—¡Me niego a aceptar esto!
Fue lo que gritó el director, justo después de que le comunicará mi intención de abandonar la empresa.
Hoy desperté decidida a hacer lo que tantas veces e imaginado, me armé de valentía e hice mi mejor esfuerzo por no titubear una vez que estuve frente a él.
Le entregué mi carta de renuncia ante su mirada llena de incredulidad, mientras pronunciaba aquellas palabras que antes parecían tan ajenas y ahora se habían vuelto una realidad «Dejaré mi puesto como su asistente».
En un inicio, el director pareció no comprender la situación, se quedó en silencio mientras me miraba fijamente. Tardó un par de minutos en salir del shock, solo para decir que no había motivo alguno por el que debía aceptar mi renuncia.
—No, ¿Sabes qué? —gritó nuevamente mientras rompía la dichosa carta—. ¡No lo permito!
No pretendía molestarlo, pero necesité de mucha determinación para tomar mi decisión y ahora que por fin había pasado no iba a retractarme.
—Lo siento, señor. Pero recursos humanos ya está enterado de mi decisión —repliqué.
—¿Qué? ... Entonces hablaré con ellos y les diré que solo bromeabas —presionó el intercomunicador—. Ophelia, manda llamar a alguien de ...
Lo interrumpí presionando un botón para cortando la llamada.
—No puede hacer eso, en este momento ya deben estarla procesando, les pedí como un favor hacía mi persona que actuarán con rapidez —dije una verdad a medias, pues en realidad si se tardaría unos cuantos días para hacerse oficial.
—Déjame ver si entiendo bien ¿Tú solo me estás avisando que te irás? —su rostro lo decía todo, era una mezcla entre la confusión y el enojo.
—Por supuesto que no lo aré de inmediato, aún tengo mucho trabajo por hacer, así como organizar un sinnúmero de información y comenzar con la búsqueda para encontrar a su nuevo asistente —enlisté, el director por su parte suspiró con fuerza al escuchar me.
—¿Por qué? —preguntó serio con las manos en la cintura.
«¿Eh? Creo que cuando alguien renuncia las razones son obvias» pensé.
—¿Porque de repente? —insistió—. Si sólo ayer estábamos bien, o al menos es lo que creía.
La verdad es que mi decisión por dejar mi trabajo, la tomé luego de la cena que compartimos en mi casa anoche. Por lo que es comprensible que el director se cuestioné cuándo tuve tiempo para pensarlo.
Lo cierto es que hasta el día de ayer había continuado mi vida con normalidad, por supuesto tenía inquietudes respeto a lo que seguiría después, pero todo se aclaró cuando pasamos esa agradable tarde en la cual descubrí lo que necesito, pues solo hace falta un instante para que nuestros planes cambien.
—Usted me enseñó a no tomar decisiones al azar, a analizar cada pequeño detalle y ponderar entre la importancia de las situaciones —expliqué—. Así que debe saber que no haría algo como esto, si no estuviera completamente segura.
Él pareció analizar lo que dije, pero aún podía ver su entrecejo fruncido.
—¿Es por tu estado? —dijo luego de unos segundos, ya con más calma. Sin embargo, su pregunta pareció más una afirmación.
—Mentiría si dijera que no —respondí—. Solo me hizo darme cuenta de que necesito una vida.
Confesé aquello como si lo hubiera estado guardado en algún lugar de mi interior en espera para poder salir, hasta podría jurar que me sentí aliviada cuando por fin lo hizo.
—¿Qué se supone que tienes ahora? —inquirió levantando una ceja.
—No me malinterprete amo mi trabajo o al menos aprendí a hacerlo con el tiempo —admití—. Me refiero a una vida fuera de los edificios de esta empresa, quiero dejar de hacer cosas por los demás, de vivir a su ritmo y comenzar a pensar en mí —expliqué.
El celular del director comenzó a sonar, interrumpiendo, cosa que él ignoro y en cambio preguntó;
—Y para hacer todo eso que tanto deseas ¿Tienes que dejarme? —su voz de alguna manera sonaba apagada.
«Por la forma en que lo dice pareciera que no está hablando de trabajo y para ser sincera no sé qué responder a ello» pensé.
—Debería contestar —sugerí ante la insistencia de su teléfono, ignorando por completo su pregunta.
—¡Espero que sea importante o juró que te mataré cabrón! —le dijo a la persona al otro lado de la línea. Seguro que se trata de alguien cercano, de otro modo el director no usaría tal vocabulario.
Me había mantenido de pie durante toda la conversación así que comenzaba a cansarme, me di medía vuelta y caminé hasta el sofá.
Como mencioné antes, ahora que me iré tendré el doble de trabajo por hacer, por lo que en verdad espero que esta situación no se alargue más.
«Primero, debo realizar una lista con las cosas; por hacer y pendientes. Luego debo plasmar cierta información en una tabla, hacer unos gráficos y después un par de encuestas» repetía en mi cabeza intentando no olvidar nada.
Tiempo después, mientras estaba sumergida en mi trabajo sentí la presencia del director cerca mío.
—Podría subir tu sueldo ¿Cuánto te gustaría? —preguntó de repente.
—No, gracias. Con lo que estoy ganado ahora, me es suficiente —contesté, con mi atención en la computadora.
—¿Qué te parece ser la nueva encargada del área de producción? —propuso ignorando lo que dije—. No, ese es un puesto muy bajo, tal vez... ¿Vicepresidenta?
«¿Siquiera estará escuchando lo que dice? O ¿Pensando antes de hablar?» me pregunto.
Levanté la vista de la pantalla, al escuchar tal incoherencia, encontrándome con el rostro del director a sólo centímetros de distancia del mío.
Él se había sentado en una mesita que se ubica en el centro de la sala justo frente de mí, lo que provocó que mis piernas que estaba juntas debido a que tenían encima la laptop, quedarán entre las suyas.
La posición por la que había optado el director, lo hacía ver demandante, seguro de sí mismo e incluso, admitía que muy seductor. La forma de sus piernas, a cada lado de las mías, parecían estar acorralando me, daban la impresión de que no me permitiría volver a escapar, como hace un rato.
Editado: 30.03.2024