Y ahí estaba él, mirándome fijo a los ojos. Sin decir ni una palabra, sin hacer ningún gesto, sin realizar ningún movimiento, tan sólo me observaba.
De pronto comenzó a acercarse más y más, mi cuerpo no reaccionaba, quería correr pero mis piernas no me respondían, cualquier movimiento que pedía a gritos mi cerebro no eran escuchados por mis músculos. Estaba asustada y no lograba hacer nada al respecto, tan sólo bajé mi cabeza intentando que no me hiciera daño.
Sentí unas gotas saladas rozar mis labios, definitivamente estaba llorando aunque todavía no comprendía el por qué. Levanté la vista una vez más y me encontré con unos ojos azules como el mar, grandes e intensos, eran realmente hermosos pero, al mismo tiempo, eran misteriosos e ilegibles. Sus labios eran perfectamente rosados, su cabello era de un perfecto tono castaño oscuro que hacía resaltar sus bellos ojos a la tenue luz de la luna, él era perfectamente especial, perfectamente inhumano... pero a pesar de esto le temía.
Su mirada era profunda e intensa, intenté encontrar algo en ella pero me fue inútil, no lograba encontrar nada, tan sólo veía mi reflejo; por alguna desconocida razón, esos ojos me atraían de una manera inexplicable, me atraían de una forma que nunca había sentido en mi vida con ningún otro objeto o persona, expresaban algo que no lograba descifrar, tenían algo distinto al resto y no era el hermoso color azul, sino el secreto oculto que había en ellos.
Quería huir, la forma en la que el avanzaba hacia mí me atemorizaba pero, a pesar de eso, no quería abandonar esos ojos, no quería que esos ojos dejaran de verme.
Desperté sudada, otra vez se trataba del mismo sueño de siempre ¿O se podría decir la misma pesadilla? Hacía semanas que no lograba dormir bien, mi cuerpo era adrenalina pura, me encontraba tan nerviosa y ansiosa en las noches que no podía relajarme. No lograba tranquilizarme, los sueños y pesadillas no hacían más que atormentarme...él no dejaba mi mente en paz.
Me levanté de mi cama de un salto y me dirigí hacia el baño. Lavé mi cara, cepillé mis dientes y peiné mi lacio cabello castaño. Luego comencé a vestirme y finalmente decidí maquillarme para disimular mi falta de sueño.
Me sentía realmente agotada, deseaba con todo mí ser seguir durmiendo, pero me era imposible, el último día de clases me esperaba. Bajé torpemente las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Peter estaba sentado viendo el noticiero mientras Serena preparaba el desayuno.
Serena y Peter son mis padres adoptivos, me encontraron sola e indefensa a mitad de una fría y oscura noche en la calle. Nadie supo nunca quién era mi madre, pero realmente tampoco me interesaba saberlo, la idea de que haya decidido abandonarme de esa cruel forma, con tan sólo unos días de vida, sólo me producía asco y ganas de vomitar. Lo único que supieron de mí fue mi nombre… Sasha, un lindo nombre para una huérfana no tan huérfana. Serena y Peter cuidaron de mí hasta la actualidad. Son buenos padres y me han dado todo. Realmente no tengo de que quejarme.
Llegué a la cocina. Peter me dio un beso en la mejilla y me senté a su lado a ver el noticiero junto a él.
"Los desaparecidos han aumentado un 25% en los últimos meses" decía el título de la noticia.
Serena se acercó a mí, me dedicó una sonrisa dulce y cálidamente familiar como siempre y depositó un beso en mi frente.
–Buenos días –dije con una sonrisa algo cansada.
–Buenos días –contestó Serena–. Qué horror esta ciudad –añadió mirando la televisión.
–Nueva Orleans, la cuidad que actualmente se ha vuelto un caos, al igual que el resto del mundo. Han desaparecido gran cantidad de adolescentes de entre quince y diecisiete años en los últimos dos meses. –decía el hombre del noticiero.
–Deberías cuidarte más corazón, tienes diecisiete –dijo Serena acariciando mi cabello.
Mi madre continuó hablando sobre lo peligrosa que era la cuidad, de cómo debo cuidarme y bla bla bla. No le presté mucha atención, ya que he tenido esta charla aproximadamente unas....cien veces. El tema ya me había secado la cabeza por completo.
Le di un mordisco a mi tostada cuando de pronto tocaron la puerta.
<<¡Al fin! ¡Gracias!>> grité en mi cabeza.
–Yo atiendo –salté de mi asiento–, seguro debe ser Matt –dije tomando otra tostada e introduciéndola en mi boca.
Matthew Kovac es mi mejor amigo, nos conocemos desde muy pequeños, crecimos prácticamente juntos. Matt vive con Evelyn, su tía, una mujer bastante reservada pero realmente hermosa. Serena y ella fueron amigas en su pasado pero ahora se detestan o al menos eso se cree, pero, a pesar de todo esto, somos inseparables. Nadie reconoce la razón por la cual somos tan amigos. El jugador número uno con la chica anti-porristas y anti todo lo que implique ser popular.
Abrí la puerta y ahí estaba él, como siempre, con su gran sonrisa. Él es un chico agradable, morocho, un poco más alto que yo, con unos grandes y hermosos ojos verdes. La gente lo quiere, es un joven sincero y un excelente amigo. Matt es el típico adolescente por el que toda muchacha moriría. Es bueno, solidario, alegre y simpático, ese chico al que puedes recurrir cuando tienes un problema, al que le puedes contar cualquier secreto, reconociendo que no se lo contará a nadie; él era ese chico en el que puedes confiar.