Por Siempre

Capítulo 35|"Es tu culpa"

Hunter

Sabía que estaba nerviosa aunque se empeñara en negármelo. Yo era el culpable de eso, o bien, los dibujos que había pintado y que ella había descubierto por accidente, pero todo eso radicaba en mí, por ende la culpa era mía. ¿Qué pensaría Abigail ahora? Muy mal, de seguro pensará que tengo una especie de obsesión por ella, y sí, es probable que la tenga, pero de ningún modo es algo enfermo. Sólo la amo, de una manera que quizá ¿podría asustarla? Bueno... tal vez ella tenga razón en dudar de mí.

—Olvidé el pijama—Yo estaba apoyado en el marco de la puerta observándola mientras ella husmeaba entre las cosas dentro de su bolso—, no importa, puedo usar otra cosa.

—Puedes usar algo mío—le sugerí. Entré en la habitación y busqué algo adecuado para ella. Me pareció que un polo de mi talla podría quedarle como un vestido corto de dormir a la perfección. Intenté buscar un pantalón, pero todos eran demasiado grandes para ella y por otro lado, Derek se había apropiado de la mayoría de mis bóxer.

—¡Oh, perfecto! Gracias—, Abby me recibió la prenda y comenzó a cambiarse frente a mí. Llevaba unos shorts de tela cortos y ajustados debajo del pantalón. Eso era extraño, pero oportuno para el momento. La quedé mirando mientras se acaba de vestir, ella reía, quizá por mi expresión hipnotizada al observarla. Graciosamente mi prenda le sentaba mejor a ella que a mí.

—Huele a ti—, sin saberlo Abby me estaba regalando una imagen preciosa, más que espectacular. Ella estaba en un lugar que se había vuelto muy íntimo para mí. Un lugar que escondía los secretos que dibujaba, y entre eso había mucho más que sólo dibujos de la chica que me traía loco—¿Sabes? Podría robarme esta camiseta. Me agrada.

—Y yo podría dejar que lo hicieras—, nuestros cuerpos se comunicaban bastante bien. Ella se acomodó en la cama de espaldas sin que se lo pidiera. Verla así era otro deleite visual para mí. Ella, sobre la cama, con mi ropa y sus cabellos sobre la almohada acomodados en desorden. Preciosa.

—¿Eso quiere decir que ya es mía?— preguntó Abby en lo que llevó uno de sus dedos a su boca y lo mordió dándole un toque de coquetería al asunto. Estaba volviéndome loco, de verdad.

—Convénceme para que te la regale— me acomodé sobre ella. Quizá no de un modo delicado, pues en simples palabras sólo salté en su dirección. No caí de manera brusca, era ágil, lo sabía. De todos modos conseguí asustarla. Los movimientos rápidos eran típicos en Vampiros, pero sorprendentes y nuevos para humanos. Ella abrió los ojos al percatarse de que nada había pasado. Yo estaba ahí, sobre ella, sin aplastarla y mirando fijamente a sus ojos mientras su cuerpo había tomado una posición rígida ante el pequeño impacto.

—A veces olvido que puedes hacer esas cosas—, soltó con los nervios expuestos en su piel. No me gustaba la idea de que pudiera provocarle miedo.

Pasé una mano acariciando su mejilla con mucho cuidado. Procuraba mantener mi equilibrio en mi otro brazo para no causarle ni el más mínimo peso, me gustaba tratarla suavemente. Sus parpados reaccionaron cerrándose ante mi tacto y volvieron a enfocarme al rato después sus ojos.

Mis labios tomaron los suyos, muchas veces y siempre suave. Sentía su cuerpo estremecerse bajo el mío. ¿Por qué seguía provocándole ese tipo de reacciones? Necesitaba saber qué significaba. Podía ser bueno, quizá, pero me sentía tan confuso.

—Para...—el que me esquivara para decir eso aumentó mis dudas. Había sido calmada para pedirlo, pero eso no me decía nada, pues ella solía ser amable conmigo todo el tiempo—.Deberíamos calmarnos un poco, ¿no crees? Estoy con el periodo..., ya sabes.

—Lo sé, amor—mentiría si dijera que su respuesta no me había aliviado —, pero yo creía que estábamos haciendo esto en un plan más romántico que sexual. Ahora, si tú quieres, para mí no es ningún problema. Estoy acostumbrado a tratar con sangre después de todo.

Vi cómo sus mejillas tomaron rápido un tono rojizo, era increíble aquello. Aunque a decir verdad su rostro había comenzado a ponerse rojo desde antes. Estaba excitada. Claro, por eso el comentario repentino.

—Quizá—su respuesta fue otro asunto que me tomó por sorpresa. Su mirada penetró en la mía e inició un juego exquisito, ya había captado el mensaje— podríamos probar...

—¿Por qué a él sí y a mí no, eh? ¿Es porque soy hibrido?—Mi paciencia tenía límites que Derek nunca aprendería a respetar. El gran y entrometido idiota me había arruinado el inicio de un momento muy caliente. En un impulso me puse en pie y quedé frente a Derek, observándolo con todo el odio que entonces era capaz.

—¿Qué mierda haces aquí, mierda?—las palabras también llevaban una potente dosis de odio. De acuerdo, quizá exageraba con mis reacciones. ¿Pero es que acaso Derek jamás dejaría de meter sus narices donde no le llamaban?



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En el texto hay: vampiros

Editado: 12.04.2018

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