Porque eres perfecta

Capitulo IX: Te necesito

—Quiero casarme contigo, si aún me aceptas —declaré con voz temblorosa, temía de su reacción.

Luciano abrió la boca, pero antes de que pudiera hablar lo interrumpí.

—Por favor déjame hablar. Sé que antes dije que no y no te culparía si no quieres escucharme, pero al menos permíteme decirte la razón —pedí, él asintió con la cabeza—. La verdad, es que tengo miedo. Estoy asustada, no de ti, pero si del futuro, lo cual es ilógico ya que he pasado por tanto que en este punto ya debería estar acostumbrada, pero no es así, cada vez es aún peor que la anterior y el miedo es igual de real. Cuando me enteré de mi embarazo, hice como si no ocurriera nada, pero estaba aterrada por dentro, no sabía que pasaría ni lo que haría y entonces, me propusiste matrimonio y en vez de sentir que un peso se me quitaría de encima, solo pensé que te estaba arrastrando a mis problemas.

—No debes de sentirte culpable por eso, la decisión fue mía, si yo no hubiera querido involucrarme en tus asuntos, entonces no habría empezado esto —señaló Luciano.

—Solo ahora lo entiendo, pensé que estar contigo mancharía tu imagen por esa razón creí que lo mejor sería no permitir que nuestra relación avanzará más —hice una pausa para darme el valor para decir las palabras que estaban atoradas en mi garganta—. Pero yo te necesito ... Lo siento, al final no soy tan fuerte como crees.

En todo este tiempo no había parado de llorar, las lágrimas salían sin poder detenerlas. Luciano no decía nada solo permanecía en silencio, estático y de pie en el mismo lugar. Entendí su comportamiento, no hacía falta que dijera algo.

Pensé que lo mejor era marcharme, así que me di media vuelta con el plan de caminar hacia la puerta, sin embargo, sentí su mano sostener la mía y sin darme tiempo para reaccionar, Luciano me jaló hacia él.

—Dejarte ir nunca fue una opción —susurro con su frente pegada a la mía—. Yo también te necesito, así que permanezcamos juntos y usémonos el uno al otro.

Sonreí al escuchar eso, por un momento pensé que había terminado. Esa noche me prometí hacer lo necesario para compensar y retribuir su benignidad. Cuando fue hora de ir a casa, Luciano no tenía deseos de despedirse, la única forma en que logré convencerlo fue prometiendo que desayunaríamos juntos la mañana siguiente.

Enzo estaría fuera hasta muy tarde porque hoy tocaría con la banda. Pensé que lo mejor sería hablar lo más pronto posible con mis hermanos, especialmente con él. Aunque tuvimos una conversación anteriormente sobre el futuro, aún temo de su reacción.

—¿Por qué no pareces contenta de ver a tu prometido? —preguntó a penas abrí la puerta.

Esta mañana me desperté gracias a las cinco llamadas de mi ahora prometido, el cual decía estar en la puerta, en espera de que la bella dama que dormía cómodamente le abriera o de otra forma tendría que derribar la puerta y despertarla con un beso.

Soy una persona a la que le molesta que la despierten temprano cuando no tiene planes.

—Sera porque acordé con mi prometido vernos a la hora del desayuno y no a las 5:40 de la mañana —señalé con obviedad—. Ya no trabajo más en la empresa.

—En realidad aún no hacemos el anuncio, así que todavía no es oficial —concluyó.

—Tu solo quieres tenerme ahí —asumí.

—Me atrapaste —dijo divertido—. Dicen que tener una vista agradable mientras trabajas mejora tu rendimiento.

—¿Quién lo dice? —quise saber.

—Yo —contestó pícaro, no pude evitar sonreír al escucharlo.

—Bien, iré a vestirme —anuncié—. No me tardo.

Elegí unos jeans rectos, un top sin mangas en color blanco, un saco rosa con un sutil estampado a cuadros. Para el peinado, solo recogí la mitad de mi cabello y coloqué un moño rosa, que le agregó un tono romántico y distintivo a mi atuendo. Un bolso y zapatos de tacón bajo, ambos de color nude y, por último, pero no por eso menos importante, los pendientes que Brooke me regaló.

Mientras me vestía noté que los pantalones empiezan a quedarme apretados, lo que me hizo pensar que en cualquier momento tendré que comprar ropa nueva, en una o dos tallas más.

—La mano —pidió Luciano, una vez que estuve lista.

—¿De qué se trata? —pregunté, ya que parecía serio.

—Solo quiero ver tu mano —explicó—. ¿Puedo?

Asentí con la cabeza y le mostré mi mano como pidió. Entendí enseguida que él solo quería asegurarse de que trajera el anillo.

—¿Creíste que me lo quitaría? —cuestioné.

—No, pero no negaré que si se me cruzó por la mente —respondió con honestidad.

—Es demasiado hermoso para estar guardado, quiero que todos lo admiren —expresé mientras veía la brillante joya en mi dedo anular.

Se trata de un tradicional diamante de corte redondo, de oro blanco con detalle de halo de zafiro. En diseño Art Deco octagonal, con un contorno de diamantes brillantes más pequeños que hace resaltar su diamante central.

La joya tiene un estilo único, elegante y antiguo «Como una pieza digna de la realeza» pensé.

Sacándome de mis pensamientos, Luciano tomó mis manos y las guío hasta sus hombros, luego sostuvo mi cintura atrayendo me hacía él.

—Hola —dijo con voz dulce, como si fuera este y no hace quince minutos, nuestro primer encuentro.

—Hola...—pronuncié también, sin embargo, mi voz se escuchó como un murmullo, debido a que Luciano se inclinó para depositar un beso en mis labios.

Al llegar a la oficina saludé a Ophelia y Ángela, quienes me preguntaron el motivo de mi ausencia, les expliqué que dejaría la empresa por motivos personales y que pronto se haría el anuncio. Ellas me desearon sus mejores deseos para mis próximos proyectos y felicidad en esta nueva etapa.

—¿Y la señorita Dursun? —le pregunté a Luciano, cuando entré a la oficina después de mi charla con las chicas.

—En su oficina —respondió sin interés, mientras revisaba unos papeles.

«Que raro» pensé, imaginé que al igual que yo, ella también se quedaría aquí. No debería preocuparme por eso, no es mi asunto.




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