Mientras tanto Carlos daba vueltas en su habitación, no podía creer que el tiro le había salido por la culata, el día anterior llegó a casa con la intención de hacerse el distante con ella e irse de casa para que renunciara a la estúpida idea de trabajar descuidando las tareas que le concernían y en lugar de eso ahora ella era la que se había ido.
¿Cuándo algo le había salido mal con ella? Nunca, desde el momento en que la vio por primera vez se propuso enamorarla y así fue, luego llegó el matrimonio y después, su hijo, nada de eso había sido solo porque sí, ella siempre fue un reto para él, se había propuesto domarla y por un tiempo lo logró pero ahora se preguntaba si de verdad lo había hecho.
Se sentía furioso, no esperó que ella reaccionara así la noche anterior pero se dijo que se le pasaría pronto, no esperaba darse cuenta de lo equivocado que estaba al no encontrarla en casa, lo único que lo tranquilizaba un poco era que seguro estaba en casa de sus padres pues no tenía otro logar a donde ir, él mismo se había encargado de ello.
Su teléfono sonó y contestó pensando que era ella, esa mujer nunca podría escaparse de él, lo amaba lo suficiente como para aguantar casa uno de sus arranques de histeria e idioteces.
—Hola, amor. —Se apresuró a alagarla. —¿Dónde estás?
—Eh… —Blanqueó los ojos al oír la voz de la inútil de Lucía. —Habla Lucía, Carlos.
Apretó la mandíbula con fuerza, ella sabía cuánto odiaba que lo llamara por su nombre, se lo había dicho muchas veces pero la chica parecía no querer entender y eso lo sacaba de sus casillas, a la vez que le recordaba a su dulce esposa.
—¿Qué quieres? —Gruñó, no había razón alguna para que lo llamase ya que ellos no estaban relacionados en el trabajo, era secretaria de recursos humanos.
—El señor Rodríguez quiere saber si su esposa se encuentra. —Eso lo enfureció aún más de lo que estaba, ese hombre estaba empeñado en que Andrea trabajara para él y la idea de tenerla en la oficina no le gustaba, no quería tenerla allí metida. —Porque habían quedado en que ella vendría hoy y no se presentó a la entrevista.
Oh no, eso sí que no. Pensó pero de inmediato la ira que tenía comenzó a disiparse, eso quería decir que la absurda idea de trabajar había quedado en el olvido.
—Dígale que Andrea ya no aceptará su propuesta pero que gracias y que estaré en la oficina en unos minutos. —Y colgó la llamada, sintiéndose ganador.
Andrea, mi dulce esposita, te mereces un premio por esto. Rió, se alistó y se dirigió a su trabajo, más tarde se encargaría de hablar con ella para hacerle saber que había tomado la mejor decisión. La vida le sonreía de nuevo.
Andrea encendió la radio del auto buscando alguna emisora que lograra calmar un poco sus nervios, la colocó a bajo volumen asegurándose de que no molestara al pequeño y arrancó rápido para así no arrepentirse de lo que estaba haciendo. No quería encontrarse con Carlos, pues sabía con seguridad que lograría convencerla de que no se fuera y por más que quisiese negarlo, si él se lo pedía no se negaría.
Sabía que le había dado mucho poder en ella, en los dos cortos años que llevaban de matrimonio siempre había tenido que ceder ante sus deseos, incluso antes, durante su noviazgo lo hiso y ahora se daba cuenta de que no debió dejar nada por él, todo fue demasiado rápido entre ellos, se preguntaba si seguirían juntos si ella no se hubiese dejado llevar por el amor que sentía por él.
Quizás no. Se dijo y sintió que le dolía el pecho, no podía imaginarse una vida en que no estuvieran juntos pues él siempre se encargó de mantenerla feliz, a su manera pero lo hacía, y eran justo esos pensamientos lo que la hacían querer huir, no podía creer que aunque no estuviera allí aun así tuviera poder sobre ella.
Fue entonces que se dio cuenta de que no tenía a donde ir, no podía ir a casa de sus padres porque no quería que se dieran cuenta de los problemas que tenía en su hogar pero tampoco tenía alguien más a quién acudir ya que en su afán por complacer a su esposo cedió a todo, llegando incluso a alejarse de esas amistades que la apoyaron siempre, las mismas que en muchas ocasiones intentaron persuadirla de que no se casara tan pronto puesto que era muy joven y tenía muchos sueños por cumplir.
—Debí haberles hecho caso. —Dijo en voz alta sin darse cuenta., sintiéndose mucho más rota.
Estacionó el auto a un lado de la carretera, apoyo el rostro entre sus manos y se permitió llorar, aún no lograba terminar de entender lo boba que había sido, se dejó cegar por el amor que sentía y ahora no tenía nada más, lo único era el hijo de los dos pero sabía que si él se lo proponía podría quitárselo.
¿Cómo he podido ser tan tonta? Se reprochó y con el corazón martilleándole con fuerza contra el pecho se desvió hacia el lado contrario, rogando porque fuera capaz de recibirla después de todo lo que había hecho y la discusión que habían tenido.