“—Solamente, querían espantar a la verdadera amenaza de ustedes, querían protegerlos. Por eso tanto misterio y alejamiento, no queríamos involucrarlos y que salieran heridos. Ellas solo querían ayudar…”
Esas fueron las últimas palabras de Mayra antes de desaparecer al igual que las demás.
Han pasado seis meses desde el incidente con Lucinda y sus amigas. Los chicos ya han terminado de reconstruir el pueblo y de recoger en su totalidad los escombros de lo que antes se conocía como el cuartel de los Hostil—us.
Aquel lugar que antes era temido y designado como un sitio de auténtico dolor, ahora no era nada más que parte del interminable bosque. Las tumbas de las personas que murieron, ahora eran plantas y parte de la naturaleza, como debe ser.
Nuestros compañeros habían vuelto a tener su antigua vida, llena de más trabajo, pues ahora que el lugar donde vivían se expandió, nuevas criaturas se encuentran cerca del pueblo.
Aspiran a construir más casas y expandir el pueblo, es aún estaba en debate, así que solo queda como un centro turístico para los pobladores del lugar, pues la vista es estupenda.
Nada más que césped puedes ver, ¿qué más se podría esperar? Era un pueblo pequeño, alejado del reino más cercano, en medio de la nada, pero perfecto para buscar una vida relajada en medio de la naturaleza.
El líder de nuestro grupo de amigos continúa mirando el paisaje, con una cara tranquila y despreocupada, típico de Florián. Pero es sacado de sus pensamientos por su querida amiga, Elvira.
—¿Admirando el paisaje? —Florián ladea un poco la cabeza para poder verla.
La aventura anterior le sentó muy bien, tras unos consejos de parte de su hermana, y junto a la estación de invierno que cambia a primavera, ahora ella ha decidido cambiar de look.
—Estás muy veraniega —comenta Florián, el cual recibe un leve golpe en su hombro izquierdo.
—No te burles —dice con las mejillas infladas, las cuales desinfla enseguida—. Sigo siendo yo —sonríe.
—Je, eso losé —Elvira se posiciona a su lado—. ¿Por qué las mujeres cambian tanto de ropa?
—Más bien, la pregunta es: ¿Por qué los hombres no cambian de ropa? —responde sarcástica.
—Pero que dices, yo cambie mi ropa —se defiende.
—Aja… Solo los colores —lo mira molesta.
—Mm… No me convence —cruza sus brazos negada, pero no tarda mucho para ambos comiencen a reír.
Ambos vuelven a admirar el paisaje frente a ellos con una gran tranquilidad. El viento sopla reconfortante.
—Seis meses… Seis meses para poder ver ese paisaje. Parece incierto —comenta Elvira.
—Esto no habría podido pasar sin ellas —dice Florián. Elvira lo mira.
Un silencio incómodo los invade. Elvira sujeta su brazo derecho con su mano izquierda mientras mira hacia el suelo.
—Creo que debemos irnos… Clelia ya debió preparar la comida —comenta inquieta.
—Tienes razón —la mira con una sonrisa y dirige su paso hacia la casa de ellos.
Elvira lo mira confundida, interrogante respecto a que pasara por la mente de aquel chico con quien ha vivido la mayor parte de su vida.
Un leve sonrojo se hace presente en sus mejillas junto a una sonrisa burlona de sí misma, pero es sacada de su trance por Florián llamándola y sin perder más tiempo, lo acompaña de vuelta a su hogar.
Sin embargo, minutos después de su retirada, una burbuja transparente aparece y se rompe al instante, revelando a siete chicas en ellas.
Una de ellas da unos pasos al frente y emboza una sonrisa.
—Hemos vuelto.
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Editado: 16.03.2022