Los días siguientes al “incidente”, pasaron como cualquier otro, sin inconvenientes, ni cambios en mi rutina.
También comprobé lo que muchos afirman; que solo cuando ocurren incidentes desafortunados somos capaces de ver, a las personas a nuestro alrededor que se preocupan genuinamente por uno. Desdé las personas en la empresa, la familia del director, Ji-Yeon, Brooke e incluso personas que no sé cómo se enteraron de lo sucedido, se comunicaron para saber si me encontraba bien.
La interacción entre el director y yo, continúo como siempre. No estaba segura si se debía a la petición que le hice, pero, de cualquier forma, agradezco que los raros momentos entre nosotros terminarán.
No se volvió a tocar el tema, cada uno se dedicó a sus respectivos asuntos, sin embargo, debo admitir que era capaz de detectar cierta incomodidad en el ambiente. Pero no le tomé importancia, después de todo, lo primordial es hacer nuestro trabajo.
—¿Está hablando en serio? —preguntó el hombre frente a mí.
—Señor Stewart, ¿Creé que sería capaz de bromear con algo así? —señalé con seriedad.
El mencionado me miraba incrédulo, aun teniendo la evidencia de sus desagradables actos en sus manos, creí que todo se trataba de una broma.
—Usted sabe perfectamente cuanto valoramos la dignidad, el decoro y sobre todo la decencia —enlisté—. Y su reciente comportamiento transgrede por completo los principios tácitos de la empresa.
—Señorita Belmont, reconozco que pude haber hecho una que otra cosa que menciona ese informe, pero ¿No está siendo demasiado severa? —replicó.
—Si dejamos pasar esto, ¿Qué cree que pensaran los demás sobre nosotros? —cuestioné—. Nos catalogarían como una empresa que permite a sus trabajadores hacer lo que quieran, o peor aún, creerán que no tienen respeto hacia la misma.
Él parecía tratar de mantener la compostura ante mis palabras.
—Parece que olvida una cosa señorita Belmont, soy el encargado del área de producción así que ahora dígame usted ¿Qué creé que pasará si me despide? —advirtió con toda la confianza del mundo.
—Mmmm... No lo sé —respondí—. Supongo que tendré que lidiar con las consecuencias.
La sonrisa de autosuficiencia que hasta hace poco mostraba, se borró al escucharme decir eso.
—¡Hay un contrato! —gritó con desesperación—. ¡No puedes hacer esto!
«Después de todo, las cosas no se solucionarán de manera pacífica» pensé, cuando comenzó a gritar.
—Parece que lo olvida una cosa señor Stewart —le devolví sus palabras—. Dentro de la estructura de un contrato hay una parte llamada cláusulas, y si le echa un vistazo al suyo, descubrirá que sí, sí puedo.
—¡Mientes! Solo lo utilizas como excusa —se quejó.
—Señorita Morrison, por favor —ordené a la ahora exsecretaria del señor Stewart, que le entregará el contrato—. Página quince, séptima clausula, segundo párrafo, y ese solo es el inicio.
—¿Qué? —dijo mientras leía—. No puede ser...
—Nil Josef Stewart, desdé este momento su contrato terminó —declaré—. Tiene veinticuatro horas para organizar todo lo necesario para la siguiente persona que ocupará su puesto, desalojar la oficina y abandonar las instalaciones.
—¡Aaaaaaa! —gritó mientras tiraba las cosas que estaban sobre el escritorio, creando un desastre —¡Sin mí aquí, se irán a la ruina!
Yo por mi parte solo observé su rabieta en silencio, lo mejor en casos como este es mantenerse al margen, no servirá de nada si yo también comienzo a gritar y a hacer escándalo. Una vez que comenzó a calmarse, con toda la tranquilidad volví a hablar;
—Mi trato hacia usted, hasta ahora ha sido de lo más cordial, si desea que continúe así, entonces le sugiero que salga caminando por esa puerta con la poca dignidad que aún le queda, o de lo contrario me vere en la necesidad de pedirle a seguridad que lo acompañen a la salida.
El mencionado, con la cara roja y una mirada furiosa no se atrevió a decir nada más, únicamente se dedicó a obedecer.
—¿Está bien que se vaya así? —preguntó con evidente preocupación la señorita Morrison.
—No planeaba que sucediera así, pero tu misma fuiste testigo de su actitud —respondí—. Lo importante ahora, es que habrá muchas cosas por hacer, tú eras su secretaria así que imagino que estarás enterada de todo, ¿Puedo confiar en ti para que te encargues de ello?
