«¡Perfecto! Las cosas no podrían ponerse peores» ──. Pensó, mientras trataba de idear algún plan que pudiera sacarla de aquel embrollo. Sin embargo, conociendo a su tía tan bien como la conocía, era consciente de que, en ese momento, no había nada que pudiera salvarla. Bajó la mirada resignada, esperando la reprimenda, que estaba segura, recibiría de parte de aquella estricta mujer. Pero no contaba con que dicho reclamo, tardaría tanto en llegar. Por ello alzó la mirada para ver qué era lo que estaba pasando. Pero el rostro de la mujer no lucía tan amenazador como en otras ocasiones.
──Deja de balbucear incoherencias ──le dijo──. Se hace tarde, date prisa.
«¿No me escuchó? ¡Genial, no me escuchó!» ──. Pensó para sí misma mientras avanzaba detrás de ella. Trató de mantener la calma. Agatha le había dado una semana para comenzar con su misión. Un tiempo bastante considerable teniendo en cuenta los sucesos. Sin embargo, pese a que el rostro de aquella mujer le daba algo de temor, no era nada comparado con el terror que Carlota, era capaz de infringir en ella. Por esto mismo, avanzó detrás de ella en silencio hacia la entrada a la casa. Al ver de nuevo las puertas, un ligero temor se apoderó de ella, pues creía que volvería a ver el lugar al que Agatha la había llevado momentos antes. Cerró los ojos antes de entrar, esperando que todo siguiera tal y como siempre había sido para cuando los abriera.
──¡Bienvenida, señorita! ──saludaron las mucamas que se encontraban dentro del lugar. Al escuchar sus voces, abrió los ojos aliviada de ver su casa tal y como la había dejado en la mañana.
──Buen día ──dijo suspirando aliviada. Sin embargo, su alivio no duraría nada. Carlota se encontraba al pie de las escaleras, esperándola con su acostumbrada mirada gélida.
──Has el favor de subir de inmediato e instalarte en el cuarto de castigo. ──le dijo, provocando que todos los presentes cambiaran de semblante.
Rosalinda trató de acercarse, para intentar evitar aquella injusticia, pero el profesor Kwon la detuvo del brazo. Habían acordado no interferir en esto, pues esperaban que Marijo pudiera enfrentarlo por su cuenta. Sin embargo, para ninguno de ellos era una situación fácil. María José volvería a exponerse de nueva cuenta al tormento psicológico, que implicaba pasar la noche en aquella habitación que tanto mal le hacía. Pero, contrario a lo que todos suponían, esta vez se sentía capaz de poder enfrentar aquello. Los observó con cuidado, y se dio cuenta de que sin importar el tiempo que tuviera que permanecer dentro de aquel sitio, al salir sería recibida por personas a las que de verdad les importaba. Esa era motivación suficiente. No necesitaba más. Volteó hacia Carlota, dedicándole la sonrisa más honesta que pudo:
──Claro que sí, tía, pero antes, ¿podría pedirte algo? ──dijo dócilmente, tomando por sorpresa a todos los presentes. Carlota alzó una ceja, mientras cruzaba los brazos, un tanto asombrada por la actitud que presentaba la joven.
──Eso depende, ¿qué deseas?
Marijo se plantó frente a ella con una amplia sonrisa en los labios.
──¿Podrías pedirle al chef que prepare algo decente? ──le dijo con voz infantil──. Siempre que estoy en ese lugar, la calidad de la comida se vuelve algo deficiente ──agregó bajando un poco la mirada──. ¡Oh! Y antes de que lo olvide, ¿podrías dejar que Fanny suba a vigilarme? ──aquello molestó a Carlota, aunque no quiso demostrarlo de inmediato. Solo bajó los brazos y tensó los labios.
──¡Sube de inmediato! ──le ordenó con voz fuerte.
Volvió a sonreír mientras daba una reverencia, para después dar la vuelta y subir corriendo por las escaleras hacia el cuarto de castigo. Al ver la actitud que Marijo presentaba, Haku bajó la mirada con una sonrisa cómplice, mientras metía las manos a sus bolsillos y daba la vuelta hacia el comedor. Diego lo observó de reojo, y su comportamiento le molestó demasiado. Se acercó a él con la intensión de reclamarle, pero en ese momento, Fanny entró en la habitación haciendo una pronunciada reverencia frente a Carlota, quien aún trataba de digerir lo acontecido con su sobrina.
──Me disculpo, señora, pero la comida está lista ──dijo de forma educada. Rosalinda al igual que Kohaku, bajó la mirada con una amplia sonrisa, para después acercarse al ama de llaves.
──Has el favor de llevarle primero a Marijo, querida Fanny ──le dijo mientras la tomaba por el hombro. La mujer giró hacia ella, algo consternada, pues era claro que no estaba al tanto de los recientes acontecimientos──. Está en el cuarto de castigo ──agregó Rosalinda al ver su cara de conmoción.
──¡Ooh! Siendo ese el caso, avisaré al chef para que tenga su comida lista ──respondió la mujer, dispuesta a regresar a la cocina.
──¡Oh, no! No hace falta ──intervino Carlota──. Comerá lo mismo que nosotros, así que no molestes al chef. ──Fanny tardó un poco en procesar aquello, pues desde que tenía memoria, siempre cambiaba el menú de la joven cada vez que esta era castigada.
Así pues, todos los demás pasaban al comedor, mientras Marijo se instalaba en el cuarto de castigo. Esta vez al entrar, sintió que este era mucho más pequeño de lo que ella recordaba. Se acercó a la cama y tomó asiento a la orilla de esta. Tomó la vieja fotografía que se encontraba en la mesita de noche y se le quedó observando por un rato. En otro momento de su vida, aquello le hubiera costado demasiado, pero en ese instante, no sintió miedo, ni tampoco tristeza. Estaba calmada, solo escuchando el ruido que sus intestinos emitían, pues se estaba muriendo de hambre. Se llevó una mano al vientre tratando de controlarse, para después ponerse de pie y acercarse al lugar donde había dejado las notas de la última vez. Leerlas le ayudó a relajarse un poco. Regresó de nueva cuenta a la cama y observó a la puerta, esperando que esta se abriera y alguien le llevara, por fin, algún bocado. En ese momento, casi como si de magia se tratara, alguien llamó a la puerta provocando que diera un pequeño salto debido a la sorpresa. Debajo de esta, podía verse la sombra de una persona alejándose.
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Editado: 20.01.2024