Estaba que echaba fuego de lo molesto en ese momento, la reunión fue un completo fiasco y aunque intentó sacarse de encima a esa mujer echándola de cabeza frente a la junta directiva al final no le sirvió de nada pues negaron su proyecto diciéndole que necesitaba aprender a escuchar, razón por la cual le habían colocado de compañera de equipo a la inútil de Sandra, estaba seguro de que tuvo que haberse metido en la cama de alguien para conseguir el trabajo porque hasta el momento no mostró ninguna de las destrezas que según, tenía y por las que la contrataron.
Nunca le habían negado un proyecto, por algo era el mejor en lo que hacía, todos y cada uno de sus trabajos habían sido aceptados desde el día en que comenzó a trabajar en esa empresa, no entendía porque de repente a los jefes les había dado por querer algo diferente cuando a él siempre la habían dado libre albedrío a la hora de crear. Y eso lo frustraba de sobremanera.
—Cálmate, Carlos. —La voz de la mujer no hizo sino molestarlo más, todos se dieron cuenta de que ella no trabajó en el proyecto que presentaron pero aún así no le dijeron nada y en su lugar habían dicho que no era suficiente. —Seguro que la próxima propuesta la aceptan, debes dejar de tomarte las cosas tan a pecho.
Por alguna razón que no entendió, la forma en que le dijo esas palabras hicieron que pensara en su esposa y lo comprensiva que había sido desde que la conoció, siempre dándole apoyo en todo, siempre mostrándose comprensiva con su trabajo, con lo idiota que podía llegar a ser algunas veces.
Pensó en la última vez que hizo algo por ella, ni siquiera recordaba cual era la última vez que la había sacado a cenar o solo llegó a casa y pasó un momento con ella sin tratar de dominarla, su relación cambió mucho desde que se casaron. Recordó haber discutido con ella porque no había encontrado la cena al llegar ese mismo mes, la había gritado e incluso humillado sin darse cuenta de que ella estaba enferma, no podía ni levantarse de la cama por lo mal que se sentía pero a él no le importó, solo estaba pensando en él.
—Déjame solo, Sandra. —Pidió, recordando que ese mismo día había estado a punto de engañar a su mujer en un arrebato de furia, lo único que lo contuvo de hacerlo fue cuando lo llamaron del hospital porque su padre la encontró hirviendo en fiebre y en el suelo de la sala.
Tenía una infección, hace días que se sentía con malestar pero él no le prestó atención, cada que ella se quejaba se encargaba de ignorarla como si no fuera importante lo que le estaba pasando. Se volvió loco al pensar en que podía perderla cuando él lo que quería era hacerla feliz, siempre tenerla a su lado, llegar a viejos juntos y ver crecer a sus hijos porque eso era lo que quería, una vida junto a ella.
—Vamos, podríamos terminar lo que estábamos haciendo antes. —Se sentó sobre el escritorio haciendo a un lado los papeles y la computadora. —Podríamos divertirnos mucho…
Ese mismo día se había encargado de saber cuáles eran los puntos de debía y no debía tocar con ese hombre que la estaba volviendo loca, además de lo que había escuchado por los pasillos de la empresa, al parecer mientras estuviera molesto con su esposa era mucho más receptivo, el problema era que pasaba furioso cada que discutía con ella y eso le dificultaría las cosas pero con ese proyecto en el que decían de trabajar ella se encargaría de poder lograr su propósito.
—Amo a mi esposa, Sandra. —Dijo él sin siquiera mirarla a la cara, se sentía avergonzado de lo que había pasado antes allí, sabía que eso acabaría definitivamente con su matrimonio porque Andrea jamás se lo perdonaría. —No voy a acabar con mi familia por una simple aventura de oficina.
Sandra quiso gritar ante esas palabras, no podía creer lo que le estaba diciendo pero lo que más le molestaba es que con un paso que avanzaban él retrocedía tres. ¿Cómo era posible que le estuviese costando tanto llevarlo a su cama?
—Ella no va a enterarse. —Prometió sentándose sobre él, estuvo a punto de lanzarla al piso pero esta comenzó a bailar sensualmente sobre su zona, desde que Andrea se enfermó no habían estado juntos así que el solo roce por encima de la tela lo encendió. —Podemos divertirnos mucho...
Mordió el lóbulo de su oreja mientras seguía con la acción, colocó las manos sobre sus pechos y comenzó a frotarlos. Joder, son mejores que los de Andrea. Pensó extasiado, siempre le habían gustado los pechos grandes y era lo único en que ella no lo había podido complacer.
—No… —La soltó con ese pensamiento, no podía hacerlo, no a ella.
Pero Sandra se lanzó por sus labios haciendo que terminara de perder la poca cordura que le quedaba, tres semanas sin sexo le hacían eso a un hombre idiota y él era uno más del montón, por más que juraba amar a Andrea no podía resistirse un poco. La mujer se alegró de que fuese tan básico porque así podría lograr su propósito.