—Por supuesto —contesto con una sonrisa.
—Gracias —dije, pero note que parecía dudosa de hablar—. ¿Sucede algo?
—Bueno... Es que usted se veía tan grandiosa hace rato —comentó—. Cuando el señor Stewart perdió el control e incluso cuando trató de burlarse, la señorita no parecía intimidada, se mostró firme y decidida, presenciar eso fue increíble.
«Que sorpresa, jamás había escuchado algo como eso» pensé.
—Solo hacía mi trabajo, además quién actuó mal desdé el principio fue el, y ya sabes lo que dicen “El que se enoja pierde”.
—El director debe estar orgulloso —soltó.
—¿Eh? —su comentario me tomo por sorpresa—. ¿Por qué lo estaría?
—Solo es un pensamiento, pero estoy segura de que todos lo creen lo que yo —expresó—. Que el director debe estar completamente seguro de poder salir de viaje, como ahora y saber que la señorita Belmont se hará cargo.
—Han sido largos años de aprendizaje, sería muy ingrato de mi parte si no dijera que todo es gracias a él —respondí sin más.
He pasado por situaciones similares en el pasado, no es como si fuera la primera vez. Al principio me costaba tratar con este tipo de escenas; personas perdiendo su trabajo, siendo reprendidos o exigiéndoles que cumplan con los plazos acordados.
Cuando veía al director hacerse cargo de estas cosas, llegué a pensar que no tenía corazón, por la forma tan fría en que les hablaba y la manera en que los miraba. Pero con el pasar del tiempo, y la experiencia adquirida entendí que lo mejor es hablar directamente, sin miramientos, ni concesiones.
—Me retiro, si necesitas algo sabes dónde encontrarme —me despedí, después de escuchar un «Gracias» de su parte, regresé a la oficina.
Una vez dentro, sentí un pequeño mareo que me hizo recordar lo que había olvidado, tomé mi celular para realizar una llamada.
—Señorita Belmont —saludo una voz al otro lado de la línea.
—Buenos días, doctor Williams, espero no molestar —dije.
—Para nada, en realidad esperaba tu llamada —contestó.
—Lo siento, he estado ocupada estos días —me excuse.
—No te preocupes, entiendo. Debo suponer, ¿Qué has tomado una decisión? —preguntó.
—Sí, me gustaría hacer una cita con la doctora Sandra, si está de acuerdo.
—Por supuesto, ¿Hoy estaría bien para ti?
—¿Hoy? —dije dudosa, pero ya lo había atrasado lo suficiente—. Si, por favor.
—De acuerdo, te enviaré la información.
—Muchas gracias, doctor Williams —me despedí, cinco minutos después de terminar la llamada, me llegó un mensaje del doctor con la hora y dirección.
La verdad, había estado atrasado el ir al obstetra. Estoy asustada, he hecho todo sola desde que mis padres fallecieron, pero por alguna razón me siento aterrada y ni siquiera sé de qué exactamente.
El resto del día transcurrió con normalidad, a la hora de la cita, simplemente le comunique a Angela y Ophelia que me iría temprano. Por suerte la clínica estaba a unos minutos de la empresa.
El lugar a simple vista es enorme, la fachada es igual a cualquier establecimiento de salud, pero una vez dentro, te invade la calidez, colores en tono pastel y una sensación de comodidad. Por donde quiera que miré, hay mujeres con voluminosos vientres, encantadoras sonrisas que irradian felicidad pura y unos asustados pero amorosos padres a su lado.
Una enfermera me guío hasta una puerta que tenía una pequeña placa dorada, Dr. Sandra Williams eran las letras que tenía grabadas.
—Me sorprendió cuando Eduard dijo que la cita era para ti —comentó la mujer mientras me aplicaba el líquido color verdoso en la parte baja del vientre.
—Tambien fue inesperado para mí —admití—. Fue hace unos días, el doctor Williams por supuesto la recomendó, pero estuve muy ocupada y hasta ahora me fue posible.
—No tienes que preocuparte, Eduard me informó que todo se encontraba bien. De hecho, llegas en el momento indicado, ya que la ecografía del primer trimestre que confirmaría el embarazo se recomienda realizar a partir de la séptima semana. Esto debido a que en la mayoría de los casos, ya es posible visualizar al embrión o escuchar los latidos del corazón —indicó.
