SHAMARA
NUEVE MESES DESPUÉS….
Esa tarde de verano era muy calurosa, estaba comenzando Julio y el sol se encontraba en todo su esplendor. Yo sentía que se me iba la vida en un suspiro, mi camiseta se hallaba húmeda y aunque mantenía el aire acondicionado que congelaba, seguía sudando. Tenía el short pegado a las piernas.
La avenida camino al aeropuerto Internacional de San Francisco. Permanecía muy congestionada, ocurría un tapón infernal. Dos vehículos habían chocado, las personas estaban fuera de sus transportes mirando lo sucedido y los policías trataban de resolver el suceso. Llevaban más de una hora en medio del tapón y no avanzaban.
Yo me sentía nerviosa y un poco estresada por alistarme tan de prisa por dejar todo para el último instante. Esta es mi oportunidad de volver a verlo o más bien lo que yo pensaba, de arreglar las cosas de una vez o perderlo para siempre.
─¿Piensas que Dean va a ir? ─preguntó Sophia con duda en su voz mirándome con el ceño fruncido.
─Sé que lo hará, toda su familia estará allí. Estoy ansiosa y siento un vacío enorme en la boca del estómago ─dije mientras buscaba una interesante emisora para mitigar la espera.
─Qué bueno que vamos dos días con antelación con el fin poder descansar y también disfrutar de la playa antes que lleguen todos ─. dijo Sophia arreglándose el cabello en una coleta porque lo tenía húmedo de sudor.
Mi mejor amiga Sophia y yo vamos con destino a Romana, Republica Dominicana, a uno de los lugares más exclusivos del país a pasar unas pequeñas vacaciones con toda mi familia.
Después de dos largas horas en taponadas, al fin llegamos a tiempo para abordar. Estacionamos el coche y salimos corriendo hasta el lugar de chequeo, ya había abordado una gran cantidad de pasajeros.
Mi padre compró hace dos meses una gran villa en Romana localizada en la zona Este del país. Él tiene la ilusión de reunirnos a todos para hacer una gran inauguración.
Me traje a Sophia para que me acompañe en esta aventura. Nosotros la consideramos parte de la familia, ella es como la hermana que nunca tuve.
Ya en el avión necesitaba descansar, pero no lograba dejar de pensar en las cosas que podía hacer y decirle a Dean, deseo con todo mi corazón que él sepa lo mucho que yo aún lo amo y que nunca lo olvidé, aunque pase el tiempo tengo ese sentimiento por él guardado.
Después de unas cuantas horas de vuelo y sintiendo que nos faltaba el aire, salimos emocionadas del avión camino a lo que sería el comienzo de unos días de vacaciones y alegría familiar.
─¡Al fin llegamos! ─gritó emocionada Sophia dando brinquitos. ─¡Dios pero que calor! Se nota que estamos en el caribe ─dije en forma jocosa─. Estoy molida ─Agregué bostezando con una mano en la boca y otra sobándome el cuello que ya me dolía.
Tengo cinco meses que no me reúno con mi familia, y aunque trabajo en el consultorio de mi madre, tengo poco tiempo para compartir con ella porque entre sus pacientes y los míos quedamos exhaustas.
Tomamos un taxi que nos llevaría a Casa de Campo. Todo el trayecto iba tomando fotos y asombradas por la belleza del lugar. Tiempo después llegamos a la villa, era un complejo turístico muy hermoso.
─¡Por Dios! mi padre compró un paraíso ─murmuré sorprendida, mientras miraba con ojos maravillados lo bonito y acogedor del lugar.
─Estamos en el cielo ─dijo Sophia tomando una foto a la entrada del lugar.
Era una casa enorme, el portón eléctrico y las coloridas flores les daban la bienvenida.
La puerta de entrada era de caoba y en la parte superior un tope con cristales de varios colores.
Las recibió una señora muy amable que cuidaba la casa.
Siguiendo con mis ojos iluminados recorrí la planta baja de la casa. Tenía un recibidor enorme con una repisa en cristal y un gran espejo que hacía juego. En la repisa había varias fotos de mi familia y un florero lleno de rosas rojas. Más adelante estaba la gran sala con enormes muebles blancos con cojines azul cielo y cortinas del mismo color.
Dejamos las maletas en la sala y nos dirigimos a la parte trasera de la casa pasando por un gran pasillo que también conducía al área del comedor. Era un lugar espectacular. Llegamos a la formidable terraza llena de sillas, mecedoras y tumbonas de color blanco y azul oscuro. Había una monumental piscina cuadrada y al otro lado una casita con una pequeña cocina y un BBQ.
Las dos dimos brinquitos como niñas viendo a la enorme piscina. Pensamos al mismo tiempo que debíamos quitarnos el calor infernal que sentíamos y darnos un chapuzón. Nos quitamos las sandalias y los vaqueros y como dos locas nos tiramos a la apetitosa piscina.