Predicción de amor

Capitulo 2: Inseparables

Viernes. 28 de octubre de 2011. 
 

 


Mientras más perdida me encuentro, más me quiero sucumbir en el dolor y la penumbra; se que ya he dejado en evidencia, lo dramática y pesimista que puedo llegar a ser, por lo que no debería sorprender el hecho de que tengo una lista de canciones, para cuando me siento triste y reflexiva. Esta vez, no es el caso, porque mas bien estoy abrumada, pero no tengo una lista para eso, uso la de los momentos tristes. 

La cual, en su mayoría tiene canciones de Taylor Swift y estás, justo hoy las siento demasiado personales. Sobre todo, Mean.  

La he repetido más de diez veces en lo que va de mañana.  

La escena es trágica. Soy yo, en un día lluvioso, en la cafetería de la universidad, mentiras visto un gran suéter con la capucha y los audífonos. Sin destacar, mis grandes ojeras y gesto somnoliento.  

—¿Aló? ¿Aliyah? ¿Me escuchas? 

Chloe me hace despertar de mi sueño con los ojos abiertos. Parpadeo, y junto mis cejas.  

—¿Qué sucede? —digo algo alarmada.  

—Llevo veinte minutos hablándote y tú simplemente me ignoras. ¿Qué te ocurre? Estás más desanimada y callada de lo normal —abanica sus manos—. No me has dicho por qué me dejaste plantada en la parada del bus esta mañana, te veo distraída, con sueño, no te has quejado de nada, y eso es muy extraño. 

—Si, ya entendí, comprendo el punto. ¿Me disculpas por no prestar atención a lo que me comentabas? —cruzo mis brazos sobre la mesa y descanso mi cabeza en ellos. 

—Solo dime ¿Qué te pasa? —me pide mientras levanta mi cabeza con su mano en mi mentón y hace un ademán para que empiece a contarle. 

Cómo no hablo, me arranca uno de los audífonos y escucha lo que se reproduce.  

—Estas escuchando a Taylor, en definitiva estás mal. —abre su boca preocupada y yo solo le quitó el audífono, rondando mis ojos por su drama. 

—No he podido dormir bien, es solo eso. Relájate. —digo con amargura.  

—¿Qué me relaje? ¿Por qué me mientes? Algo pasa. —insiste.  

Bajo mi mirada y me hundo más en el asiento. Chloe no sabe de mis pesadillas, nadie más que Annet lo sabe y no es fácil contar esto tampoco. Pienso en una excusa, pero la realidad es que, Chloe no me creará. Le doy mil y un vueltas al asunto, y termino por contarle solo una pequeña parte, de toda la verdad.  

—Ayer a última hora me avisaron que tendríamos un examen sobre un contenido nuevo, entonces tuve que investigarlo por mi cuenta y luego estudié hasta tarde —empiezo a contarle—. Me quedé dormida porque mi alarma no sonó y nadie se dignó a despertarme, salí literalmente corriendo a buscar todo lo necesario, y resulta que no conseguí el ensayo que tenía que entregar hoy. Cuando lo fui a volver a imprimir, la impresora simple dejo de funcionar.  

» Mi mamá justo en eso, vio lo que pasaba y comenzó a echarme la culpa de que había dañado la impresora. No estaba de humor, y le contesté de forma muy grosera —tomo aire—. Gracias a eso, salí de la casa súper retrasada y sin desayunar, llegué tarde a mi primera clase en la cual tenía evaluación y estoy segura que reprobé. Es la tercera vez en la semana que llego tarde a clases, esto insostenible. 

—Vale, calma. 

—¿Calma? ¡Chloe, puedo reprobar y así mi promedio bajará! 

—Aún no lo sabes. 

—Si no presentas pruebas, no hay calificaciones. Creo que puedo deducir que reprobare. 

—Calma. 

—¡Deja de decirme que me calme! —grito colérica  

—¡Aliyah Valentina Cooper Dawson! —me grita golpeando sus manos contra la mesa y me paralizó.  

Ella toma un gran respiro y acomoda su melena rubia muy bien cuidada. Bien, creo que alguien perdió la cabeza.  

—Todos tenemos días malos así que relájate, el mundo no se va a acabar, respira conmigo —empieza a hacer unos gestos y movimientos muy raros con sus manos— ¡Que respires junto conmigo, Valentina!  —le doy una mirada en juzga.  

—Deja de hacer eso, todos nos están mirando. —murmuro apenada. 

No estoy exagerando, todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor se le quedaban viendo Chloe. 

—Trato de ayudarte. ¿Vas a burlarte de mí? 

Me golpea en el hombro y me quejo. 

—Eso es por burlarte de mí. 