—¿Los latidos? —pregunté con asombro.
—Así es, a partir de la sexta semana de embarazo ocurre la formación del corazón primitivo, por lo que se es capaz de escuchar el latido cardiaco fetal.
—Es asombroso —expresé.
—El corazón y los principales vasos sanguíneos comienzan a desarrollarse aproximadamente dieciséis días tras la fecundación, es decir, a las cuatro semanas de embarazo aproximadamente, y el corazón comienza a bombear líquido por los vasos sanguíneos en torno al día veinte posfecundación —agregó al ver mi rostro iluminado por la explicación.
—Mi conocimiento en diferentes áreas podría decir que es amplio, pero en lo que respecta a este, es limitado —reconocí.
—Es comprensible, sólo cuando nos vemos en la necesidad de aprender, es cuando surge el interés —señaló.
—Muy cier... —fui interrumpida por un fuerte «¡bum, bum, bum !».
En el momento en que ese sonido llegó a mis oídos, todo dentro de mí se sacudió con fuerza, lo escuchaba tan fuerte que me era imposible pensar en algo más. Mis ojos se llenaron por completo y comenzaron a derramar lágrimas, sin poder contenerlas.
Ese sonido era la confirmación de que un nuevo ser vivo se estaba formando dentro de mí, de que realmente estaba embarazada y que me convertiría en madre. La doctora me ofreció un lindo pañuelo blanco que tenía bordadas las iniciales de la clínica.
—Gracias —dije, con voz temblorosa por el llanto, ella solo asintió con la cabeza en respuesta.
—¿Ves esta pequeña bolita de aquí? —señaló la pantalla—. Pues es el causante de estos fuertes y sanos latidos.
«!Oh, por Dios!» pensé, era la cosa más pequeña que había visto en mi vida.
—¿No es muy enérgico para ser tan pequeño? —pregunté.
—El corazón de un feto late más rápido que el de un adulto, es posible escuchar de 120 a 150 pulsaciones por minuto en ese momento, lo cual es completamente normal —explicó.
Después de unos minutos, me incorporé y nos trasladamos a su escritorio, donde inició con el control del embarazo; tomó las medidas de mi peso, la presión arterial y programó la realización de unos análisis.
—Es necesario que comiences a prestar especial atención al cuidado de tu cuerpo —señaló—. Las primeras semanas son críticas para el correcto desarrollo del embrión, ya que continúa con la organogénesis, es decir, el desarrollo de todos sus órganos y sistemas del cuerpo.
—Entiendo —respondí prestando total atención.
—Es muy probable que de ahora en adelante comiences a sentir los típicos síntomas del embarazo como; un ligero aumento de peso, náuseas, cambios de humor, dolor de cabeza o fatiga, el aumento en las ganas de ir a orinar, entre otras —enlistó—. O en todo caso puede que llegues a sentir solo uno de estos o ninguno, lo que es normal.
En cuanto a la alimentación, te daré una lista con las cosas que puedes y no consumir, además de realizar una dieta sana con los nutrientes necesarios y sobre todo debes mantenerte hidratada, bebe mucha agua.
—Si, por supuesto —respondí.
—Cornelia —llamó la doctora, me miraba con intensidad, parece que trata de decir algo muy serio.
—La escucho doctora —dije, tratando de que continuará.
—El embarazó es una etapa de numerosos cambios físicos en el cuerpo de la futura madre. Pero estos no son los únicos que se producen, también, varían sus emociones lo que puede afectar a su vida familiar, social o laboral —expresó—. Por lo que siempre recomiendo acudir a un psicólogo perinatal.
Deslizó una tarjeta de presentación por la mesa en mi dirección, al tomarla pude ver que decía: Elizabeth L. Mathews, experta en psicología clínica, del desarrollo, familiar, entre otros.
Me sorprendió escuchar esto último, no sabía que era tan transparente, pero imagino que con tantos años de experiencia de la doctora Williams, no es difícil de detectar.
—¿Se dio cuenta, verdad? —inquerí, soltando un suspiro pesado.
—Son enormes cambios, a los que ninguna mujer está preparada y es completamente normal sentir miedo o ansiedad ante lo desconocido —explicó—. Muchas mujeres ante mi sugerencia reaccionan de manera molesta, mientras dicen no necesitar terapia. Entiendo que se sientan asustadas ante la idea de expresar sus sentimientos ante alguien completamente ajeno, y aunque yo crea que es necesario, al final son ellas las que deben tomar la decisión.
