Capítulo 3: Triple percance
Otra mañana había llegado, Thomas sale del baño ya vestido y listo para ir a la universidad. Ayer él y Ángel terminaron de limpiar el patio trasero antes de comer el almuerzo que les había preparado Arthur para luego pasar a limpiar el patio delantero de la casa. Habían cocinado de nuevo en la noche con los utensilios de su abuela y se sintió bien, fue para ellos como tener la presencia de ella de nuevo, la comida no fue igual de rica, pero aún muy deliciosa.
Ahora Thomas debe alistarse e ir a la universidad. Ángel seguirá sus estudios en línea mientras ayuda a Arthur con el negocio que piensa abrir en la ciudad. Al parecer la visita que Arthur tuvo ayer con la pareja alfa fue muy bien, mejor de lo que esperaban los tres y llegaron a un acuerdo que los beneficiaría a todos, puesto que la manada incluso estuvo dispuesto a alquilar a Arthur un local abandonado cerca del centro de la ciudad.
—Buenos días.
—Buenos días, Arthur. —Saluda Thomas mientras se sienta. Arthur termina de untar la mermelada en la tostada y la pone en su plato y se lo pasa a Thomas junto a una taza de café.
—Gracias.
—No hay de qué, muchacho. —Arthur sigue friendo huevos mientras espera que su hijo se levante.
Thomas se irá toda la mañana y parte de la tarde, por lo que solo quedarán él y su hijo para tratar con el Druida de la manada. Por un lado, ese hecho le alegra bastante, no informó sobre las habilidades mágicas que posee Thomas ni del collar con el que carga, por lo que mantener un tiempo más alejado a los hombres lobo será lo mejor hasta que lo pueda solucionar.
—Thomas, ¿Tienes puesto tu collar? —Pregunta, sorprendiendo a Thomas, deteniendo su mano en medio de llevar el delicioso café a sus labios.
El collar de la Estrella del Norte, el último regalo y recuerdo de su madre. El collar que guardó en una caja fuerte reforzada con magia que solo él podía sacar, un recordatorio de que desde antes de nacer ningún ser querido se quedó mucho tiempo en su vida.
—Está en mi caja. —Responde, presa del pánico por haber hecho algo mal.
—Debes ponértelo, no es seguro que salgas sin él y menos en este pueblo —le recuerda.
El hechizo que Clarisa colocó en ese objeto ya de por sí poderoso es algo que deben cuidar, esa joya es muy peligrosa si cae en manos equivocadas. No pueden permitirse perderlo bajo ninguna circunstancia.
—Antes de ir a la universidad me lo volveré a colocar.
—De acuerdo.
En ese momento se corta su conversación cuando Ángel entra a la habitación vistiendo solo unos shorts deportivos y unas sandalias felpudas, refregándose el ojo izquierdo y bostezando de pereza por haberse levantado temprano. Thomas se ríe, haciendo que Ángel se acerque a él y lo golpee solo para robarle su taza de café medio llena.
—¡Ey! Eso es mío —se queja Thomas queriendo tomar de nuevo su taza, pero Ángel se aparta en el momento justo, yéndose a sentar enfrente de Thomas mientras bebe la bebida que considera celestial.
—Te dormiste y perdiste. Así de simple. —Thomas rueda los ojos al escuchar la excusa que siempre le da Ángel cuando se cree más ágil que él. Aunque sea verdad no le dará el gusto de reconocer que perdió.
—Si ensucian la cocina con sus peleas infantiles le haré limpiar el camino de entrada con un cepillo de dientes usando ropa de invierno, ¿Quedó claro? —Interrumpe Arthur, deteniendo en seco cualquier maquinación de pelea de parte de los dos jóvenes enfrentados para gran satisfacción del mayor.
—Si, papá.
—Si, Arthur.
—Que hermoso es poder hablar. Ahora Thomas, ve arriba y ponte el collar —dice señalando las escaleras un instante para luego señalar a Ángel— y tú, termina de desayunar que debemos ir al centro de la ciudad, el alfa y su emisario están esperándonos en el local de trabajo.
—De acuerdo, viejo.
—Te lo juro, Laila. Las mariposas aparecieron en el claro donde estábamos y se posaron en cada cosa y brillaron un instante y luego se esfumaron como el polvo al viento. —Se queja el pelirrojo para su gemela quien solo lo ve con cansancio.
—Lo sé, Lucio. Te creo, hermanito. Pero sabes que estamos en un pueblo con otras criaturas sobrenaturales aparte de nosotros, ¿Verdad? —dice su hermana, con la mayor paciencia posible.
—Claro que sí, ¡Y no me llames hermanito! Eres mayor por once minutos nada más. —El pelirrojo vuelve a gritar, haciendo reír a su hermana.
—Aún si es extraño que no hayan olido a nada. —Toda magia deja un rastro, un olor suave y sutil distintivo, así como el característico aroma a ozono que delata a Mike cada vez que realiza magia. Que las mariposas no hayan olido a nada es una peculiaridad, pero mientras sean trucos de una criatura inofensiva no se va a alarmar.
—Max va a investigar por su cuenta, su papá se lo permitió mientras él se reúne con los cazadores y lleva a Mike. —Lucio tuvo la suerte de no cruzarse con muchos cazadores en su vida y que los pocos que tuve la desgracia de conocer eran lo suficientemente educados para investigar antes de disparar.
Ambos gemelos no odiaban activamente a los cazadores que habían cruzado o tenían tratados con los lobos de la manada de Luna Azul, pero sí cierto resentimiento a un grupo paramilitar de cazadores fuera de los códigos. Los malditos especistas que mataron a sus padres y sacrificaron a su anterior manada.
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Editado: 05.08.2024