Fue un acto reflejo. Con toda la tensión y el miedo, mi cuerpo reaccionó de una sola forma, abrazando a Dave. Era el único que conocía en ese lugar y por alguna extraña razón sus brazos se sintieron cálidos y sanadores, como si ya los hubiera sentido antes.
Me alejé de él y sequé mis lágrimas, él seguía sorprendido de mi reacción y yo también lo estaba. Le temía, más que a nada, pero en ese momento mi subconsciente me hizo reaccionar así por lo cual rápidamente me alejé de él.
–¿Qué haces aquí? –preguntó preocupado.
–¿Alguien te siguió? –preguntó la chica que antes amenazaba mi vida.
–No –contesté firme.
Nuevamente retomé mi compostura fría y fuerte, como si el acto de recién nunca hubiera ocurrido. Me sentía avergonzada pero no lo suficiente como para bajar mi escudo.
–No contestaste mi pregunta –dijo él.
–Tú nunca contestas las mías –me defendí.
–¿Dónde están las llaves de tu auto? –preguntó la joven mientras observaba a escondidas por la ventana.
–Aquí –dije sacándolas de mi bolsillo.
Ella las arrebató de mis manos y salió por la puerta.
–¡Oye! –intenté seguirla pero Dave me tomo de mis hombros.
–Tranquila, sólo lo llevará a un lugar seguro para que no nos encuentren.
–¿Para qué no nos encuentren? –pregunté alterada –¡¿Qué demonios está sucediendo?!¿Por qué a pesar de no saber lo que está pasado siento que esto es normal? Más bien, no me parece normal pero por alguna razón lo comprendo, sin comprender nada. ¡Mierda!- dije frustrada.
Dave rió.
–Es que entiendes lo que sucede sólo que la información se encuentra en tu subconsciente. Tu subconsciente está luchando con tu consciente y con la memoria que ellos te insertaron –dijo él.
–¿Ellos? –pregunté.
–Los Delacroix.
Una imagen se vino a mi mente. Hombres y mujeres con batas blancas me arrastraban por un pasillo mientras yo gritaba intentando zafarme.
–¡¡DAVE!! –grité desde lo más profundo de mi garganta.
Una mujer de cabello negro y ojos negros al final del pasillo mantenía una sonrisa victoriosa en sus labios mientras yo suplicaba entre sollozos que me soltaran.
–Sasha... Sasha...¡Sasha! –gritó Dave haciéndome abandonar esa imagen en mi cabeza.
–Lo siento es sólo que...
–Los viste ¿verdad? –me interrumpió la chica que antes había robado mis llaves.
–¿Qué? –pregunté confundida.
–Las imágenes en tu cabeza, deben de haber sido ellos, pude percibir tu miedo- dijo la joven de cabello rojizo.
–Sasha, ella es Clarine, una Kenner, igual que yo –dijo Dave.
–¿Kenner? Okey, alto, debes detenerte justo ahí –dije apoyando mi mano sobre el pecho de Dave el cual debo admitir que se notaba bien trabajado.
Saqué mi mano rápidamente avergonzada por lo cual Dave rió.
–Lo siento, todo va muy rápido, pero es que no tenemos tiempo. Ven, sígueme –dijo Dave tomando mi mano, lo cual me tensó por completo.
A esta altura del partido no me quedaba otra opción más que seguirlo ya que solo él parecía tener las respuestas.
Nos dirigimos hacia el final del pasillo, en donde un gran espejo colgaba en la pared.
–Entra –dijo Clarine.
–¿Qué?
–Entra, en el espejo –dijo Dave.
Reí y solté la mano de Dave.
–Bien, muy gracioso...Kenners, Delacroix, subconsciente, espejos que funcionan como puerta ¿Qué sigue? ¿Un ropero que me lleva a Narnia? –levanté mis brazos rendida– Lo siento pero no estoy para juegos, necesito buscar a mis padres –finalicé dirigiéndome hacia la entrada.
–Si quieres ver a tus padres deberás entrar –escuché una voz a mis espaldas que sentía haberla escuchado alguna vez.
Me di la vuelta y me encontré con Philips, mi profesor de literatura.
–¿Profesor Philips?
–Por favor, solo dime Charles.
–Pero qué...
–Sasha, tranquila, ya habrá tiempo para explicaciones –me interrumpió Philips–, ahora debes entrar antes de que ellos revisen tu actividad cerebral.
Dave tomó mi mano y siguió a Clarine que atravesó el espejo como si no estuviera ahí.
–Cómo...
No llegué a finalizar mi frase que Dave ya me había arrastrado al otro lado.
Un olor a látex me envolvió. Estábamos en un pasillo de paredes grises, luces blancas alumbraban todo el lugar. A cada lado había diferentes puertas. Parecía un hospital solo que más frío de lo normal.
–¿Dónde estamos? –pregunté perdida.
–En el tiempo –contestó Clarine.