-Solo sé que es hermano de Dewey, espero que le encuentre pronto o me veré obligada de irme sin mi cometido. Me es indispensable encontrar a ese chico-
Su postura cambió a ser más recta, cerró sus puños con fuerza. En su rostro, se denotaba como no se le podía contener la sonrisa y me extrañé de su advenedizo comportamiento.
Le vi insólita, al ver mi locución soltó divertido -Yo soy ese chico que buscas- Soltó con orgullo.
Mi cara pasó a ser insólita a asombrada en un mili-segundo, no podía creer que todo este tiempo le tuve en frente sin siquiera percatarme. Quería saber aún más de todo lo que él significaba así que está vez no me callé.
-Cuéntame por favor ¿De quién es esa carta?- Pregunté ansiosa, mi cuerpo giró dándole toda su atención, mis brazos abrazaron mis rodillas y todo denotaba lo contenta que en ese momento me encontraba. Por fin lograría lo que vine a buscar.
-¿Qué ganaré si te cuento?-
-¿Ah?- Pronuncié confundida.
-He dicho, ¿Qué ganaré si te cuento?- Repitió
-Que si, te he escuchado, pero a que te refieres con eso ¿a caso quieres algún pago por decirme un simple nombre?- No me creía que me estuviera chantajeando.
-Primero que nada un simple nombre no lo es, te ha hecho viajar hasta aquí y segundo, algo tengo que ganar con todo esto ¿no es así?-
-Vale, que quieres- Espeté desesperanzada.
-El cuarto de noche que me habías permitido pasar contigo, está por terminar y ha sido la noche más especial que he vivido en mucho tiempo, solo quisiera asegurarme que si lo deseas, nos veamos al menos, una vez más.-
No supe que decir al respecto, me había dejado callada, con unas pocas palabras. Pero lo que era peor, la simple idea de que quería volver a verme me electrizo el corazón como si jamás hubiera latido tan rápido en todos los años de vida que llevaba.
Había pasado la noche de sonrisa en sonrisa, sabía de antemano, que eso no era una buena señal. Al menos para lo que mi vida significaba.
Sentir las cosas que sentía aquí, me haría comparar la vida que llevaba en mi país y jamás estaría dispuesta a discutir eso.
Tenía un huracán en mi interior que arremataba con sacarme la cordura; sus ojos expectantes no hacían más que intensificar esto que llevaba dentro y su sonrisa terminó por matarme.
No podía volver a verle, si mi corazón latía con ansias, pero a unas millas de distancia, alguien repetía que me amaba.
No sería justo. -Lamento declinar su petición Asher, pero clamo decir que en cuanto hable con dicha mujer mi viaje estará terminado. No querré dejar nada atrás- Susurré mirando al suelo, más su respuesta, calmó con rapidez el viento que rugía en mi interior.
-No se preocupe Adeleine, entiendo mejor que nadie lo que siente. Ha sido una noche de ensueño y le agradezco que la haya pasado conmigo-
Sonreí una vez más, él se levantó sin necesidad de escuchar que tenía para responderle y me ayudó a volver a mi cabaña.
Se despidió con una pequeña reverencia, dejándome a solas con esta noche que en minutos terminaría.
En mi habitación, la tenue luz alumbraba el papel húmedo por la tinta de mi letra escrita en una simple cursiva que expresaba lo que en ese momento sentía.
Padre, le extraño con tanto furor que no me explico como aún late con tanta emoción mi corazón. Es tan simple avanzar y buscar tú verdad, hasta que entiendes que quién dejas atrás jamás podrás olvidar.
En mi mente estás a cada segundo de la eternidad.
Mis palabras demuestran lo que mi voz no podrá y espero que llegue allá antes de que tenga que viajar, para al fin regresar y calme tú ansiedad.
Te amo, sin dudar. Sé feliz que al regresar, otro baile has de bailar, que lo prometido en deuda está.
Tú Adeleine.
No sabría cuando podría llegarle esto a mi Eric, pero sentí que necesitaba que Everad también supiera que en mi corazón estaba.
Procedí a escribir, pensando, sin fluir. Creyendo que sería más fácil, expresar lo que creía sentir. Pero ya no tan segura estaba.
Everad. Mi amor.
Tú vida siempre ha sido perfecta sin necesidad de tenerme ahí, pero cuando tú entraste a la mía me demostraste lo feliz que alguien puede llegar a ser.
A reír sin parar, que caminar es especial si caminas con quien quieres estar y acompañar a quien amas jamás será desapacible.
Extraño ver tus ojos achinarse, tu comisura a la vez levantarse y tus manos ansiando abrazarme.
Extraño tanto de ti que no entiendo como me dejaste partir. Pero feliz me hace sentir que allá donde tú estés, lo mejor has de ser.
Siempre aquí, Adelaine.
Mientras tanto más allá del océano en España...
-Piliph mi hija no ha mandado ninguna carta como había prometido, no sé en donde se encuentra ¿dónde iré a buscarla si necesitara ayuda?-
-Eric sabe que su hija es una mujer fuerte, dentro de poco tendrá señales de ella- Le reconfortaba al padre de Adeleine, sentados en una mecedora frente a su casa, al fin había podido estar más estable frente a su salud. Pero Eric se deprimía por no poder festejarlo junto a su preciada niña.
-¿Le contarás sobre su prometido?- Preguntó Philip su mejor amigo, refiriéndose al mal trato que Everad había tenido frente a él.
-Prefiero que ella se de cuenta, pero si eso no es suficiente, tendré que actuar.- Explicó -Fue tan osado que luego de pedir mi mano y no aceptar que le haya declinado su petición, intentó sobornarme con un asqueroso dinero, dime tú ¿cara de que chulito me vio para creer que aceptaría unos billetes antes que mi propia Adeleine?-
-Que bajo caen ahora los muchachos por una dama, en mis tiempos, el amor sobrepasaba cualquier límite-