Hunter
Oficialmente estaba perdiendo la cabeza, ya lo tenía claro, pero no me imaginaba que llegaría hasta ese punto.
Al principio ella se asustó. Gritó. Y apenas la solté y fui consciente, ella me alejó con una inesperada fuerza, y se paró, cubriendo con su mano la zona de su cuello que yo acababa de morder. Por suerte no había mucha sangre.
—¡No! No te acerques—extendió su brazo, marcando distancia entre los dos. Yo quería remediarlo. Había perdido el control y roto la promesa de no volver a morderla.
—Abby...
—Lo odio... Lo odio, en serio lo odio, Hunter—su voz se quebró. Noté que intentaba aguantar el llanto.
—Perdí el control, lo siento, yo...
—¿Dónde has estado, Hunter? ¿Qué has estado haciendo estos tres últimos días?—Ella me temía. Sólo bastaba ver su mirada para saberlo. Su expresión me decía que estaba confundida, que no reconocía al sujeto parado frente a ella y eso... eso me dolía infinitamente.
—Dije que no te acercaras. No puedo...—desvió la mirada a sus pies. Yo no hice caso y quedé a centímetros de distancia. Pasé mis dedos por encima de la mano que Abby mantenía cubriendo su nueva herida. Ella tembló al sentirme.
—Perdóname, por favor—hablé en susurros, no quería asustarla más. Besé su frente y continué acariciando su pequeña mano—, déjame curar esto.
—Puedo ocuparme yo—esta vez su voz fue más firme y me devolvió la mirada. No estaba seguro de cómo interpretarla—, no es buena idea que te expongas a mi sangre.
—Puedo controlarme.
—¿Sí? ¿Cómo has hecho ahora?—Los hechos le daban ventaja, pero no le mentía. En serio era capaz de guardar control, de otro modo hubiera continuado y no me habría detenido al morderla. Además, considerando que la herida seguía abierta y unas pocas gotas de sangre quedaban en mis labios, yo estaba tomando muy bien eso de mantenerme en calma.
—Esto ha... sido la excepción—Me sentí muy avergonzado al reconocerlo y no fui capaz de mirarla a los ojos. No podía excusarme. No había nada que me excusara por lo que había hecho.
—¿No vas a responder a mis preguntas?—Quité mi mano de sobre la suya y guardé distancia, debido a que ella parecía incómoda estando conmigo. Intenté mostrarme serio, calmado. Necesitaba demostrarle que todo estaba en orden otra vez.
—Sí, sí... por supuesto, yo... Te lo contaré todo. Descuida—Tomé una pequeña pausa antes de empezar. Escuché los pasos de alguien acercarse hasta la puerta, por lo que congelé todo a excepción de ella. La observé, quizá tomándome más del tiempo necesario en ello, porque de pronto comenzó a mirarme con expresión molesta.
—Voy a cambiarme—Cierto. Ella seguía medio desnuda todavía, de seguro por eso le incomodó tanto mi mirada—Mientras lo hago, puedo escucharte.
Hice un gesto de asentimiento. No estaba seguro de por dónde comenzar, el principio volvería todo demasiado extenso. La silueta de Abby me distraía muchísimo y su aroma me volvía loco, pero en el buen sentido. No quería morderla, quería besarla y amarla con mi cuerpo.
Abby tomó una toalla y usó un extremo para limpiar su herida. Apenas se notaba, por suerte no la había lastimado en profundidad. Comenzó a vestirse. Yo no me perdía ningún detalle de sus actos. Ella me observó fijo y de pronto se acercó, y con la toalla en mano procedió a limpiar mi boca, quitando los restos de sangre que quedaban.
—¿Has vuelto a ese lugar, no es así? Por eso te has comportado extraño...—Podría culpar a Severon, pero... mi actuar no tenía mucho que ver con eso. Nadie me había obligado a nada.
Mi decisión de volver fue precisamente el bienestar de Abby. Ella no tenía por qué estar involucrada en mis problemas y yo necesitaba resolverlos antes de que algo llegara a pasar. Los regalos inesperados y las supuestas visiones de Amber estaban significando un problema. Por todo ello cuando Ignes se apareció ante mí no dudé en aprovechar su ayuda, aunque eso significara hacer un viaje de ultimo minuto sin avisar a nadie de mi paradero.
—No me interesa en lo absoluto lo que hagas de tu vida—Ignes no era de decir muchas palabras y tampoco le apasionaba interactuar con otros. No podía decir que era malo, pero tampoco que era bueno. No era blanco, tampoco negro, ni siquiera gris. Siempre había resultado ser impredecible—, pero inevitablemente tenemos algo que nos une y por mucho que lo evite tú y Amber se han apropiado de mis visiones. No voy a decirte qué está ocurriendo, pero cumpliré con dejarte aquí. Ahora tú averigua y ve cómo solucionar esto.
Ciertamente estaba desesperado. Su ayuda era miserable, pero al menos me había indicado dónde encontrar a Amber y ese lugar justamente era la mansión de Luxfero, lo cual me dejaba en claro que ella estaba jugando sucio. Confiar en Vampiros era algo que simplemente no se podía hacer.