Llegó a su casa poco tiempo después, estaba muy preocupado pues en el camino estuvo llamándola para avisarle de que iría a almorzar a casa pero ninguna de las llamadas tuvo respuesta por lo que se apresuró aún más en llegar. Al no encontrar el auto que le había dado para que se trasladara con mayor facilidad pensó en que lo más probable era que hubiese salido a comprar algo que necesitara, entonces se tranquilizó un poco y comenzó él mismo a preparar el almuerzo.
Recordó lo mucho que le encantaban a ella esos pequeños detalles, al principio de la relación él siempre se encargaba de alegarla con alguna sorpresa o con un simple detalle como aquel que estaba teniendo en ese momento y ella desde la primera vez le demostró cuanto le agradecía el gesto.
Terminó de hacer todo y sirvió, se sentó a esperarla para comer juntos pero los minutos comenzaron a pasar, no había señales de ella, no contestaba el celular. Se sentó a comer sintiéndose decepcionado, se había esforzado preparando algo que sabía, le gustaría y ella no apareció. Así debes de sentirte tú cuando yo no llego, Pensó, esas habían sido muchas veces.
—¿Dónde estás? —Preguntó a nadie en particular y tomó todo para volver ir a buscarla, miró su reloj, aún tenía tiempo.
Se dirigió a la casa de sus suegros, seguro que ella estaba allí, siempre que discutían era allí donde iba, esta no sería la excepción, después de todo María se había encargado de enseñarle algunos pensamientos arcaicos, como que los problemas de familia deben de quedarse en la familia y esto hacía que rara vez ella ventilara lo que pasaba entre ellos, por más problemas que estuvieran teniendo.
Llegó y al no ver el auto estacionado frente a la casa comenzó a alterarse pero quizás ella lo dejó en el estacionamiento así que bajó, se plantó frente a la puerta y tocó esperando a que ella saliera a atenderlo.
—Buenos días, oh, Carlos. —La mujer frente a él no era su esposa, era su suegra que parecía sorprendida de verlo. —Pasa, pasa, ¿y ese milagro que has venido?
Sonrío con condescendencia a la mujer y entró, miraba alrededor esperando escuchar a su mujer o a su hijo pero en su lugar se encontró con un silencio que lo estaba abrumando, si ella no estaba allí ¿entonces a dónde había ido? ¿y por qué no le contestaba las llamadas ni los mensajes?
—Andrea, ¿se encontrará por aquí? —La duda en su voz era palpable pero para aquella mujer que no vivía ni en cielo ni en tierra no fue importante. —He ido a casa y no estaba allí, pensé que habría venido para acá.
—No, hijo, Andrea no ha venido por aquí hoy. De hecho ni siquiera nos ha llamado, quizás salió a donde alguna amiga o está trabajando, creo que empezaba hoy en alguna empresa de no sé qué.
Él arrugó las cejas demostrando lo que pensaba acerca de aquel tema pero ella no le tomó importancia, su hija era inteligente y seguro tomaría la mejor decisión tanto para ella como para su matrimonio. Era una mujer muy tranquila a lo que su hija concierne, para ella lo principal fue siempre el matrimonio, la mujer nunca se realizó como quería hacerlo su hija por lo que o entendía su afán por llevarle la contraria a su marido.
—No… el trabajo era en la empresa que trabajo y ella hoy no se ha presentado a la entrevista. —Murmuró intentando adivinar donde se habría metido entonces. —Bueno, debo irme a trabajar. Adiós, suegra.
—¡Espera! —Lo llamó al verlo salir tan apurado, él se detuvo frente a su auto y volteó a mirarla. —¿No quieres almorzar algo? Hice suficiente para todos.
—No, suegra, tranquila. —Calmó él. —Yo he preparado algo de almorzar en casa, nos vemos luego.
Ella asintió pensando en que él no debió haber llegado a hace comida si tenía una esposa, no era justo para él llegar cansado y tener que ocuparse de las responsabilidades que le concernían a ella.
Mientras ella pensaba en lo mal esposa que se estaba convirtiendo su hija, su esposo observaba todo sintiéndose sumamente molesto, no sabía que había pasado entre su niña y ese hombre pero estaba seguro de que ella no estaba ningún haciendo las compras. Él le había hecho algo y ahora no sabía dónde encontrarla, conocía a los hombres de su tipo, por algo no estuvo de acuerdo con ese matrimonio, ni siquiera la entregó al novio porque no le parecía el hombre para su pequeña.
Ojalá me esté equivocando. —Susurró para si mismo a la vez que buscaba algo para vestirse, si las cosas eran como él pensaba seguro Carlos no la encontraría hasta que ella lo quisiera y él debía ir a darle el apoyo que necesitaba en esos momentos.
—¿A dónde vas? —Escuchó la voz de María y se sintió molesto, por culpa de ella era que su niña ahora estaba amarrada a un hombre que luchaba constantemente por arrancarle las alas, el mismo que la había encerrado en una jaula de oro para no dejarla volar como siempre había hecho. —¿Es que no piensas siquiera comer algo? He preparado tu favorito.
Se sintió molesta cuando no obtuvo respuesta de su parte, odiaba cuando las cosas entre ellos se ponían así de tensas, era algo que ella no podía soportar.
—Guárdamela en el horno. —Respondió a la vez que se colocaba los zapatos, ella estaba preocupada por el actuar de su marido. —No sé a qué hora vuelva, nos vemos más tarde.
Le dio un beso en la frente y salió de allí apurado dejándola mucho más confundida de lo que ya se sentía, no podía ser lo que estaba pensando, ¿o sí? ¿sería su marido capaz de engañarla con otra? No, esperaba que no.
Su esposo por el contrario tomó algunas cosas para llevarle a su pequeña y las subió en el asiento trasero del auto, si estaba donde creía, entonces las cosas con Carlos iban de mal en peor cada día. Y esperaba poder convencerla de romper ese matrimonio.