Por qué tú?

Capítulo 24

Narra Morgan Olson 

 

Mis ojos están cansados, mis pies, todo mi cuerpo está temblando... no pude evitar que algunas lágrimas recorrieran mis mejillas después de salir de ahí, mis ojos hinchados y mi cabeza hecha un lío, sólo quiero abrazar a alguien... pero, todo se volvió tan oscuro de repente, mamá dijo que fuera fuerte, pero ¿se supone que también para esto debo ser fuerte? No lo soy... no soy fuerte, lo siento mamá.

 

Le mandé un mensaje a Emma pidiéndole por favor que nos viéramos, necesito su compañía, necesito a alguien en este momento, pero ni ella está conmigo, no contesta ni llamadas ni mensajes, así que estoy sola, sentada en una pequeña banca de un parque... mi vuelvo vuelve a salir en tres horas, es de noche y hace frío, tengo muy poco dinero como para quedarme en un motel... estoy sola en una pequeña ciudad, destrozada y con muchas ganas de llorar, tengo miedo, tengo hambre, sigo temblando, sigo sollozando. Esta soy yo... la débil Morgan Olson. Odio ser así, quería decirle más cosas, desahogarme, pero temía que cuando hablara... las lágrimas se me salieran. 

 

¿A dónde voy? No quiero preocupar a mamá en decirle lo que pasó, estará muerta de la angustia y no quiero preocuparla... veré como le hago yo sola. Mi estómago sonó de hambre así que me paré de la banca y empecé a buscar algún lugar en el que vendieran comida... después de algunos minutos de dar vueltas por el parque, encontré un pequeño puesto de comida, no sé que vendan, pero con esta hambre puedo comer lo que sea, jalá esté barato

 

Me acerqué y una señora estaba sentada en una silla detrás del puesto. Me paré frente a él y noté que vendían brochetas o pinchos 

 

— Buenas noches — digo frotandome las manos — ¿cuanto cuestan? — la señora me dio el precio de cada brocheta y me miró un poco preocupada. Tomé la mochila y saqué el dinero que tenía en ella, lo conté y me di cuenta de que tenía el dinero suficiente para comprar algunas, incluso me sobraría un poco para poder pagar el taxi 

 

— Deme tres por favor — la señora asintió con la cabeza y se volteó para prepararlas mientras miraba al rededor... cuando me di la vuelta me percaté de un grupo de personas en una banca sentadas detrás de mi mirándome mientras hablaban entre ellos, eran todos hombres, me sentí algo incómoda, así que me volví a voltear hacia el puesto de comida, cuando me di la vuelta empecé a escuchar las voces de esos hombres más fuerte 

 

— Está sola.... está bien linda... uff miren nada más que mujer... a esa si...

 

Eso decían, entre otras cosas que de sólo pensar me causa aún más escalofríos, ¿por qué son así? ¡¿por qué no me dejan en paz?! En otra ocasión les respondería, estoy totalmente segura de eso, pero hoy no... por favor, hoy no. Sus voces me incomodan tanto, sus miradas sobre mi, estoy tan sensible... que me pondría a llorar de nuevo aquí mismo, sólo quiero volver a casa, nunca debí de haber venido aquí

 

— Señorita, venga de este lado — levanté mi mirada hacia la señora que me abría el camino para entrar dentro del puesto —. Hace frío, mimimo aquí con la cocina va a calentarse un poco — y sonrió. No pude negarme, es imposible que me niegue, así que entre un poco indecisa dentro del puesto... me acomodó una silla y me senté, después de eso me dio las brochetas. Afortunadamente un gran bulto de platos me cubría de los hombres de fuera del puesto, así me traté de ocultarme más entre ellos. Después de algunos pocos segundos, dejaron de escucharse sus voces, así que me asomé un poco para confirmar que se habían ido, y efectivamente, ya se habían ido... respiré profundo y me volví a sentar en la silla para comenzar a comer 

 

— ¿Ya está mejor? Se ve muy pálida, ¿se siente bien? — pregunta la señora algo preocupada 

 

— Estoy bien, se lo agradezco mucho... — digo con la boca llena de comida 

 

— Esta bien, mastica primero... no te preocupes por ellos, no volverán a molestarte, siempre andan rondando por aquí fastidiando a las personas, eso no está bien, pero ya está bien... — y me regaló una hermosa sonrisa — Se ve que tienes mucha hambre... ¿hacia dónde vas niña? 

 

— Vine aquí por un asunto personal, pero fue muy mala idea... mi vuelo sale en dos horas y media y sólo tengo dinero para el taxi que me llevará al aeropuerto, si no créame que le compraría más brochetas ¡están riquisimas! — y no miento, las mejores que he probado en toda mi jodida vida 

 

— ¿En serio? Gracias, es una receta familiar — y volvió a sonreír — ¿cuantos años tienes y cómo te llamas?

 

— Mi nombre es Morgan, y mañana cumplo dieciocho años 

 

— ¿En serio?... — y se quedó pensando por algunos segundos — ¿Te gustaron tanto mis brochetas? 

 

— ¡Por supuesto! Están riquísimas, son las mejores que he probado en toda mi vida... 

 

— Entonces, toma las que quieras, tómalo como un regalo de cumpleaños — y volvió a sonreír nuevamente 

 

— ¿En serio? ¡Muchas gracias!, no sabe cuánto se lo agradezco, en verdad 

 

— No es nada, yo me recogo muy noche, así que si no tienes en dónde quedarte, puedes estar aquí en lo que sale tu vuelo

 

— Muchas gracias señora, usted es lo mejor que me pasó en este dia, gracias...

 

— Está bien está bien, ¿cuántas más quieres? — me sonrió y me acercó un plato como con 5 más de ellas y empecé a comer mientras ella preparaba más 

 

Cuando pensé que estaba sola, alguien, mínimo una persona estuvo dispuesta a ayudarme... debo admitir que, me hizo olvidar por algunos minutos lo de mi padre, me hizo sonreír por unos minutos cuando estaba destrozada, lo sigo estando, pero gracias a esta persona... mi dolor se desvaneció por unos pequeños instantes. Nunca estás sólo a pesar de que pienses que sí. A veces... con una simple sonrisa pueden alegrarte el día, y si antes tenía dudas de eso, ahora estoy completamente segura



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En el texto hay: amorprohibido, novela juvenil, hermanastros

Editado: 10.11.2024

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