Capítulo 7: Ni una semana
Max levanta a Thomas en su brazo y lo carga rumbo a su auto, Lucio lo acompaña para ayudarlo a abrir la puerta. Thomas no muestra síntomas de despertar pronto y la última hora de clases ya comenzó para ambos, por lo que es una clase perdida. La respiración del castaño es suave, pausada, está en un sueño profundo.
Cuando llegan al estacionamiento Lucio se adelanta y abre la puerta trasera y Max acuesta con cuidado a Thomas en el asiento trasero. Max usa una campera suya como una almohada improvisada antes de cerrar la puerta y dejar a su alma gemela dormir tranquilo.
—Entonces, lo encontraste. Ese chico es tu alma gemela. —Lucio mira por la ventana, absorto en sus pensamientos.
—Sí, Thomas es mi pareja. El primer lazo se ha establecido. —Max lleva la mano a su pecho, cerca de su corazón y siente el vínculo que surgió allí después de que Thomas haya estado en ese trance extraño.
—Es un cazador y tiene magia. —Max asiente.
—Lo sé, y al igual que Mike buscaré que me de una oportunidad para ser algo más. —Su corazón e instintos quieren extender su mano y asegurar que Thomas está bien, que sea lo que sea que está pasando lo podrá solucionar.
—Cuentas conmigo para lo que necesites, ¿lo sabes? —Max sonríe a su mejor amigo y se acerca y le da un pequeño abrazo en agradecimiento.
—Lo sé, tonto. Ahora vuelve con tu hermana antes de que venga a buscarte.
—¿A dónde planeas llevarlo?—Lucio mira curioso a su amigo, quien se sonroja ligeramente ante su escrutinio.
—A un lugar seguro.
Después de eso Lucio vuelve a la universidad. Max sube a su coche y arranca, saliendo con cuidado rumbo a la ciudad, al negocio que Arthur está remodelando junto a Ángel y Mike.
Mike es unos años mayor que él, pero es uno de sus amigos más queridos y cercanos, y cuando el lunes presenció lo que causó esas mariposas pudo hallar a su pareja. Un poder similar el día de hoy fue hecho por el poder de lo que sea que haya poseído a Thomas, permitiendo que se forjara la primera parte del vínculo de pareja antes de la ceremonia.
Max conduce al negocio, el señor Gunderson está trabajando junto a su hijo para dejar impecable el lugar, dos contratistas de la manada fueron asignados por su padre para que sean sus ayudantes y se encarguen de la mano de obra pesada.
La manada tiene varios negocios en la zona, unos más llamativos que otros. La pequeña empresa constructora es de su padre, un apasionado constructor y maestro mayor de obra, es quién lo inspiró y lo convenció a que estudie arquitectura. Su madre, en cambio, mujer inteligente y perspicaz con los números es la contadora que lleva un registro tanto de la casa como de la manada. Max inconscientemente infla su pecho, su lobo sintiéndose orgulloso de lo que puede y va a proporcionar a su pareja una vez este lo acepte.
Pensar en sus padres, de repente, trae una inquietud en Max, erizando los vellos de la nuca ante la amenaza de tal posibilidad. Como hijo y heredero del alfa él necesita tener descendencia. Su linaje no puede acabar en él, él tiene la obligación de continuar el apellido de su familia, Max debe proporcionar tranquilidad y seguridad a la manada teniendo un heredero. Su pareja destinada es un hombre, un hombre que es cazador y brujo o algo mágico a la vez. Mierda.
La ansiedad y el estrés empiezan a rondar por la mente de Max, su transformación comienza a suceder en contra de su voluntad mientras su mente humana y su mente lobo tratan de luchar entre sí para llegar a un acuerdo. Es tanto el embrollo que ocurre en la mente de Max que no se percata que Thomas se ha levantado, un poco desorientado, para mirar detrás de la ventana pasar a la gente de la ciudad.
Thomas siente su cuerpo agotado, el cansancio es similar a pasar toda la noche de fiesta bebiendo e ir a trabajar al día siguiente bajo el pleno sol del mediodía sin haber dormido ni una hora, en resumen, se siente fatal. Su magia se arremolina en su interior inquieta por algo, pero bastante serena por lo que no debe estar en peligro inmediato. Abre más los ojos y ve al hijo del alfa detenerse en la vereda frente al local de Arthur y empezar a mostrar síntomas de un ataque de pánico. Thomas agradece que todas las ventanas estén subidas porque, de otro modo, la gente que aún circula por la vereda o la calle vería la transformación de Max.
Thomas sin pensarlo extiende su mano y agarra el antebrazo musculoso de Max y envía un zarcillo de magia para que calme y reconforte a Max mientras empieza a respirar de forma exagerada y visible para que el pelinegro lo copie y se logre calmar.
—Respira, eso es. Inhala fuerte… Mantenlo ahí, si, así… Ahora suéltalo. —Thomas repite varias veces más la misma oración hasta que Max se logra calmar.
—Lo siento. —Max se disculpa una vez recupera la compostura, mirando a Thomas a los ojos y el cuerpo caído en señal de derrota.
—No te preocupes amigo, es normal. ¿Ya está más tranquilo? —Indaga, no queriendo que el hombre lobo presente en el auto se vuelva a descontrolar. Max niega con fuerza.
—Sí, gracias —ante eso Max le regala una sonrisa muy tierna y agradecida a Thomas, quien se da cuenta que no ha soltado el brazo de Max, por lo que con vergüenza aparta la mano y agacha la mirada.
—De nada. —Un vergonzoso silencio cae dentro del coche, pero justo en ese instante una duda surge dentro de Thomas —. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué pasó?
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Editado: 05.08.2024