Por qué tú?

Capítulo 29

Narra Morgan Olson 

Una figura conocida haciéndome sobresaltar; era Isaac sentado encima de la piscina. Cuando me acerqué a él me miró y se bajó lentamente de ahí sin quitar la mirada de mi, bajé la mirada y retrocedí un poco dándole la espalda para irme... pero su voz suplicante se hizo sonar detrás de mi espalda, estremeciendo mi cuerpo.

 

 

— No te vayas... hablemos — dice tomándome de la muñeca suavemente. Respiré profundo y me di la vuelta para quedar frente a él. Antes de hablar, volví a respirar profundo sin aún mirarlo.
 

 

— Está bien... — digo después de uno segundo. Soltó mi mano lentamente y respiró profundo. 
 


— Mírame Morgan — dice después de unos segundos. Su tono de voz era firme... pero a la vez envolvente. Levanté la cabeza y lo miré, sus ojos azules que me transportan a otro mundo... a nuestro mundo. — ¿Sigues, enojada conmigo?
 


— Sobre eso... lo siento. Lamento haberte tratado así... no fue lo correcto. Sólo exageré. Lamento haber sido tan inmadura y no haberme dado cuenta antes. Perdón. Lo único que hice fue... culparte — lo estuve pensando, estuve pensado el por qué nunca me dijo nada, y yo sola encontré la respuesta... pero cuando lo hice, me arrepentí demasiado que lo que pasó. 
 


— No, en realidad, debí de haber tratado de decirte algo yo...
 


— No lo sientas, no es tu culpa... simplemente, los años me cegaron, es todo.  
 


— ¿Y cómo te sientes...?
 


— ¿Cómo, debería sentirme? ¿Soy patética si me duele? — hablo bajando la mirada
 


— No lo eres... es inevitable sentirse mal. No es tu culpa.
 


— Tal vez sí lo es. Pero ya no importa, ya pasó, solo queda.. seguir adelante y olvidar lo que pasó. No sirve de nada lamentarme — asintió con la cabeza y se acercó más a mi cuerpo. Levanté la mirada y ésta quedó frente a su pecho.
 


— Tienes razón. Morgan — dice susurrando en un tono bastante sexy — ¿recuerdas lo que pasó anoche?  
 


— Yo... — duré algunos segundos callada lo que hizo que él sonriera
 


— No lo recuerdas, ¿cierto?
 


— ¿Es, necesario que lo recuerde? Digo, ¿ocurrió algo importarte? — le digo un poco nerviosa
— No en realidad, supongo que la mayoría te lo contó Alice, ¿me equivoco?
 


— Pero, lo demás.
 


— ¿Cuando nos quedamos solos?
 


— Sí... s-sí esa parte...
 


— Pues... la verdad no mucho, solo vomitaste, te dormiste, te llevé a casa, y te subí a tu habitación. Eso, es todo.
 


— ¡¿No me hiciste algo verdad?! — tapé mi cuerpo con mis manos y lo miré a los ojos. Error.
 


— ¿Por qué te haría algo? No soy un pervertido...

— ¡Sí lo eres!



— Pero no te tocaría sin tu consentimiento — y todo quedó en silencio... solo se escuchaba el agua de los movimientos que hacía con la mano debajo de ella.



De pronto gotas de agua cayeron a mi rostro, cerré los ojos inconscientemente y después de pocos segundos los abrí. Cuando lo hice me encontré con la enorme risa de burla de Isaac.
 


— Eso no se hace — le digo planeando hacer lo mismo. 



— Es justo... tu me lanzaste almohadas a la cara — no le dije nada más cuando hice lo mismo lanzándole gotitas de agua mientras yo retrocedía y él se acercaba a mi tratando de tomarme de la cintura para que dejara de hacer eso.



— ¡No, no vengas! — digo riendo. 



— Vamos, ven acá. 



Los dos reíamos cuando de repente, alcanzó a llegar a mi cuerpo y no dudó en tomarme de la cintura. Tomó mi muñeca y estampó mi cuerpo con el suyo haciendo que el agua salpicara un poco y que una de mis manos quedara recargada en su pecho. Una de sus manos subió a mi espalda y otra bajó a mis caderas.
 


Su rostro y el mío quedaron demasido cerca, podía escuchar su respiración... agitada y calurosa. Levanté la mirada para volver a encontrarme con la suya sumergida profundamente en mis labios. 
Me quedé ahí, estática e hipnotizada por ese momento, en el que parecía que el tiempo se detuvo y solo estábamos el y yo en el mundo... 
 


— No actúes como un chico malo... — digo con el primer aliento que salió de mis labios. 



— Si te pones nerviosa cuando estoy cerca de tí... me haces sentir como uno — en ese momento, sentí mis mejillas arder y mi corazón comenzó a latir como loco. No podía articular ninguna palabra y él lo sabía. 

 


No dijo nada y subió una de sus manos a mi mejilla izquierda y comenzó a acariciarla con el dedo pulgar, cerré los ojos disfrutando su cálida caricia... después bajó hacia mis labios y comenzó a acariciarlos de igual manera. Abrí los ojos lentamente y su mirada pícara estaba presente al hacerlo.



— Me encantan tus labios. Me dan ganas de morderlos. Lo prohibido sabe mejor, y ya lo confirmé con tu boca... — no hacía algún otro movimiento, sólo se quedó ahí mirándome. Realmente quería que me besara, así que separé lentamente mis labios al ritmo de su respiración — No hagas eso Morgan... — cerró los ojos, así que yo también lo hice, acercó su rostro junto al mío y junto su nariz con la mía mientras seguía acariciando mi mejilla.

 

Aún recuerdo perfectamente lo que sentí, cuando nuestros labios se juntaron por primera vez. Nunca olvidaré ese sentimiento presente, ese deseo se grabó en mi mente y en mi corazón. Nunca me gustaría olvidarlo, pero, tengo miedo... tengo miedo de amarlo con todas mis fuerzas, porque siento que él también se irá... espero y esté equivocada, pero ese sentimiento no se va... siento que el también me dejará. Tengo miedo de amarlo tanto, hasta el punto que cuando se vaya, me deje seca... por ese sentimiento, el cual nunca he querido que se vaya. No estoy segura de que somos... o de qué planeamos ser, solo sé que no quiero que me deje.



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En el texto hay: amorprohibido, novela juvenil, hermanastros

Editado: 10.11.2024

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