—Las entiendo, aún no le he contado a nadie sobre esto, siento que me juzgarán si lo hago —confesé—. Antes de venir, me sentía aterrada, caminaba con dificultad hasta creí que no llegaría, pero en cuanto puse un pie en la puerta, todo fluyó con normalidad y esa pesadez desapareció de mi cuerpo. Y hablar con usted en verdad, hizo que todo mejorará.
—Me alegra oír eso, desdé que te conozco sé que eres una persona con excelentes cualidades y grandes virtudes. Agradezco que me permitieras ser parte de este proceso, sabes que no eres cualquier paciente, eres familia —declaró—. Y quiero que sepas que no estás sola.
«¿Qué he hecho para merecer tanto?» me pregunté, y de nuevo las ganas de llorar se apoderaron de mí.
—Muchas gracias, señora Sandra —dije, ahora de manera más íntima.
—¡Oh, ven aquí querida! —exclamó poniéndose de pie y abriendo los brazos. Al abrazarla note que ella también había comenzado a llorar.
Sandra Williams, es la esposa del doctor y amigo cercano de la familia Xanthus, Eduard Williams. Por lo que, conozco a la pareja desde hace casi diez años que llevo trabajando en la empresa, como ellos y la familia del director son cercanos, básicamente están en todas las reuniones, festividades o eventos importantes, lo que ha generado que desarrolláramos una relación de amistad.
Luego de hablar por un poco más de tiempo, la consulta se dio por terminada, así que pasé a comprar vitaminas, suplementos y otras cosas que la doctora me recetó. Había una larga lista de compras, pero dejaría pendiente las que no fueran realmente necesarias o urgentes, para después.
Media hora más tarde, ya estaba de regreso en mi apartamento, el cual como siempre estaba solo. Me bañé para relajarme y al terminar me vestí con ropa cómoda. Puse las compras en la cama, así como la información que la doctora me acababa de dar, planeaba organizarla para prepararme y comenzar a implementar en mi rutina, cuando el sonido del timbre me interrumpió.
«¿Quién Será?» me pregunté, no estaba esperando a nadie y mis hermanos tienen un juego de llaves cada uno. Hice caso omiso, si era importante seguirán insistiendo y si no lo hacen, eso significaba que no. Pero si continuaron, así que tuve que ir a ver de quien se trataba.
—Director —dije al abrir la puerta—. ¿Qué hace aquí?
El mencionado, estaba parado frente a mi luciendo tan perfeto como siempre, vestía su típica ropa formal y elegante. Sostenía en sus manos bolsas que parecían de tiendas diferentes, debido a sus diseños.
—Señorita Belmont, ¿Puedo pasar? —preguntó.
—Oh, claro —dije saliendo de mi asombro y me hice a un lado para que pasará —. ¿Como es que esta aquí? ¿Por qué no me avisó que volviera hoy? Cuándo me dijo que no quería que lo acompañará al viaje, creí que se quedaría por unos días.
—Bueno, las cosas terminaron antes de lo previsto —respondió sin darle mucha importancia, para luego cambiar de tema—Casualmente pasé cerca de una cafetería y recordé tu gusto por las cosas dulces.
Colocó las bolsas en la mesa y después tomó asiento en la sala de estar.
—Gracias —dije sin poder resistir la tentación de mirar el contenido.
Eran diferentes tipos de postres, entre los que se encontraban; tiramisú, Cannolis, Amarettis, costrata, canestrelli y profiteroles, entre otros. Todo se veía delicioso, no pude evitar que se me hiciera agua la boca.
—Williams me dijo que le pediste una cita con Sandra —comentó sacándome de mi sueño de azúcar.
—Claro que lo hizo —murmuré.
—¿Y? —insistió.
«¿Está interesado en saber cómo me fue con la obstetra?» me pregunté, pero lo comprobé por su mirada expectante.
—Todo estaba en orden, me explicó las precauciones que debo tomar a partir de ahora y ...—me detuve pensando si debía decirle o no—. Bueno, escuche su corazón.
El director se quedó en silencio, solo me observaba.
—Te ves emocionada —soltó de repente.
—¿Lo parezco...? Para ser honesta, verlo en la pantalla, así como escucharlo, me ayudo a terminar de aceptar que es real, que en verdad está pasando. Y tal vez, pude que me halla emocionado —confesé.
—¿Lo has visto? —preguntó curioso.
