Porque eres perfecta

Capítulo VIII: Quiero casarme contigo

Me gustaría decir que el sonido de la alarma me despertó, pero en realidad fue un delicioso aroma que se coló en mi habitación.

Estaba ansiosa por descubrir al causante de ese espléndido olor que estimulaba mi sentido del olfato, pero antes tuve que hacer una parada en el sanitario. Una vez que terminé, salí de la habitación encontrándome con una insólita escena.

Había arreglos florales de camelias a donde quiera que mirará y una elegante decoración de globos en tonos rosas. Además, mi comedor estaba bellamente decorado con una variedad de platos y postres, que se veían deliciosos.

Mi departamento al ser moderadamente grande, su estructura es de concepto abierto, haciendo que tanto la cocina, como la sala y el comedor, estén en la misma habitación, los muebles son los que crean la división entre los espacios.

En la cocina, me encontré a mi hermano y al director teniendo lo que parecía una conversación.

—Hola —dije, tratando de llamar su atención.

—Buenos días —saludó el director y jaló una silla del comedor como una clara invitación para que tomará asiento—. ¿Te apetece desayunar?

—Si por favor —respondí, sentándome—. ¿Tú preparaste esto?

—Tuve un poco de ayuda —contestó, mientras se sentaba a mi lado.

—No pretendía dejarlo entrar, pero me ofreció helado para el desayuno —explicó mi hermano.

—¿No te gusta? —preguntó el director con preocupación—. Es parte de la celebración.

Seguramente se refería a que ayer fue el día en que se cumplieron diez años, desdé que inicié a trabajar para él.

—No —pronuncié, luego me di cuenta de que no respondí de forma correcta—. Quiero decir, que no, si me gusta.

Estaba por iniciar a comer, cuando miré que en el plato de Enzo solo había pastelillos, galletas, frutillas con crema y por supuesto, un tazón de helado.

—¿Comerás eso? —le pregunté, pues no eran solo postres o dulces lo que había en la mesa.

—No me cuestiones a mí, díselo a quien lo trajo —contestó con la boca llena de chocolate.

«Lo compró con dulces» pensé, cuando vi que el director solo levantó los hombros ante el comentario de mi hermano.

—Estuvo delicioso, es una pena que no pueda terminarlo todo —comenté cuando ya no pude comer más—. Iré a vestirme, no debemos llegar tarde, hoy la señorita Dursun se presentará en la empresa.

—Imposible —dijo el director, evitando así que me levantará de la silla—. Porque en veinte minutos tenemos que estar en el aeropuerto.

—¿Cómo? ¿El aeropuerto? —cuestioné sin entender, debido a que en la agenda no había algo como un viaje—. No sabía que surgieron asuntos fuera de la ciudad.

—Es porque no se trata de trabajo, hice una reservación para cenar y si no nos apuramos, podríamos perderla —explicó.

—Are las maletas —indicó Enzo, yéndose a su habitación.

«¿Eh? ¿Dijo Maletas?» me pregunté, incrédula por la actitud de mi hermano.

—No sé qué es lo que se traen, pero tenemos trabajo —señalé, poniéndome de pie—. Además, ¿Qué le diría a la señorita Dursun?

—Por el trabajo no te preocupes, la empresa no quebrará si no asistimos y por la chica, estoy seguro de que entenderá —explicó con toda la calma del mundo.

«Entenderá ¿Qué cosa? ¿Qué de repente se le ocurrió la idea de llevarme a no sé dónde?»  pensé.

—Ve a vestirte linda, recogeré los platos —agrego, depositando un beso en mi frente.

Sin más opción me fui a mi habitación. Encendí rápidamente el ordenador para enviarle un correo a la señorita Dursun, en el cual le ofrecía una disculpa y reagendaba para el lunes la reunión.

Como no sabía a donde iríamos, opté por un atuendo formal, pero con un toque elegante; una blusa de manga abullona en color blanco, un top sin tirantes de color negro estilo corsé por encima, un pantalón de vestir de tiro alto y un saco, ambos de color beige. Una coleta en el pelo, zapatos de tacón bajo, de color negro y accesorios para complementar.

Cómo escuché que Enzo dijo que empacaría, así que hice lo mismo. Es viernes, por lo tanto, asumiré que estaremos fuera todo el fin de semana.

Una vez que estuvimos listos, salimos en dirección a el aeropuerto de la ciudad y como el director dijo, estuvimos ahí en veinte minutos.

—Buenos días —saludaron los encargados de llevarnos a el “destino secreto”.

—Señores —se dirigió el director hacia el piloto y al sobrecargo del avión privado.

Mi hermano y yo también saludamos, al subir al avión detrás del director. Nos sentamos uno frente al otro y Enzo al otro extremo o más bien se acostó.

—¿No me dirá a dónde vamos? —pregunté, esperanzada de que esta vez me dijera.

—Iremos a cenar —respondió sin más.

—Eso fue lo que dijo, a lo que me refiero es ¿En dónde cenaremos? Que tenemos que ir en avión —insistí.

El director se levantó de su asiento y se acercó al mío, luego se inclinó lo suficiente para que nuestros rostros estuvieran a solo unos centímetros de distancia.

—A la ciudad del amor —susurro en mi oído, haciendo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo.

Tragué saliva con fuerza al escucharlo y miré a Enzo para comprobar si nos había visto lo que acababa de pasar, pero él tenía audífonos puestos y los ojos cerrados. Cuando regresé la vista al frente, el director ya se había sentado nuevamente y sonreía complacido.

Después de eso, ninguno de los dos volvió a decir palabra. Para entretenerme, navegué en internet, comí unos refrigerios, leí unos capítulos de un libro que tenía empezado y que por el trabajo no lo había podido continuar, y también dormí cuando no pude contener el sueño.

Al cabo de unas cuantas horas el sobrecargo anunció que estábamos por llegar. Solo entonces pude saber nuestro misterioso destino y resultó que el director dijo la verdad cuando se lo pregunté antes.

Al aterrizar a “La ciudad del amor” como es conocida, un auto ya nos esperaba. Nos llevó a la primera parada; la avenida más grande de la cuidad, la cual es considerada una de las calles más famosas del mundo, donde según la historia, se encuentra el monumento construido por órdenes de su entonces emperador. Se caracteriza por grandes edificios históricos, restaurantes, así como tiendas de lujo, importantes teatros, cabarés, cines y algunos grandes almacenes.




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