Porque tú lo querías así

⟡ Capítulo 29 - Solo quedan despedidas ⟡

La sala de espera en el hospital está llena, Kant, Marc, Ed y Sam llegaron hace poco. Catalina llora en brazos de Kiran, y aunque ni el ni yo estamos llorando, sé que a ambos nos ha afectado mucho la muerte de Nori. — Lua —Levanto la mirada del suelo ante el llamado— Dicen que debe ser un familiar el que realice los papeles del hospital.

Sam se ha ofrecido a realizar los papeles referentes al funeral de Nori , pero era visto que no podría hacerlos todos al no ser familiar directo de la pequeña.

— Si quieres puedo pedirle a Kiran —Miro al hombre que abraza a su esposa intentando ser fuerte por ella, aunque sus ojos muestran el dolor de un padre que acaba de perder a lo más valioso de su vida.

— Lo hago yo, no hay problema —Me levanto del asiento siguiendo a Sam. Mi mirada perdida en su abrigo negro rodeado de paredes blancas y ese olor característico a medicina que tienen todos los hospitales, me detengo cuando voltea a verme parándose frente a una puerta, un pequeño cartel avisa que estamos en la morgue.

Entro y lo primero que veo es un pequeño cuerpo cubierto por una manta blanca sobre una camilla fria de metal, me pregunto si tendrá frio, pero sé que es algo muy tonto pensar de esa manera. Ella se ha ido, lo sé desde anoche, cuando la vi en su cama recostada, parecía estar durmiendo, su rostro tenia una expresión relajada, pero recuerdo el miedo que invadió mi cuerpo y la tensión de la habitación que aumentaba con cada paso que daba al acercarme a la pequeña cama, el tacto frio que sentí cuando toque su mejilla terminó de destruir lo poco que quedaba de mi.

Negué con la cabeza resignado a la idea de que se marchó en ese momento, pero Suvan no, me apartó con desesperación descobijandola y abrazando su pequeño cuerpecito sin vida, suplicando por que llamaran a emergencias, Catalina cayó de rodillas al piso mientras Kiran temblando marcaba tres números en su celular, que no importa cuánto demorarán o si se teletransportaran solo para ayudarla, ya era tarde. Yo no pude hacer nada, no me moví hasta que la ambulancia sonó a lo lejos y bajé para abrir la puerta.

Después de algunas horas, aquí estoy, de pie frente a una caja de madera que contiene el cuerpo de mi pequeña hermana, la niña que hace tantos años me sonrió sin conocerme, la pequeña que me hizo sentir como en casa cuando estaba en un lugar desconocido para mi, el pequeño rayo de luz que iluminaba mi corazón en días oscuros, y aunque todo esto parezca cursi, eso era ella para mi, la pequeña que me reconfortaba con su brillo. Parece dormida, le han puesto un vestido de color morado oscuro y un ramo de rosas blancas en sus manos. Acomodo el pequeño mechón morado apartandolo de su mejilla sintiendo el frio de su piel.

Te extrañaré mucho pequeña. —Son las palabras que cruzan por mi cabeza cuando la veo. Por algún motivo me siento calmado cuando me alejo del ataúd, veo a Catalina quien ha dejado de llorar, pero Kiran sigue abrazandola por los hombros, Kant, Ed y Marc están sentados con la cabeza agachada cada uno en su mundo, nunca pensé verlos asi de silenciosos; Sam me palmea la espalda cuando me siento a su lado y yo solo puedo disimular una mueca que parezca sonrisa por unos segundos, él puede leerme, lo sé, porque es tal como lo hacía Salome.

Todos nos ponemos de pie cuando la misa termina, cierran el feretro y casi enseguida comienza a bajar. La realidad cae sobre mi como un balde de agua fría cuando el estado de shock desaparece, lo que he estado bloqueando todo el día llega a mi cabeza haciendo que me de cuenta de la verdad, no volveré a escuchar su voz, sus pasos por el pasillo ya no estarán cada vez que despierte, ya nadie llegará a medio día a hacerme compañia por la tarde, nadie me contará sobre libros que ha leido, y sobre todo, no podré verla sonreír de nuevo, no podré escucharla reir cada vez que Suvan y yo discutimos sobre a quien quiere más o cada vez que Kant o alguno de los chicos hace alguna boberia frente a ella. Ya no voy a poder estar con ella, porque se fue y nunca más volvera y por más egoista que suene quiero que se quede conmigo pero ya no es como aquella vez que se fue una semana al campamento de verano cuando tenía 10 años, esta vez no va a regresar y la culpo, no por irse, sino por no haberme hecho olvidar como era vivir sin su presencia.

Catalina se hecha a llorar de nuevo cuando los trabajadores echan la tierra sobre el la caja de madera, Kiran al final no resiste más y deja caer las lágrimas que estuvo conteniendo todo el día. Kant lanza unas flores moradas al hueco de tierra al mismo tiempo que se muerde el labio del lado en el que debería estar su piercing, intenta disimular cuando seca unas cuantas lágrimas que caen por sus mejillas. Ed está sentado con la mirada hacia el cielo junto a Marc que imita su acción.

—No vemos, pequeña —susurro sintiendo mi garganta doler y mis ojos amenazando con llorar, pero no sucede, las lágrimas se estancan en mis ojos negándose a salir, doy media vuelta y empiezo a caminar por el sendero del cementerio, llego a un pequeño parque lleno de flores y bancas sentándome con la cabeza hacia atrás admirando al cielo, está despejado, mostrando un color azul intenso sin una nube en él. Siento la presencia de alguien sentándose a mi lado, Sam.

— Es un día muy bonito ¿No lo crees? —digo pero no oigo respuesta de su lado —Deberia estar lloviendo, como en las películas cuando muere alguien.

— Lua… — Pero ella ahora está allá, —interrumpo— Haciendo que todo se vea mucho más brillante y hermoso

— Lua, ¿no crees que ya es suficiente?

— Ella pensaba que yo era valiente —Justifico—. No puedo llorar por esto.

— Llorar no te hace menos valiente

— ¡No lo haré Sam! —Siento mis ojos arder y un nudo en la garganta hace que mi voz se quiebre—. No puedo recordar este día como algo triste, ella ya no sufre y eso es bueno ¿No? —digo intentando no sonar desesperado.




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