—Si, de hecho, me han dado las imágenes de la ecografía, ya se las muestro —respondí, mientras caminaba en dirección a mi habitación.
Me percaté una vez que llegué, que el director me había seguido. Yo planeaba ir por las imágenes y luego regresar para mostrárselas. Pero ya había llegado a ese punto, no podía decirle que esperará afuera o en todo caso que no entrará a la habitación.
Como las cosas que traje de la clínica aún seguían esparcidas en la cama, me apresuré a moverlas. Lo que el director pareció entender como una cordial invitación para recostarse sobre la misma, por qué de inmediato se deshizo de su saco, de la corbata y por supuesto de los zapatos, para después tumbarse sobre la cama.
Yo sólo observé incrédula su acción, pero no dije nada. Me senté a su lado, sosteniendo el sobre con la información de la ecografía.
—El director será el primero a quién le presenté —dije con voz teatral, pasándole las imágenes.
—¿Qué se supone que estoy viendo exactamente? —preguntó, después de observarlas por unos segundos.
—El bebé —contesté—. Bueno correctamente hablando, embrión.
—¿Qué? Pero si es solo un punto —se quejó mientras la movía de un lado a otro, intentando encontrar un mejor ángulo.
—Son las primeras semanas, es normal que se vea así —expliqué—. La doctora dice que su tamaño es igual a un arándano.
—No me gustan los arándanos —hizo una mueca.
—Ja, ja, ja. —solté una pequeña carcajada—. Pero que dice, si lo he visto comerlos.
—Solo porque a ti te gustan —confesó, aún con su atención en la ecografía.
Los arándanos no son mis favoritos, pero si disfruto de la combinación de sabores; entre lo dulce y ácido.
«Jamás se me ocurrió que la razón de que el director comprará tantas cajas de jugo de arándanos era por mí» pensé. Sonará repetitivo, pero de verdad el director sigue logrando sorprenderme.
Él es el tipo de persona que es considerado y amable con aquellos con los que es cercano, nunca pensé en nuestra relación como algo más que laboral, por lo que puede ser esa la razón de que no haya notado esos pequeños detalles de su parte.
—¿Señor? —lo llamó al ver que se esfuerza por mantener los ojos abiertos.
—Perdón —dijo frotándose los ojos—. No he dormido en dos días.
Hace unos días, surgió repentinamente un inconveniente con uno de nuestros clientes, obligando al director a ir personalmente hasta otro continente. Y al parecer hizo todo lo posible para que se resolviera rápido.
—Con tu permiso —articuló, antes de que, con toda la confianza del mundo, me abrazará por la cintura y recargara su cabeza en mi vientre.
Su movimiento fue tan natural, a pesar de que es la primera vez que hace algo como eso, parecía como si lo hubiera hecho cientos de veces. No tuve tiempo de reaccionar, sólo me quedé observando con sorpresa, como se acomodaba para dormir. Pocos segundos después, siento como su respiración se vuelve más lenta y la fuerza del agarré de sus manos disminuye.
Es extraño, nuevo, e incluso incómodo, pero por alguna razón no siento la necesidad de alejarlo, no más bien, no puedo hacerlo.
Teniendo a mi alcance la cabeza azabache del director, no puedo resistir la tentación de pasar mis dedos sobre su sedoso cabello, acariciándolo con suavidad.
Desdé que recuerdo nuestra relación siempre se desarrolló de la misma forma; dibujando una línea invisible entre ambos. Tratando de mantener el profesionalismo ante cualquier circunstancia, por lo que no puedo creer que de un día a otro, tengamos este tipo de confianza.
Tal vez sea deba a es la única figura adulta a mi alrededor, alguien con un gran sentido de responsabilidad, que me ha enseñado, guiado y de alguna manera también, acompañado durante mis años de dificultad.
«Simplemente, es una persona digna de admiración» o es lo que quiero creer.
Siempre me ha fascinado la simpleza con la que dos personas pueden comenzar una relación, así como acercarse después de un acontecimiento inesperado. Algunos suelen llamarle destino, otros coincidencia, para el director y para mí, solo se trató de una elección.
Pronto se cumplirán diez años, desde que un profesor de la carrera me recomendó para realizar mis prácticas en una gran empresa, diez años desde que me encontré por primera vez con el famoso Luciano Xanthus y me convertí en su asistente.
Con eso en mente, cierro mis ojos, ya que el sueño también termina por vencerme.
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Editado: 30.03.2024