Pre-destinados

LOS PROFESORES

María José, sabía mejor que nadie que aquello no sería aceptado por su anticuada tía. Soltó de inmediato al chico y se alejó precipitadamente de él, pero ya era tarde. Carlota había visto suficiente y aquel comportamiento, no le era para nada grato. Se acercó a ella, mientras esta no podía dejar de temblar. Carlota era capaz de ejercer sobre ella, cierta clase de temor, por lo cual, le era fácil mantenerla a raya. Era la única, capaz de lograr algo como aquello. María José no obedecía a nadie más que a ella. Sin embargo, entre las tantas normas que se le imponían, estar cerca de algún chico, era por mucho, la regla suprema que se le había impuesto y Marijo lo sabía.

Ni Haku, ni Luca, comprendían lo que estaba ocurriendo y al parecer, el resto de los presentes, tampoco. Aquella escena había robado la atención de casi todos, lo cual, hacía que la presión, aumentara.

──¿Quién es esté joven? ──cuestionó, clavando sus ojos oscuros en la cara de Haku, quien solo permaneció serio junto a María José, quien simplemente no podía dejar de temblar.

──¡Es hora del banquete! ──intervino Rosalinda, quien se encontraba junto a Vasíliev.

La gran mayoría de las personas, se disponían a abandonar el lugar, salvo por Carlota, María José, Haku y Luca. Aquella estricta mujer, los observaba como si fuese un depredador asechando a su presa. Pero ninguno de los chicos se veía tan concertado como la pobre Marijo, quien no era capaz de articular palabra alguna. Carlota, por su parte, estaba comenzando a hartarse del silencio. Dio un paso al frente, tratando de ejercer mayor presión sobre la chica, para poder obtener una explicación a aquello. Sin embargo, tanto Marijo como Carlota, sabían que no había explicación que pudiera ser aceptada. O al menos, eso era lo que ambas creían. Rosalinda, esperó a que todos los demás presentes se marcharan para acercarse a la escena.

──¿Qué pretendes, Carlita? ──le dijo a Carlota con falsa dulzura. La mujer volteó hacia ella y torció la boca, sin ocultar su desagrado.  

──¿Te parece aceptable el comportamiento que está mostrando tu sobrina? Una joven decente no va por ahí, exhibiéndose de esa manera.

──Ruego me disculpe, señora mía ──exclamó Haku, tomando por sorpresa a todo mundo──, me temo que este malentendido, ha sido enteramente mi culpa. No me percaté de mis actos y me disculpo por ello. Espero que su sobrina, no tenga que pagar por mi falta de buen juicio. ──Carlota se acercó a él y lo vio de arriba abajo.  

──¿Quién eres? ──le preguntó enarcando una ceja y cruzando los brazos. Haku realizó una leve reverencia.

──Mi nombre es Kohaku Nara, soy el representante de Japón, para la clase de música.

──¿Japón? ──volvió a cuestionar. El chico emitió una leve sonrisa──. Tu español es demasiado bueno. ──comentó Carlota con la intensión de acorralarlo.

──Mi madre es mexicana. Nos enseñó el idioma a mi hermana y a mí desde que éramos muy pequeños. Sin mencionar, que hemos vivido algunos años en este país.

Las escusas se le terminaron, no encontró ninguna otra pregunta que hacer. Se llevó los brazos a los costados y dio la vuelta, dándole a su sobrina una gélida mirada. Marijo conocía muy bien aquel gesto que se había dibujado en el rostro de su querida y estricta, tía. De inmediato corrió detrás de ella y la siguió en silencio, con la cabeza baja como una especie de perrito obediente.

Rosalinda se quedó con el par de chicos que no comprendían lo que acababa de pasar.

──¿Estás seguro de que no te interesa la clase de actuación, jovencito? ──le dijo al joven nipón. Luca volteó hacia él y le puso la mano en el hombro.

──¡Sos un mentiroso tremendo, mi amigo! ──le dijo asombrado. Haku no prestó atención a aquellos elogios que, más bien parecían insultos y avanzó de igual manera hacia el comedor.

María José, por su parte, seguía a su tía en silencio. Carlota avanzaba hacia una de las enormes habitaciones que, alguien, se había encargado de transformar en una especie de lujosa cafetería. Ambas se acercaron a una larga mesa rectangular, donde se encontraba Sergei Vasíliev, quien de inmediato se puso de pie y le dedicó una reverencia a Carlota, mientras movía una silla para que la mujer tomara asiento. Marijo se disponía a tomar asiento junto a ella, pero esta se lo impidió.

──Tu lugar está por allá. ──le dijo fríamente, apuntando hacia una de las mesas del lugar.

Se sintió ofendida por ello, pero no fue capaz de decir nada. Dio la vuelta en silencio y se dirigió a la mesa conteniendo las enormes ganas que tenía por gritar y patear algo. Se dejó caer sobre la silla, justo al lado de Jeann quien mordía una tostada, y la observaba con más curiosidad de la necesaria.

──¿Estás bien? ──le preguntó.

Marijo levantó la vista y se dio cuenta de que, al otro lado de la mesa, se encontraba el resto de los chicos que había visto antes. No le respondió a Jeann, simplemente se dejó caer en el respaldo de la silla y bufó algo irritada.

──¡Mierda! ──exclamó entre dientes.

──Es el primer día, ¡no me digas que te darás por vencida! ──le dijo Haku, quien recién llegaba a la mesa, junto con Luca.

Ella giró levemente hacia él, pero no le respondió. Se llevó las manos a la cara y trató de calmarse un poco. Aún no estaba del todo segura del resultado que aquel proyecto pudiera llegar a tener, pero estaba claro que el comienzo no era de su agrado. El murmullo en aquel inmenso salón comenzó a hacerse cada vez más y más estridente, provocando que sintiera una ligera migraña, que la había puesto de mal humor. Tomó de mala gana, un pan tostado y lo untó con mantequilla para después darle una gran mordida. El ruido era tal, que ni ella, ni ninguno de sus acompañantes, se percataron del momento en el que Rosalinda subió al escenario y tomó la palabra. Le dio un par de golpes al aparato, provocando que todo mundo girara hacia ella. La mujer sonrió complacida y extendió los brazos observando a los presentes como si fueran viejos amigos.




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