Ella está ahí, sentada en la silla de ruedas que su padre le obsequió, su mirada esta fija en el suelo, de vez en cuando sus dedos se mueven involuntariamente unos cuantos milímetros, lo que sea que este recordando o que este imaginando la mantiene absorta y despierta.
De nuevo ha dejado de comer, eh estado intentando con avena o gelatina, pero ya ni siquiera prueba un bocado, su figura se ha vuelto esquelética, para evitar que se desnutra tuve que aprender a suministrarle sueros.
Tomo mi cuaderno de dibujos, hojeo las paginas, en cada dibujo esta ella, en cada uno puedo ver reflejado su agravamiento, cada vez más delgada, mas pálida, sus ojos menos vivos y con ojeras más grandes y oscuras, menos ella.
Llego al último dibujo y continuo, tomo la hoja en blanco y comienzo a hacer el bosquejo de ella, a perfeccionarla, sombreando con mucho cuidado, estilizando cada detalle hasta que el dibujo se convierte en ella.
- Recuerdas que antes siempre querías ver mis bocetos – le digo acercándome – cuando no quería que los vieras me los quitabas y los mirabas de todos modos.
Ella no se mueve, como siempre.
- A veces me regañabas por solo dibujarte a ti, me decías que dibujara cualquier otra cosa, pero yo seguía dibujándote a ti.
Me arrodillo frente a su silla, me coloco justo frente a ella, pero, a pesar de que mis ojos se encuentran con los suyos, ella no puede verme, sigue ahí, tan ausente.
- Mírame – le suplico – por favor, solo mírame.
Nada, ni un movimiento, desesperado, golpeo la silla con fuerza para hacerla reaccionar, pero ella no se inmuta, nada indica que se haya percatado de lo que hice.
- Eres cruel – le digo llorando – todos los días me torturo a mí mismo, me reclamo, porque se bien que ese día no debí haberme ido sin ti, no debí haber estado lejos tanto tiempo, no debí abandonarte por una tontería.
Veo como de su bello rostro caen lágrimas, aunque la verdad, ahora dudo mucho que llore por lo que le estoy diciendo, ella ni siquiera puede oírme.
- Ese día me gritaste que me fuera, dijiste que no querías verme más y que no me necesitabas a tu lado, y yo, como un idiota me largue, te deje llorando sola, no sé en qué estaba pensando.
Sus labios tiemblan, como si estuviera luchando consigo misma por hablar, me levanto y le doy la espalda para que no vea cuan débil me siento.
- No debí haberme ido, pudimos haber solucionado las cosas, pero me sentía herido, pensé que, si me iba por un tiempo, tal vez reflexionarías…, ambos lo haríamos, y ambos podríamos volver a como era todo antes…
Vuelvo a verla, sus espasmos han cesado, sus ojos verdes siguen fijos en otro lado, me acerco y retiro un mechón de su cara y lo pongo tras su pequeña oreja, mi mano se mantiene en su mejilla, con el pulgar acaricio su rostro de porcelana, deseando que ella sepa que estoy con ella.
- Vuelve a mí, aquel día jamás quise decirte adiós, las únicas palabras que trataba de decirte era que te amaba, que te amo, por favor, vuelve a mirarme, al menos di que me escuchas, que mis esfuerzos no son en vano y oyes cada palabra, necesito que vuelvas para que me perdones, para decirte cuanto te amo.
Lentamente me acerco a ella y beso su frente, pensando en la última vez en que la había besado, mucho antes de que pasara esto; ella se estremece al sentir mis labios, o al menos, eso creo yo.
- Sé que estás ahí, y no dejare de intentarlo, hasta que vuelvas por completo.