñe y me alejé, claramente molesta.
No saben cuánto me molesta verlo dormir, ¿cómo puede ignorar así a la gente? Después de quejarme un poco, puedo sentir como los engranajes de mi cabeza empiezan a maquinar un plan, ¡así me gusta! Una risa malévola llena mi rostro.
—Vamos a ver si puedes dormir después de esto — susurré.
Me dirijo al baño con una sonrisa y la frente en alto, lleno mi vaso de agua y me regreso al salón, es una idea absurda pero ¡ya que! Ya allí me acerco lentamente a Larry, retiro sus cuadernos del pupitre hasta dejarlo sin nada; excepto la cabezota de Larry. Para luego proceder a vaciar el agua sobre él.
— ¿¡Eh!?— Exclamó parándose de golpe— ¿estás loca? — me ve horrorizado, ¿loca?, ¿yo?, ¿Por qué lo dice? Contuve la risa.
—No es hora de dormir—lo apunto de forma acusadora.
— ¿Cuál es tu problema? —Me reprocha tallándose los ojos.
Ruedo los ojos, siento miles de ojos sobre mi; mirándome con desapruebo o como si estuviera loca ¡o peor!, como si hubiera matado a alguien, ¿Qué tiene de malo despertar a alguien que dormía en el liceo?, digo, el liceo se hizo para estudiar, ¡no para dormir! Además no tienen ningún derecho de reprocharme ya que ninguno me detuvo.
— ¿Qué te pasa? —espeta una voz aparentemente seria.
— ¿Estás loca?...
Ignoro esos estúpidos comentarios, ¡no tiene nada que ver con ellos! Al cabo de unos minutos entra el profesor Eduardo; de ingles, genial. Oídos, prepárense para el verbo to be.
— ¿Quién es ese chico?—se apresura en preguntar, que raro que no dijo "Good morning" o algo así.
— Es el nuevo alumno—responde la "perfecta del salón".
— ¿Alumno nuevo?, no me notificaron de nada—esto es digno de una foto, esa cara de "siempre me dejan de lado" es simplemente memorable.
Por unos segundos el salón se consumió en un silencio incomodo. Me volví hacia la ventana.
— ¿Y qué hace mojado? —Enarca una ceja tras acabar su mini depresión.
—Kendall le echo agua...— ¿Quien dijo eso?
Examine a todos en el aula con la mirada, pero al parecer ya todos me examinaban a mí. ¡Malditos chismosos!
— ¿Kendall? —Pregunta el profesor asombrado, lo sé, soy invisible.
— Si—recalca la misma voz.
Identifiqué al dueño de la voz como Andrés Delgado; moreno, ojos chocolate, contextura acorde con su apellido, un "Don Juan" para las niñas de primer año. Un patán de primera.
— Por lo menos no echo "bendiciones" dentro de menores de edad—dije para mí misma.
— ¿Eso es verdad señorita Beckett?—Me ve fijamente; por lo menos sabe quién soy.
Me limito a asentir, ¿Qué ganaría negándolo?
— Bueno—suspira—me temo que deberá ir a la dirección— ¡¿Qué?!
—Pero...
— ¡Señorita Beckett a la dirección! — grita. Exhalo, cálmate Kendall, si abres la boca te expulsan.
— Está bien—mascullé sonriente.
Me levante tranquilamente, ese maldito ¿Quién se cree?, ¿un profesor? ¡Por favor! hasta yo puedo ser profesora con un libro de ingles de primer grado, cerré le puerta de un portazo y me encamine hacia la dirección, creo que es la primera vez que voy. Al estar frente a la dirección vacilo un poco en tocar la puerta ¿llamaran a mi padre?, digo, ¿Qué tan grave fue? Tendré que cruzar los dedos. Me armo de valor y toco la puerta, espero pacientemente, "adelante"; la fría respuesta que recibo, que animo. Rodé los ojos y entre; impresionando a la directora, lo sé, hasta yo me sorprendo de estar aquí.
— ¿Qué hace aquí? — pregunta curiosa, dejando un gran libro sobre la mesa.
—Me envió el profesor Eduardo —me encojo de hombros inocente.
— ¿El profesor Eduardo?— repite mientras empujaba sus lentes de montura delgada sobre el puente de su nariz.
Me entraron unas inmensas ganas de responder; "no, el inútil hombre de mediana edad que se cree profesor por comprar un titulo en internet y, que desgraciadamente usted contrato". Soy rencorosa.
Asentí
Me mira extrañada, para luego decir:
—Dame un segundo...
Cogió su teléfono y habló con el profesor, ¿tanto le costaba pararse? Aunque no la culpo, es una mujer de aproximadamente cuarenta y siete años, su cabello es exageradamente blanco, su piel es morena, su contextura gruesa y sus ojos cansados; como si hubiera trabajado toda la noche sin descanso alguno. Por un momento sentí cierta afinidad hacia ella, como una sensación familiar que me puso la piel de gallina. Sacudí la cabeza.
Al colgar, me mira con cierta decepción en su mirada, insisto, no mate a nadie.
— ¿Le vaciaste un vaso de agua al señor Parker?— junta sus cejas, la frase "vaso de agua" me indica que el señor verbo to be no tardo en chismosear en lo que me fui del salón. Típico.