—Lo siento… Gracias por tratar de animarme, es que en verdad me molesta que las cosas siempre se me dificulten. Está semana ha sido la peor de todas  —juego con el sorbete de mi jugo—. Y hay otra cosa… 

Pienso en lo del sueño. Mejor dicho, pesadilla. 

—¿Qué cosa? 

—Bueno, pues… soñé con un chico, lo recuerdo perfectamente pero nunca antes lo había visto. Se llamaba Thomas, y… creo que era mi novio. Fue muy extraño, y luego al final él se convertía en…  

Los vellos de mi piel erizan de tan solo recordarlo, por lo que opto por cambiar la historia.  

—Thomas luego ya no era Thomas. Era Ryan.. 

—¡¿Te gusta Ryan?! 

—¿Qué? ¡No! —brinco—. ¿Estás demente? Ryan es como un hermano para mí y tú lo sabes. Jamás.  

—No serías la primera chica a la cual gusta de su mejor amigo. Siempre he tenido la impresión de que el tal vez guste de ti... 

—Chloe, no. Cállate. —froto mi frente y ahora sí me quito en definitiva los audífonos.  

—¿Nunca se te ha pasado por la mente? —niego y ella ríe—. Porque a mi si. 

—Deja el tema —ruedo los ojos—. En serio, déjalo estar.  

—Bien, bien —dice levantando sus manos—. Hablando de lo otro; es extraño.  

—Lo sé —veo el sorbete sin dejar de jugar con el—. Lo que más intriga es que no sé quién es ese chico del sueño. 

—¿Nunca antes lo habías visto? —niego—. Uhm, ¿Y si lo dibujas?  

—¿Qué? —la observo como si le hubiera salido un tercer ojo. 

—Si, claro. Me acabas de decir que lo recuerdas muy bien, puedes dibujarlo y capaz… 

—No. —es mi última palabra, antes de levantarme de la mesa e irme a mi clase.  

*** 

Cubro mi rostro con mi antebrazo, y hago ejercicios de respiración, estando recostada del sofá en la oficina de mi tía.  

—¿Quieres que te agende una consulta con el psicólogo?  

—No, Annet —quito mi brazo y veo el techo—. Puedo con esto sola.  

—Aliyah, mira como estás. Y solo estamos hablando de un sueño.  

—No —me levanto y me siento. Veo a mi tía apoyada de su escritorio—. No fue un solo sueño, fueron dos. Y fueron pesadillas. Hacía mucho tiempo que no las tenía y… 

—Y ahora volvieron, necesitas ayuda profesional —dictamina y ruedo mis ojos—. Sobrina, esto no es un juego. 

—¡¿Crees que no lo sé?! Soy yo la que vive con esta pesadilla constante. —me desespero y llevo mis manos a mi cabeza.  

No lloro, no hay manera de que lo haga pero la frustración si me gana. Escucho que sus pasos se acercan, y termina por sentarse a mi lado, y pasar su brazo por mi espalda.  

—Aliyah, solo quiero recordarte que no estás solas. Aquí me tienes, y siempre me tendrás —murmura con gentiliza y cierro mis ojos—. Pero, también necesitas ayuda y debes, dejar que te ayuden.  

Me quedo en silencio y contento el nudo en mi garganta. Mi tía no se separa de mi, por lo contrario, me abraza y aunque una parte de mi quisiera, se lo devolviera, pero no eso sucede.  

Mi teléfono comienza a sonar en el bolsillo de mi suéter, y entonces nos separamos. Sorbo mi nariz para disimular mi apatía; quien me llama es Ryan y es cuando recuerdo que quede de verme con mis amigos.  

—Ryan. —digo no muy animada cuando contesto la llamada.  

—¡Yo también me alegro de oírte! ¿Dónde estás?  

—En la cafetería de Ann. Yo sé que íbamos a vernos hoy, pero… 

—¡Vamos para allá!  

No me da tiempo de responder, porque me cuelga. Dejo mi celular en el sofá, y vuelvo a cubrirme el rostro con mis manos.  

—Eres más fuerte que estás pesadillas, sobrina —mi tía habla y levanto la vista. Frunzo el ceño al verla recoger sus cosas—. Debo irme, hoy llega el sobrino de John y… 

—¿El sobrino… de John? —repito el nombre de su esposo.  

—Si. ¿Te acuerdas de él, cierto? Se fue hace muchos años a Nueva York, pero… —se queda callada al estar al frente de mi—. Da igual, llega hoy y toca la noche familiar en nuestra casa. Espero verte ahí.  

—No te ilusiones —me pongo de pie y cruzo mis brazos—. Ve, Marie y yo cerramos.  

—Gracias. —pasa un brazo por mis hombros y me abraza. Yo me quedo inmóvil.  

—Adiós.  

