El dolor de un matrimonio arreglado

El dolor de un matrimonio arreglado.

Emma se convencía de que el matrimonio arreglado por su madre, una señora mayor con absoluta sabiduría adquirida en el tiempo, era lo ideal para ella; pero ese extraño que le prometía a su familia el cielo y las estrellas... era eso. Un extraño para Emma. Su madre vivía aconsejándole que no se quejara, que era un dicha poder contraer matrimonio tan joven y con un hombre atractivo – sólo su madre conocía al hombre. Le decía que un matrimonio es toda una aventura, algo inexplicablemente emocionante, todo puede pasar en un matrimonio. Y eso era lo que más temía ella, pero se obligaba a ignorar sus precauciones.

El día de la boda, cuando su prometido llegó, no cabía del asombro, si bien atractivo no era, feo tampoco. Lucía tan amable a la hora de decir los votos, que Emma se dejó llevar por las emociones, ¡oh, que suerte la de ella, por tener la suerte de contraer matrimonio con alguien que no la humillaría como su padre! El resto de la velada fue calma, Emma se convenció de que era un buen hombre. Así que el día siguiente a la boda, se levantó temprano a prepararle el desayuno, pero su esposo parecía de un humor diferente al de ayer. Con una queja ofensiva le dijo que era basura lo que había cocinado, que se esforzara más.

Mientras más días pasaran, más agresivo se volvía, con temor y miedo, Emma se lo comunicó a su madre, quien le decía dramática. Aun así, Emma llamaba a diario a pedirle ayuda. Durante un año entero. Hasta que su madre dejó de recibirlas. La madre de Emma, preocupada por no recibir llamadas, va hasta la casa de su hija, quién no la recibió sino su esposo.

"Señora Kirgnos, no es necesario venir, su hija está ocupada"

"¿Dónde está?"

"En el sótano, limpiando, claro."

"Quiero verla."

"Me temo que es imposible."

"Déjame verla, Gordón, o te juro que vendré con la policía."

"Ya no estaría tan convencido de esa valentía, señora Kirgnos, recuerde que es mi esposa, no se meta donde no la llaman."

Fin.