Antes de leer
¡Hola, soy Isabel Gutiérrez! Soy la escritora de esta historia que estás a punto de leer.
Primero que todo, te agradezco el hecho de que hayas tomada la decisión de leer este libro y comprarlo.
Segundo, lo que estás a punto de leer no sé si pueda ser considerado un tema pesado, no lo sé con exactitud. Sólo creo que plasmé algo que adolescentes (en un grupo pequeño y seleccionado) llegan a vivir.
Tercero, esta historia es completamente ficticia. Lo único en lo que me basé, lamentablemente, fue que hace unos años una amiga dijo que se suicidaría (gracias a Dios no lo hizo y hoy en día vive bien) y gracias a la idea de mi mamá que, si ella volvía a decir eso, le pidiera su último día y le demostrara que vale la pena vivir. Y de eso, salió está historia.
Cuarto, ¡soy una fiel creyente de que: el suicidio NO ES OPCIÓN! Vale la pena seguir intentándolo.
¡El gris tiene la misma vitalidad como los colores del arcoíris!
Isabel Gutiérrez
Escritora.
Capítulo Uno
PASADO MAÑANA SERÁ MI SUICIDIO.
Miré eso por enésima vez. Si bien sigo sin creérmelo. Un estado de Jason Fretdad era curioso. Un estado de él pasaría inadvertido para la mayoría de mis compañeros de curso. Pero, para mí, no. Era un poco fan de lo que él comentaba a través de Facebook. Ya que siempre tenía algo muy curioso, e inteligente, que decir. Pero, ver eso me sorprende. Él es una persona con muy buena reputación, su familia es la más adinerada de aquí en el pueblo, y era guapo. Pero, leer esto era como si de la nada estallará una guerra para nada prevista.
Volví a meterme a su perfil. Seguía ese estado ahí. Con más curiosidad me metí en sus amigos. Punto a favor de que no los tenga en privado. Con más rapidez, busqué el nombre de sus padres y hermana pequeña en Facebook. Nada. Los borró o algo así.
Volví a su perfil. Su estado ahora tenía cinco me divierte, tres me encanta y dos me gusta. Ni un solo me entristece o me enoja.
Llegué a dos conclusiones. O lo toman por juego, o no les importa.
–No puede ser – susurré a nadie en concreto.
Recosté mi cabeza en la cabecera de la silla. Mi habitación está sumida en la oscuridad. A pesar de ser un viernes, ya estaba oscureciendo y mis cortinas impedían toda clase de luz posible. Sólo mi portátil proyectaba luz. Salí de Spotify y cogí mi chaqueta. Cerré con fuerza mi portátil y salí con decisión de mi habitación.
Todo iba bien. Claro, hasta que llegué al final de las escaleras y la voz de mamá resonó por toda la entrada.
–¿A dónde piensas ir, jovencito? – mamá me veía expectante. Comencé a abrir y cerrar la boca como un pescado, necesitando agua. En mi caso, palabras.
–Uh – miré nervioso a la puerta –. A ver un amigo.
–¿Cuál? – ella se limpió las manos con un trapo.
–Jason Fretdad.
–Ah – mamá se vio sorprendida.
Claro que lo está. Yo no tengo amigos, no muchos, y que él resultará ser "un amigo mío" era una hazaña.
Cogí mi casco negro con verde neón y las llaves que colgaban junto a la puerta.
–Sí, eh, nos vemos, mamá.
–¡No llegues tarde, cariño! – ella calló un momento – ¡Diviértete!
–Supongo que lo haré, mamá.
Monté a mi moto. Mi fiel moto. Me la dieron a mis quince años. Me ha servido para transportarme de mi casa a la escuela. No me quejo. Es una Piaggio Liberty 125. Arranqué y, con menos decisión que antes, me dirigí al lujoso barrio donde vivía Jason.
Al llegar a aquel barrio, hasta el aire se sentía más pesado, y caro. Aparqué frente a la casa número 13, las luces estaban prendidas y se oía una ligera música de fondo. Era un ambiente gélido. Y ahora con demasiadas dudas, caminé hacia la puerta blanca y toqué tres veces seguidas.
Al abrirse la puerta, Jason aparece en mi campo de visión. Iba vestido en unos tejanos y un polo azul.
–¿Qué quieres? – para que acabará de anunciar su muerte no se veía para nada depresivo.
–Vi el anuncio en Facebook.
–¿Cuál? – él ladeó la cabeza, confundido.
–Ya – respiré aliviado –. Habrá sido un troll. Cambia tu contraseña. Alguien dijo que...
–Me suicidaría, lo sé – me sorprendió su tranquilidad –. Sí, lo hice yo.
–¿Qué?
–¿Vienes sólo por eso?
–¿En serio lo harás?
–¿Vienes sólo por eso? – volvió a preguntar, ya enojado.
–¿Por qué? – sólo pensé que ya no estaba jugando.
–¿Tienes tiempo? – él me miró burlón.
–Sí, supongo.
–No parece.
–¿Por qué lo dices?
–Te ves patético en ese pantalón de pijama, ¿Toy Story? ¿En serio?
–Sí, bueno. No todos los días ves en Facebook a alguien diciendo que se suicidará pasado mañana.
–Entra – él se hace un lado.
–Ok – entro con cuidado. Una sola cosa de esa casa cuesta más que mi moto.
–Y con respecto a mi suicidio, deberías no tomarle importancia.
–¿Qué?
–Dentro de unos años, nadie me recordará. Deberías olvidar todo esto.
–¿E-estás oyéndote? ¿Por qué morir?
–¿Por qué vivir?
–No sé – me lo pensé un rato – ¿Tu novia?
–Es una zorra, se olvidará de mí.
–Brenda no es una zorra – admito que me ofendí. Yo he deseado salir con Brenda desde mis trece pubertos años.
–Eso crees tú.
–¿Y tu familia?
–¿La ves acá?
–¿Es por eso? – casi me rio.
–No, no me quejo. No busco atención.
–Pues no parece.
Desvié la vista, me detuve a admirar aquella casa. Era gigante, espaciosa y fría. Inesperadamente, extrañé el calor que mi casa producía. Ignorando eso, volví a mirarlo.
–Mira, no necesito de tu compasión – lo dijo tan confiado que pensé que lo sabía de memoria –. La de nadie, sinceramente...
–Dame el día de mañana – apenas asimilé lo que dije.
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Editado: 11.08.2020