Prai-Isu: Secretos Ocultos

Capítulo 22

En la entrada de la cueva se encontraban varios generales de los Hostil—us, los demás enemigos ya habían hecho una retirada por diversos acontecimientos pasados.

Todos los demás habían acordado que irían ahí una vez haya despejado sus respectivas áreas. El equipo de Florián estaba en camino con ayuda de Eric. Agur y Clelia también iban para ese rumbo.

Leonardo y Cinthia se encontraron con Abi y caminaron juntos al respectivo lugar. Mientras que Angel y Ezequiel seguían a aquellas campanas, las cuales curiosamente iban al mismo sitio.

Delante de toda esa horda de Hostil—us se coloca una persona para hacerles frente.

—Ja, y... ¿Quién eres tú? —pregunto uno de ellos.

Angel y Ezequiel llegaron primero a la escena, pero se quedaron detrás.

—Me alegra que preguntes —alza la mirada. Se trataba de Lucinda.

Llevaba puesto una blusa color blanco con un escote de V, sus mangas eran de capa, y alrededor de la misma había unas campanas con forma de cascabel. Usaba una falda corta color roja y unos calcetines con ligueros color blanco junto a unos zapatos de bailarina color rojo.

En su pecho tenía colgado una piedra color morada en forma de rombo.

—Mi nombre, es Lucinda —dice victoriosa.

—¿Lucinda? Creo haber escuchado ese nombre antes —dice pensativo.

—Está en lo correcto, porque estoy muy relacionada con su jefe —contesto Lucinda.

—¿Qué está haciendo Lucy? —pregunto Ezequiel.

—Supongo que... Enfrentado sus problemas —contesto Angel.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto aquel general.

Lucinda bufa.

—Yo... Soy Lucinda, mi madre es Laila Sutomi, reina del reino del fuego y mi padre, es Néstor, líder de los Hostil—Us —dice en voz alta.

En ese momento, el resto de las personas faltantes llegan.

—¿Esa...es Lucinda? —pregunta Elvira.

—Eso parece —dijo Florián.

Lucinda se percata de la presencia de todos detrás de ella.

—No voy a huir más, estas tierras son mi hogar. Aquí... Aquí está mi familia y las personas que quiero... ¡No dejaré que vuelvan a destruir mi hogar! —Lucinda comienza a levitar.

La piedra que traía colgada en su pecho comienza a alzarse de igual manera y alrededor de la misma parece tomar formarse una especie de báculo pequeño.

—¿Q—Qué está haciendo? —pregunto Leonardo.

Angel y Ezequiel bajan de los árboles para quedar junto a los demás.

—Nunca se han preguntado... ¿Cómo fue que Lucy protegió estas tierras si no sabía que ella manejaba la magia elemental del fuego? —dijo Angel.

—¡Tras ella! —ordeno el general.

Intentaron acercarse a Lucinda, pero un círculo de fuego lo impidió.

—La manera en que defendió y defenderá este lugar es...—pauso Angel.

Alrededor de la piedra se formó una estrella de cinco picos rodeada de un arco color rosado, debajo de ellos se creó un pequeño bastón del mismo color y era rodeado con un moño rojo.

En medio de la estrella se encontraba aquella piedra romboide.

—Es con... Hechicería. Lucy... Es una Hechicera —finalizo Angel.

Al lado de Lucinda apareció un libro color rojo con tonos plateados.

El libro comenzó a hojearse y Lucinda lee en la hoja que se detiene.

—Aream purgare —dice y todos los Hostil—us son empujados hacia atrás.

El general bufa.

—¡Ataquen! —ordeno.

Todos se acercan con todo lo que tienen.

—Reflectat impetum —dijo al hojearse el libro.

Todos los ataques que iban hacia ella fueron reflejados y quienes lo lanzaron lo recibieron.

—Wow... Eso es increíble —elogio Clelia.

—No me extraña en lo absoluto —comento Liz.

—In eaque facultate seu potentia ut angustos adversarius meus —dijo Lucinda y al instante ningún de los Hostil—us pudo lanzar una habilidad.

Lucinda aterriza con fuerza.

—Quiero que le digan a Néstor... No, a mi padre... Que no huiré, nunca más —dice frente al general.

El libro vuelva a hojearse.

—A undam aer pulsus hostis meus, et mundus environment ita manere—dijo y todos los Hostil—us fueron empujados a dentro de la cueva.

Lucinda sujeto su varita con ambas manos y conforme hablaba, se escribía en el libro. Sacó una navaja y corto parte de su palma.

—Sigillum quemquam prohibere de magicis ingressum industria. Et nihil tibi clavem aperire sanguis meus erit —dijo y coloco la palma de su mano en la entrada de la cueva, sellándolo.

Lucinda miró el sello y suspiro aliviada. Cuando se giró, Clelia se lanzó a abrazarla, comenzó a corresponderlo de a poco, pues fue de sorpresa.




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