Media hora más tarde, cuando ya estamos a punto de cerrar la cafetería, mis amigos llegan al local. Al verme, lo primero que hacen es atraparme en un abrazo. Me quejo y Sabrina también, al sentir como Ryan quiere extender más el abrazo de lo debido.  

—Bueno, basta. —termina por decir y empuja a Ryan.  

—Los extrañé. —confieso. 

—Sabemos que no puedes vivir sin nosotros —Sabrina alardea—. Bueno, sin mí. 

—Claro —Ryan la observa de arriba abajo, con un tono irónico—. ¿Qué tal estás?  

Me quedo en silencio, pero luego logro fingir una perfecta media sonrisa.  

—Del asco, pero feliz por verlos. 

—Genial. Creo…  

Los invito a sentarnos en una de las mesas. Hay mucho con lo que ponernos al día, no nos veíamos desde hace un par de semanas y para nosotros eso ya es demasiado. Los cuatro siempre hemos sido inseparables, estudiamos juntos desde niños. A Ryan lo conozco desde que teníamos cinco años, luego a los ocho conocí a Chloe en mi primer día en el colegio y al siguiente año, los tres coincidimos con Sabrina. 

Apartar de ahí hemos sido inseparables hasta que nos graduamos de la secundaria. Cada quien fue admitido en una universidad distinta, bueno, excepto Chloe y yo. Ryan se tuvo que ir a Boulder a estudiar, sus padres siempre han vivido allá, pero él prefería quedarse los días de semana en casa de abuela la cual vive a unas cuadras de mi casa. Sabrina fue admitida un año después de nuestra graduación en Boulder y, por lo tanto, toda su familia y ella debieron mudarse hasta allá. 

En los últimos dos años no hemos estado tan unidos más no significa que hemos perdido contacto entre nosotros, cada que podemos, no reunimos o hablamos por videollamada.  

—¿Qué hay de Chloe? —pregunta Sabrina.  

—En la universidad me dijo que tenia que ir a la academia. La llamaron para un ensayo.  
 
Chloe es bailarina y asiste casi todos los días en la tarde a una academia, no le dedica el tiempo completo debido a la universidad, pero desde pequeña ha estado en esa academia, el baile es su vida. 

—¿Iremos a la fiesta? —ahora habla Ryan con evidente entusiasmo.  

—¡Claro! Todos los años vamos a la fiesta de Halloween. Si no quien aguanta a la rubia. —Sabrina mofa y doy una risita.  

—La pregunta era más para Aliyah, gracias.  

—Entonces usa el singular, en vez del plural. —reclama la pelirroja.  

—Bueno, ya. No comiencen —pido—; yo no iré. 

—¿Por qué? —dicen al mismo tiempo.  

Tomo una bocanada aire y paso mis manos por la mesa.  

—No tengo ánimos.  

—¡No seas aburrida! —se queja Sabrina—. ¿No dijiste que te iba del asco? Pues, este es el momento en dónde tomas está fiesta como distracción.  

—Igual no tengo disfraz. —me excuso y Ryan resopla con aburrimiento.  

—Aliyah, estamos en Halloween. En cualquier esquina consigues un disfraz, no seas aguafiestas.  

Niego y me coloco de pie. Veo que Marie ya viene con su bolsa encima, y me extiende la lleve.  

—Ya vamos a cerrar. ¿Nos vemos en mi casa hoy en la noche? Lo más probable es que mi familia no esté, es viernes de juegos en casa de mi tía.  

—Me quedaré en casa de mi abuela así que te iré a visitar más tarde, así que allí estaré. —Ryan se acerca para darme un abrazo.  

—Yo me quedaré con la abuela de Ryan. —dice Sabrina.  

—Yo no te invité. —Ryan objeta.  

—¿Ah, no? Que mal. Igual me quedo. —se encoge de hombros y nuestro amigo tuerce el gesto.  

Rio. Ellos siempre me hacen reír con sus absurdas peleas. 


*** 

Doy vuelta a la página de mi libro y sigo anotando en mi libreta, respiro de forma pausada para concentrarme en mi tarea. Lamentablemente mi mente está en otra parte, sigo pensando en el sueño de anoche y no llego a ninguna conclusión. Es demasiado extraño y perturbador.  

Escucho que alguien toca a la puerta de mi habitación y me sobresalto, dejo mis libros a un lado. La puerta se abre y veo a Charlie entrar a mi habitación. 

—¿Qué quieres? —es lo primero que digo al verlo. 

Él se acomoda su chaqueta color café y luego rueda sus ojos en dirección a mí. 

—Qué forma tan linda de tratar a tu hermano —ironiza, pero no le presto mucha atención así que vuelvo a mi tarea—. ¿Qué haces? 

—Estoy estudiando. 

Escucho como rueda la silla de mi peinador hasta mi escritorio. 

