Prai—isu: El Reino Perdido

Capítulo 1

Lucinda estaba despertando después de la gran celebración del día de ayer, se sentía agradecida por tal paz. No había respirado tan tranquilamente como esa mañana.

Tras unos minutos, ella se levanta, se arregla y se prepara un almuerzo ligero mientras logra ver una especie de transmisión enviada por Liz. Era más bien un reporte, donde daba información recolectada por ella, pero, a decir verdad, no era nada alarmante.

Lucinda se levanta del comedor y se dispone a irse, no sin antes mirar la mesa con un par de cartas para ella. Pensado en si leerlas o no, finalmente decide hacerlo. Revisa una tras otra, organizándolas por importancia personal.

No fue hasta ver una que llamo su atención. Esta llevaba un sello rojo con la forma de una llama de fuego, al verla su expresión cambio a una más preocupante. Pensó seriamente si debía leerla, pero finalmente la abre, leyendo el contenido mientras su cara se llena de horror conforme avanzaba.

Más tarde, Lucinda se encontraba caminando por el pueblo Radiance, rumbo a la casa de Emma.

—¡Lucy! —saludo Elvira.

—A—Ah, hola —dijo nerviosa y continua su camino.

—¿Qué le pasa? —se preguntó a sí misma mientras la ve irse

El día transcurrió con normalidad para los jóvenes aventureros, sin problemas o disturbios, aunque francamente, los días eran así casi siempre. No fue hasta la tarde del siguiente día que todo comenzó a ser distinto.

Elvira venia llegando a la casa para la comida junto a los demás.

—¿Cómo vas? —pregunto al tomar un cacahuate y comerlo.

—Ya casi esta. Siéntate, llamare a los demás —dijo Clelia con su tono amable de siempre.

—Ok —obedeció y se sienta en la mesa.

Clelia llama a cada uno con un mecanismo creando por Agur, el cual consistía en un botón que, al tocarlo, sonaba un timbre en las respectivas habitaciones de todos.

Al poco tiempo, todos llegan y se sientan a comer.

—¿No llamaste a Lucy? —pregunto Florián.

—Sí, lo hice. No debe tardar en venir —respondió Clelia.

Leonardo se encontraba ansioso de probar la comida, aunque haya almorzado hace no mucho, él siempre tenía hambre.

—Es extraño, ella siempre llega puntual o llega en un instante con su varita —dice Elvira a forma de broma.

—Sea como sea, lo sabremos una vez llegue, ¿no? —formulo Agur.

—Sí, supongo que tienes razón —dudo Florián.

Sin más preámbulo, todos comenzaron a comer. Pasaron los minutos, pero Lucinda nunca llego.

Finalmente terminaron de comer, los tres hermanos se encontraban inquietos y preocupados por Lucinda.

—Sera mejor ir a ver si no le paso algo —pronuncio Clelia inquieta.

—Quizá solo se siente mal —tranquilizo Elvira.

—O quizá esté en problemas —comento Florián.

—Muy bien, vamos entonces —Agur los apoyos.

Todos salieron de la casa, a excepción de Leonardo, quien seguía reposando la comida.

Clelia regresa y utiliza sus poderes para crear un campo de energía alrededor de Leonardo y arrastrarlo hasta la puerta.

Agur toma la mano de Clelia, rompiendo su concentración y dejando caer a Leonardo.

—No hagas eso, aun no estás lista. No te presiones, la intención es mejorar, no cansarte y no poder hacer nada después —aconsejo Agur.

Clelia tenía la respiración agitada por el esfuerzo ejercido. Asiente ante el consejo de Agur y se adelanta.

—Leonardo, vamos —ordeno.

—Oh, no creo poder seguirles el paso, amigos —dijo al levantarse lentamente del suelo y salir de la casa.

Algo ansiosos, se apresuran en llegar hacia la casa de Lucinda. Al poco tiempo, se detienen en la puerta de esta, esperando y creando imágenes sobre como encontraría a su compañera. Excepto Leonardo, él se imaginaba un pollo asado.

Finalmente, se arman de valor y abren la puerta. Solo para encontrarse la casa completamente sola.

Inspeccionan la casa, buscando a Lucinda por cada rincón, pero no se encontraba ahí.

—¿Habrá salido? —pregunto Clelia.

—No, siempre anuncia a donde se va —descarto Florián.

—Quizá esta en el pueblo —sugirió Elvira.

—Negativo. No llevó su aparato —Agur sujeto el aparato—. Ella siempre lo porta, no importa donde vaya.

—Entonces... ¿Fue raptada? —pregunto Clelia asustada.

—No parece ser el caso. No hay señal de forcejeo o pelea —analizo Agur.

—¿Entonces? —Elvira se asustaba más y más.

Florián pensaba en muchas de las posibilidades por las cuales Lucinda se iría sin decir nada.

Leonardo en cambio, se encontraba mirando el correo de ella, encontrando dos cartas de interés.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.