Pillados
—Khaled…
Alguien me sacude del brazo en un intento de despertarme. Lo ignoro.
—Khaled...
Entreabro los ojos y la figura de Kenon aparece ante mí.
—Vete.
—Khaled ¿Qué hace una chica en tu habitación?
Abro los ojos de par en par de golpe y alzo la vista hacia la cama.
Mierda, se me había olvidado que la había traído a casa.
—¿Qué... qué haces tú aquí? — Me volteo hacia mi hermano mientras busco mis calzoncillos por alguna parte.
—Mamá ha dicho que te despierte — susurra sin apartar la vista del cuerpo dormido de Tricia.
Le doy una colleja y me visto lo más rápido que puedo.
—Necesito sacarla de aquí sin que madre se entere y me vas a ayudar.
—Vale, pero me llevarás a la ciudad a por comics — extiende su mano hacia mí, se la estrecho, él asiente y confirma que hará todo lo posible para retener a mi madre en la cocina el tiempo que sea necesario.
—Tricia...— la sacudo para que se despierte.
—Hm...
—Anda, tengo que llevarte a casa.
Ella se sienta sobre la cama de golpe y me mira algo aturdida. Iba tan borracha anoche que no me extrañaría que no se acordara de gran parte de lo ocurrido. Al menos esperaba que no se acordara del baile que se había montado en la playa con el chicano. No es que bailara mal, pero eso de bailar restregándose a otro no pegaba ni con cola a la chica que fui conociendo durante mi primera semana en Gidens Hill School. No era por defenderla ni mucho menos, simplemente no la veía como las chicas que me había enrollado durante toda la vida.
—Oh, mierda...— empieza a buscar su ropa y vestirla a la velocidad de la luz. Cuando ya está lista, bajamos las escaleras sin hacer ruido rumbos al garaje.
—¡Kenon, déjame en paz! — chilla mi madre desesperada.
—¡Pero mamá! — le oigo decir a Kenon antes de que la puerta de acceso al garaje se cierre a nuestra espalda.
El viaje en coche fue silencioso, lo que me vino bastante bien, ya que no me apetecía hablar. No me consideraba muy hablador por las mañanas, necesitaba al menos unos treinta minutos para poder socializar.
Que los Blue Blood me hubiesen escogido como cantante principal tras la audición me había integrado un poco más en el ambiente escolar. En unos días sería nuestro primer ensayo, y en cierto modo me sentía bastante ansioso por ello. El hecho de entrar en la banda también me hacía tener acceso a la casa de los Reece. Además, ya sabía la dirección de memoria, me la había aprendido un minuto después de que Colin me la proporcionara para los ensayos. Los Reece vivían al norte de la ciudad, en un pequeño chalet adosado.
Según tengo entendido, ya que Phil vive por el mismo barrio que es una buena zona, no le quito la razón, no todos tienen como tener todo lo que nos ha dado mis padres a mis hermanos y a mí.
—Déjame en la esquina— pide ella de pronto, rompiendo el silencio— No quiero que sepan que he pasado la noche con el Don Juan del Gideon.
Resopla.
Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y mueve una pierna inquieta.
Niego con la cabeza.
Nunca he conocido a una chica que se empeñe en no ser vista conmigo. Empiezo a creer que Tricia Reece es un bicho raro.
—Cómo quieras — suspiro deteniendo el coche, la miro.
Se está cepillando el pelo con los dedos, parece muy nerviosa.
Sonrío de lado ante tal situación.
—¿Tu primera vez? — pregunto sin más.
Ella deja el pelo y me mira ceñuda.
—¿Perdón?
—¿Tu primera vez fuera de casa? — se lo aclaro algo divertido.
Ella chasquea la lengua, se quita el cinturón de seguridad y abre la puerta.
—Adiós, Khaled.
Cierra la puerta con la fuerza justa, lo que me hace sentir cierto alivio. Siempre regaño a Kenon por cerrar la puerta con demasiada fuerza, y ahora resulta que la chica dura es delicada.
Espero hasta que desparece por una de las calles para proceder a arrancar el coche y volver a casa.