Por tu amor

Capítulo dieciocho

Ninguno de ellos parecía entender el porqué de las reacciones de las chicas, luego de la pequeña riña entre las dos parecía que cada quién había tomado su propio camino y la pequeña reunión de amigos para recordar viejos tiempos quedó en el olvido. O bueno, quizás no tanto así. Ronald tomaba en la barra mientras que la pareja que lo invitó en un principio iban de aquí para allá bailando como solo ellos sabían.

¿Debería irme? Se preguntó por quinta vez consecutiva. Había dejado de beber tanto como al principio de la noche y el estado de ebriedad que comenzaba a adormecerlo ya se le pasaba, además, se encontraba demasiado aburrido.

—¿Por qué siempre que llego te encuentras así? —Sandra se acercó. Se veía un poco agitada, lo  que él le adjudicó por la pequeña discusión de minutos atrás.

—No lo sé. —Dijo él encogiéndose de hombros. —Aunque la verdadera pregunta sería; ¿por qué llegas cada vez que me encuentro así?

Ella río bajito mostrando lo relajada que estaba en ese instante, lo que logró que él lo hiciera también. Había estado tan molesto con Andrea, consigo mismo y con la vida que no se permitió relajarse ni por un segundo desde hacía ya bastante tiempo, más incluso del que el resto creería.

Así pasaron las horas, todos se habían relajado luego de la discusión entre las chicas y para ese momento se encontraban los seis sentados juntos mientras que contaban algunas anécdotas que los hacían reír sin parar. Aunque la risa que destacaba por encima de las demás era la de Eduardo, tanto así que algunas personas sentadas a su alrededor habían volteado a mirarlos luego de que él comenzara a reír tanto que terminó soltando algunas risas.

—¿Y recuerdas, la vez aquella que… —tuvo que parar su oración para reírse de nuevo. —esa chica te preguntó si eras gay?

De inmediato todos soltaron sonoras carcajadas al saber por dónde iban las palabras del hombre.

—Sí. —Respondió de inmediato. Claro que lo recordaba, ese había sido uno de los días más divertidos y humillantes que recordaba.

—Jajajjajaja Igual lo voy a contar… —Fue cortado por Sandra.

—Ya todos nos sabemos esa historia…

—La chica se acercó nuestro amigo aquí presente, Carlos. —Lo señaló con él dedo, el aludido solo puso los ojos en blanco con obvia diversión. Contar esa historia en cada una de sus reuniones se había convertido en una especie de tradición. —Y le preguntó si era gay y el muy idiota le dijo que le demostraría su orientación. —Un coro de risillas se levantó sabiendo lo que venía. —¡El muy idiota la besó! ¿pueden creerlo? Pero lo que no se esperaba era que la chica tenía novio y el chico estaba furioso jjajaja ¡lo sacó corriendo por todo el campus de la universidad y tuvo que esconderse por dos semanas para al final terminar con un ojo morado!

—Bueno, bueno. —Interrumpió su esposa. —Tú estás un poco achispado y ya es tarde sí que creo que lo mejor es irnos.

Eso también era parte de la silenciosa tradición que ellos habían establecido. Siempre que Eduardo contaba esa historia Laura decidía que era momento de que se retiraran, era como su aviso de salida.

—Todavía no puedo creerlo, de verdad que eras idiota, Carlos. Y ahora míranos, los tres aquí. —abrazó a su esposa y le plantó un beso en la mejilla. —Con nuestras mujeres celebrando y recordando viejos tiempos.

—Eh, Eduardo… —Lucía estaba por comenzar a contradecirlo cuando el hombre se levantó de su asiento.

—Pero bueno, ya es tarde y debo complacer a mi esposa. —La aludida se sonrojó ante la insinuación del hombre lo que distrajo la atención de todos hacia ella. —Y ustedes deberían hacer lo mismo, ¡adiós chicos!

Los vieron alejarse hacia la salida. Minutos más tarde fue Ronald quien decidió ser el siguiente en irse y Lucía lo acompañó.

—Entonces… ¿Podrías llevarme a casa? —Sandra fue la primera en levantarse.

—¿Quieres volver ya? —Devolvió el en respuesta.

—No. Pero ya es tarde y tampoco quiero quedarme aquí, no es lo mismo cuando no están los chicos. —Asintió, tenía razón claro que la tenía y agradecía a la persona de arriba porque no se le estuviera insinuando de nuevo. Eso era más de lo que quería manejar.

—Bien, entonces vayamos a mi casa. Andrea ha salido a lo de sus padres y no quiero estar solo.

Ella asintió sorprendida por aquella invitación. Hace tan solo unas pocas horas la había sacado de su oficina y dejado claro que no quería nada con ella y ahora, ¿la estaba invitando a su casa? ¿Acaso no sabía él a lo que podrían darle cabida después de lo de más temprano? Porque la realidad era que como amigos o compañeros de trabajo habían cruzado los límites…



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En el texto hay: poder, amor, superacionpersonal

Editado: 16.09.2020

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