—Mamá me contó de tu episodio de histeria y descontrol de esta mañana, que lastima que no pude verlo. —se burla. 

—A la próxima te lo grabo.  

—¿Por qué eres tan malhumorada? Solo bromeo contigo. 

—Yo no lo veo como un chiste —me volteo hacia él—. Estuve hasta altas horas estudiando, hice un magnífico ensayo que me aseguraba un diez perfecto y al día siguiente me levanto tarde, nadie me despierta y mi ensayo se pierde. Ahora tu y mamá lo toman como un chiste; apuesto que si tú hubieses sido el que perdió el ensayo, ella viene y voltea la casa para encontrarlo. 

Bufo y vuelvo a mi posición inicial, Charlie se queda callado. Cierro mis ojos y sobo mi sien para nuevamente voltearme hacia mi hermano. 

—No lo dije con intenciones de hacerte sentir mal —explico—. Solo me molesta que no se tomen mis problemas en serio. 

—Y a mí me molesta que tomes esa actitud de vieja cincuentona amargada. Aliyah la vida es una. ¿Podrías por favor volver a ser un poco más tú? —elevo una ceja. 

—¿Se supone que soy otra? 

—Lo eres desde hace mucho. Mi hermana puede ser poco afectiva pero no aburrida y malhumorada, solo digo eso. 

Muerdo mi labio y trato de no darle importancia a lo que acaba de decir, porque si lo hago, malos recuerdos llegarán a mi mente. Él se levanta de la silla y yo le observo. 

—Bueno, nos vemos. 

—¿Vas a la noche de juegos familiares?  

—No, saldré con Zack y Kylie.  

—A veces me sorprendo de como tienes tiempo para fiestas. 

—Para disfrutar de la vida siempre hay tiempo. 

—Que filósofo nos salió el niño. —subo mis cejas y sigo con mi tarea. 

—Deberías intentar disfrutar de la vida, salir con tus amigos, divertirte, conocer nuevas personas, buscar un novio... 

Eso último lo dice con un tono burlón y hago una mueca que se transforma en una risa mínima. Charlie me conoce a la perfección, y sabe que ese tema en específico es mi favorito por los momentos, por lo que no pierde tiempo de bromear con eso.  

—Tienes diecinueve años, debes de comenzar a disfrutar más, déjate vivir, ama, ríe, goza y dejar las situaciones estresantes a un lado. 

—Y tú tienes veinticuatro años, deberías de dejar vivir en la casa de tus padres y tener una relación estable con una mujer. 

—Touche. 

Ríe y niego con la cabeza. No diré que mi hermano es un mujeriego, pero si he llegado a pensar que le tiene miedo al compromiso, pero lo que me desconcierta es que él de ese tipo de personas muy cursis, de los que creen en el verdadero amor y que todos tenemos un alma gemela. Siento que ese lado sensible y empalagoso lo heredó de papá, y yo, pues herede la amargura y poca tolerancia a los afectos amorosos de mamá. 

Dice que debe irse y abre la puerta de la habitación, notamos que papá estaba detrás de esta e iba tocar la puerta, inmediatamente nos sonríe y detalla a Charlie de arriba a abajo. 

—¿Saldrás? 

—Hoy es viernes. —Charlie palmea el hombro de papá y se va. 

—¡Consígueme una nuera! 

Se escucha el quejido de mi hermano desde el pasillo y rio. Papá también lo hace y se apoya del marco de la puerta. 

—Hija, Ryan y Sabrina te buscan. 

Cierro mi libro, me levanto de mi asiento rápidamente y salgo de mi habitación en dirección a la sala en la planta baja. Me encuentro con Ryan sentado muy cómodamente en el sofá y me siento a su lado mientras golpeó su hombro. Sabrina está toqueteando los libros en la estantería. 

—¡Auch! 

—Aliyah, tu papá y yo saldremos. —mamá aparece acomodando su cartera en su hombro. 

—Vamos a casa de Annet, hoy es noche de juegos en su casa. —papá también hace acto de presencia. 

—Ni nos tomaremos la molestia de preguntarte sin vendrás. 

Ruedo mis ojos sin que mamá me vea. Tenemos como tradición en la familia que todos los viernes tenemos noches de charadas o juegos familiares, en ocasiones son aquí o en cada de la tía Annet. Antes asistía y participaba con mucha frecuencia, incluso, hasta mis amigos asistían.  

Pero de un tiempo para acá, no comparto con mi familia, nunca he sido de empatizar con mis consanguíneos porque simplemente no me gusta convivir con ellos. Pero si compartía tiempo con mis abuelos y tía, ahora ya no, muy poco asisto a reuniones familiares. 

—Que tengan linda noche. 

Digo sin verlos. Ellos se van y quedo a solas con mis amigos; lo que necesitaba.  
 




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