Pre-destinados

¡ABUELA, QUERIDA!

Kohaku no comprendía lo que pasaba, pero había prometido apoyarla, por lo que un poco indeciso tomó a Alex en brazos y se apartó. Sin embargo, no emprendió el camino hasta que aquellas camionetas se fueron. No era del todo claro lo que estaba pasando, pero Marijo había llamado “abuela” a aquella mujer, de modo que imaginó que no corría ningún peligro a su lado. Quiso pensar de esa manera, para poder controlar las enormes ganas que tenía por salir corriendo detrás de aquellos autos. Sentía algo de temor por la chica, pero Alex trató de calmarlo.

──No te preocupes ──le dijo──, su vida no corre peligro.

El chico escuchó aquello, pero no quedó del todo convencido. Avanzó arrastrando los pies, esperanzado a que Marijo apareciera corriendo detrás de él, lo cual, evidentemente no ocurrió. Al llegar al punto de encuentro, se dio cuenta de que todos ya se encontraban reunidos, y por sus caras, pudo comprender que estaban preocupados por su retraso. Sin embargo, dicha preocupación aumentó en cuanto vieron que Marijo no iba con él. De inmediato se le acercaron, asediándolo con preguntas.

──¿Dónde está Marijo? ──cuestionó Rosalinda, alarmada.

──No me digas que se convirtió en gato ──comentó Jeann, mientras se acercaba y acariciaba el mentón de Alex.

──No pastelito ──intervino Hatori──, el idiota de mi hermano perdió a Marijo, así que posiblemente adoptó a este gato como disculpa.

El comentario de su hermana hizo enfurecer a Haku, sacándolo del trance en el que, sin darse cuenta, había entrado. Bajó a Alex con cuidado y le dedicó a su hermana una mirada envenenada, para después acercarse a Rosalinda, quien se había puesto tan blanca como la cera, ante la preocupación de perder a su sobrina.

──Apareció una mujer ──comenzó explicando──, parecía ser que conocía muy bien a Mar, pues se ha ido con ella.

──¿Mujer? ¿Qué mujer? ──preguntó Rosalinda.

──No estoy seguro, solo sé que Mar dijo que Esmeralda Valladolid las ha encontrado.

La mujer se volvió transparente. Abrió la boca de golpe y perdió las fuerzas por lo que Diego y Luca tuvieron que ayudarla a mantenerse de pie. El solo escuchar ese nombre era más que suficiente para que sus fuerzas se esfumaran.

Esmeralda Valladolid, era una mujer sumamente reconocida en el ámbito político del país. Había comenzado con su carrera tras la muerte de su esposo y desde ese entonces, se había dedicado de lleno a ella, logrando el puesto de Senadora en varias ocasiones, así como tambien se desempeñó como dirigente de su partido. La mujer era considerada, una fuerte candidata para las próximas elecciones presidenciales, y parecía ser que llevaba las de ganar, pues por todo mundo era considerada una dama pulcra y con un expediente intachable. Sin embargo, dicha imagen estaba por cambiar, pues su única nieta estaba arruinando todos sus planes, y eso era algo que por nada del mundo podía dejar pasar por alto.

Esmeralda solo había dado a luz a dos hijos; Joaquín y Carlota. Y de estos, solo pudo obtener una sola nieta; María José. Si bien era cierto que no era muy cercana a esta, tambien era cierto que los lazos familiares influían mucho en las estadísticas para su candidatura, y el reciente comportamiento que la chica había presentado las últimas semanas, estaba poniendo todo su trabajo en peligro. Por ello decidió buscarla, pues era más que claro que Carlota no era capaz de hacer un trabajo tan sencillo, como lo era el encargarse de la educación de su nieta. Planeaba reprenderla, y esperaba que con eso fuera más que suficiente, pero los recientes acontecimientos cambiaron por completo sus planes.

Dentro del vehículo nadie hablaba. María José permanecía con la mirada abajo y las manos sobre las rodillas, pues a pesar de llevar anteojos oscuros, era capaz de sentir la fría y pesada mirada de su abuela caer sobre ella. Temerle a Carlota era una cosa, pero su abuela, era mucho peor. Esmeralda Valladolid, era el unico ser en todo el mundo, capaz de hacer que Carlota Montoya pudiera bajar la guardia y volverse vulnerable. Por esto mismo, Marijo le guardaba respeto, aunque en realidad no había convivido lo suficiente con aquella mujer como para conocer a ciencia cierta, la razón por la que tenía tanto poder sobre Carlota. Le bastaba con saber que era una mujer de cuidado, como para mantenerse alejada y obedecer como un perrito faldero. Por otro lado, Luca y Diego sostenían a Rosalinda, mientras Jacqueline y Hatori intentaban reanimarla, pues al escuchar el nombre de Esmeralda, se fue de espaldas. Era peligroso que estuviera cerca, principalmente porque no era capaz de lidiar con ella. Combatir contra Carlota le parecía llevadero, e incluso puede decirse que un tanto divertido. Sin embargo, combatir con dos seres cuya personalidad era demasiado similar, era un reto al que no deseaba enfrentarse. Además, dejando de lado sus motivos personales, corría el riesgo de que a la mujer se le ocurriera acercarse a Marijo con algún macabro propósito, lo cual la mantenía alerta.

 ──¡Suban de inmediato! ──ordenó cuando logró reponerse. Los chicos intercambiaron miradas entre ellos, y pese a no comprender del todo la situación, obedecieron sin protestar.

Arrancó la camioneta y pisó el acelerador, sin preocuparse por la velocidad. Debía darse prisa, pues si las cosas eran como Haku las había contado, era claro que Esmeralda llevaría a su sobrina a la casa principal, con la intensión de humillar a Carlota. Aunque, pensándolo bien, esa parte no le parecía del todo mala. El camino se volvió corto y en un abrir y cerrar de ojos, llegaron a la casa, donde ya los esperaban algunas mucamas, quienes tenían órdenes de recibirlos. Rosalinda estacionó la camioneta y bajó, buscando con la mirada, pero al parecer esta aún no había llegado. Se acercó de inmediato a Fanny, quien se encontraba de pie en lo alto de las escaleras de la entrada, con las manos entrelazadas, reposando sobre su vientre.




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