Pre-destinados

LA ACADEMIA

Ahí estaban aquellos chicos sentados frente a María José, mientras los adultos hablaban a puerta cerrada en la biblioteca de aquella gigantesca casa. Marijo no les quitaba la vista de encima, viéndolos con resentimiento, mientras ellos no le ponían atención. Salvo por el chico de la cámara, quien la veía molesto esperando su paga. Ninguno de ellos hablaba y pareciera que supieran que, al hacerlo, daría inicio una batalla.

──¡Vaya que te ves mejor seca, querida! ──dijo de pronto la chica de la tienda, viendo a Marijo con burla. El resto de los presentes la observó extrañados.

──¿Ustedes se conocen? ──preguntó el chico de la piscina, girando hacia la chica, quien le sonrió.

──¡Claro que sí, hermanito! Puede decirse que somos compañeras de compras, ¿verdad linda? ──respondió con una risita molesta. Eso colmó la paciencia de María José. Se puso de pie de golpe y se plantó frente a ellos.

──¡Quiero que me digan qué demonios hacen en mi casa! ──les dijo encolerizada. Jacqueline, quien se encontraba sentada junto a ella, jaló de su falda, obligándola a tomar asiento de nuevo.

──Al parecer a ti no te enseñaron modales. ──le dijo con un acento muy parecido al de su padre. Al escuchar ese comentario, la joven mexicana no pudo evitar girar hacia ella, viéndola ofendida mientras bufaba y se sentaba de mala gana──. Ya se te ha informado que somos los alumnos de la academia.

──Pues nunca había escuchado de esa academia.

──Es obvio que no, señorita ──dijo el chico del helado acercándose a ella──, el Infinite Talent Academy aún es un proyecto muerto. Sergei y Rouse necesitan a un inversionista más parra que se lleve a cabo.

 

María José era una joven sumamente inteligente, y pudo darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Era más que obvio que la razón por la que Rosalinda había regresado, tenía que ver con la creación de dicha academia. Su único interés, era que Carlota se convirtiera en una inversionista para poder comenzar con el proyecto. Y, por lo que pudo darse cuenta al ver la expresión de Carlota frente a aquel hombre, era muy probable que Rosalinda lograra salirse con la suya.

Eso la decepcionó un poco, pues en verdad esperaba que la verdadera y única razón de su regreso, fuera el hecho de verla de nuevo y convivir con ella, pero evidentemente, no era lo suficientemente importante para su tía. O al menos no, como ella esperaba. Sin embargo, no iba a permitir que su decepción fuera evidente y mucho menos ante aquellos chicos a quienes aún no conocía del todo. Se dejó caer de nuevo en el sofá y observó a los presentes, mientras cruzaba las piernas, tratando de mostrar una postura mucho más desafiante.

 

──Aún no sé quiénes son ustedes, ni de dónde vienen ─. Les dijo, viéndolos detenidamente. El chico del helado se puso de pie de inmediato y le brindó una marcada reverencia, mientras tomaba la mano de esta y le daba un beso.

──Mi nombre es Víctor, Víctor Welsch ──dijo cortésmente──. Soy pintor. Es un placer conocerla, señorita.

María José, lo saludó cortésmente mientras hacía lo posible por evadir aquel saludo.

──Mucho gusto ──respondió tratando de sonar amable. La chica de la tienda, en cambio, se acercó a Marijo y le sonrió.

──Mi nombre es Hatori, Hatori Nara y este ──agregó mientras le daba un codazo al chico de la piscina, quien solo la vio de reojo──, este es mi hermano, Kohaku Nara.

Marijo se quedó sorprendida, pues el aspecto de ambos chicos era más que evidente que pertenecía a un par de extranjeros, a pesar de que su acento pareciera normal. Víctor, al igual que el resto, tenían un marcado acento que dejaba ver en claro que eran extranjeros, pero aquel par de chicos, hablaban el español casi a la perfección. Entrecerró los ojos y ladeó un poco la cabeza viéndolos confundida. Hatori notó esto y sonrió.

──Mi madre es mexicana y mi padre japonés. Vivimos por mucho tiempo aquí, así que es normal que pueda manejar el español.

Comentó como si pudiera ser capaz de leer sus pensamientos. Esto la sorprendió un poco, provocando que se moviera ligeramente en su asiento y cruzara los brazos, satisfecha con la respuesta.

──¿Y tú, ¿quién eres? ──le cuestionó al chico de la cámara. Este sonrió forzadamente y extendió la mano frente a ella, como esperando obtener algo.

──Un chico que aún espera su paga ──le respondió moviendo los dedos, tratando de apurarla, pero esta solo se puso de pie furiosa.

──¡No voy a darte ni un centavo! ──le dijo tratando de no levantar la voz. El chico la imitó y también se puso de pie.

──¡VOS HA ROTO MI CÁMARA! ──replicó furioso.

──No es mi culpa que hayas sido tan imbécil como para pagar tanto por una baratija. ──Contestó llevándose las manos a la cintura, viendo con burla.

 

En ese momento las puertas de la casa se abrieron nuevamente, y un par de chicos entraron acompañados por una de las mucamas, quien les mostraba el camino hasta la sala. Un chico alto, vestido con ropa barata y algo vieja; con el cabello negro y corto, la piel tostada por el sol y los ojos grandes y oscuros. Iba acompañado por una chica, de mediana estatura, piel ligeramente bronceada y hermosos ojos verdes, los cuales eran grandes y le daban una apariencia inocente y gentil. Cabello castaño claro, largo y ondulado que vestía una falda larga y unas zapatillas con tacón bajo. Era sin lugar a duda, una pareja demasiado dispareja. Se acercaron junto con la mucama, quien solo hizo una reverencia y se alejó. Marijo observó un instante al chico, incrédula por tenerlo frente a ella.

──¿Diego? ──dijo sin poder explicarse la razón por la que el chico estaba ahí, ni mucho menos la razón por la que había entrado acompañado de aquella chica──. ¿Qué haces aquí? ──le preguntó sin quitarle la vista de encima. El chico entre cerró los ojos y la vio confundido.

──Creí que ya lo sabías ──respondió algo aturdido.




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