En la Mansión Celestite reinaba un silencio profundo durante la noche, mientras que la luz de la luna iluminaba los alrededores. Gianna se deslizó con cuidado fuera de su cama y se envolvió en una capa negra. Después de verificar que todas sus compañeras estaban profundamente dormidas, se aventuró por el pasillo con el corazón latiendo con fuerza. Con sigilo, salió de su habitación y cruzó el jardín en dirección a la cabaña de Ethan, el apuesto joven que había conocido la noche anterior.
Al llegar a la cabaña, observó una tenue luz en su interior. Tras tomar aliento, tocó suavemente la puerta. Al no recibir respuesta, decidió abrirla lentamente y entrar. Encontró a Ethan dentro, sin camisa y con pantalones holgados, fumando un cigarrillo junto a una mesa de madera donde reposaba un cuaderno con un dibujo a medio terminar de una hermosa joven que guardaba un gran parecido con Gianna.
—Sabía que vendrías, —dijo Ethan sin apartar la mirada del cuaderno.
—¿A qué te refieres? —preguntó Gianna algo confundida.
Ethan dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia ella. —Tu poder es único. No eres como las otras brujas aquí. Hay algo en ti que aún no has descubierto, —continuó mientras apagaba su cigarrillo.
—No entiendo... Apenas estoy comenzando a aprender. Hasta hoy pensé que era una chica normal —respondió Gianna dubitativa.
Ethan se inclinó hacia adelante, mirándola fijamente. El color verde de sus ojos le daba una nueva esperanza al joven. —Hay muchas cosas sobre ti que desconoces; aspectos muy arraigados en tu ser. Y yo... Ethan se detuvo y suspiró— yo tampoco soy lo que aparento.
—¿A qué te refieres? —preguntó Gianna sorprendida.
—Seguramente has escuchado que soy un demonio. No uno maligno, pero tampoco totalmente bueno.
—¿Cómo puede ser eso posible?
—Todos guardamos secretos, Gianna, incluso la señora Davis. Y tú secreto es que posees un antiguo y olvidado poder como bruja. Simplemente aún no lo has descubierto.
—Estoy confundida... —susurró Gianna con voz entrecortada.
Ethan se acercó a Gianna con una mezcla de intensidad y ternura en su mirada. Sus ojos recorrían cada detalle de su rostro, desde la delicada curva de su nariz perfilada hasta el suave color rosado que adornaba sus mejillas. Finalmente, tomando su mano con una suavidad inesperada, dijo:
—No necesitas comprenderlo todo ahora mismo, pero quiero ayudarte a descubrir tu verdadera identidad. Quizás juntos podamos encontrar un propósito en nuestros destinos entrelazados. —Su voz, cargada de una promesa silenciosa, resonaba con una mezcla de vulnerabilidad y determinación, dejando a Gianna con el corazón latiendo aceleradamente.
Gianna observando los ojos brillantes de Ethan, sintió miedo pero también esperanza. Con voz suave respondió:
—Está bien... Confío en ti Ethan; ayúdame a comprender quién soy realmente y qué puedo hacer.
—Lo haré, Gianna —afirmó Ethan mientras compartían una mirada intensa, conscientes de que sus vidas estaban conectadas de formas aún desconocidas por completo. Ahora debes irte... No quiero causarte problemas por mi causa.
—Entendido, pero necesito ayuda para volver arriba, —dijo sonriendo Gianna.
De manera repentina, Ethan rodeó a Gianna por la cintura con una sonrisa enigmática, acercándola un poco más a él. —Cierra los ojos, — le indicó con una voz que era a la vez suave y firme.
Sin dudar, Gianna obedeció, sintiendo una extraña mezcla de anticipación y confianza en el demonio que la sostenía. Apenas había cerrado los ojos cuando un viento cálido la envolvió, como si el aire mismo la llevara en sus brazos. La sensación de velocidad y ligereza la hizo sentir como si estuviera flotando.
En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, todo terminó. Cuando Gianna volvió a abrir los ojos, se encontraba en su habitación, sola. La familiaridad del espacio contrastaba con la ausencia de Ethan, quien parecía haberse desvanecido en el viento tan rápido como había llegado. Su presencia, sin embargo, aún parecía palpitar en el aire, dejando a Gianna con un nudo de emociones contradictorias.