Prejuicios y amor

CAPITULO 11

El espejo no dejaba de llamar su atención. La caja con el enorme lazo del color de una famosa firma de ropa de diseñador. No había querido abrirla, no quería saber que había dentro, sin embargo ahí estaba mirando por el reflejo aquel paquete. 

En un momento de enojo por su atrevimiento quiso ir a arrojarle la caja en su cabeza, Charly la detuvo dándole una solución. Lily no estaba muy convencida y ahí estaba viernes por la mañana sin hacer nada y mirando la caja evitando que la curiosidad la hiciera abrirla. Estaba segura que TT quería que estuviera a la altura del lugar a donde esperaba llevarla esa noche, quizá podría volver a cambiar el lugar de la cita. 

Fue hasta el armarlo abriendo las puertas para encontrarse con un sombrío conjunto de ropas negras. Buscó entre ellas sus vestidos y sacó un par arrojándoles a la cama. El primero era un vestido de algodón que se ajustaba a su cuerpo, era muy corto, a veces lo usaba con unas mallas sin dejar a un lado sus botas. El segundo combinaba el encaje en la falda y piel en la blusa simulando un corsé. No era más elegante que el otro, su ropa no era de ese estilo. Lo había evitado a toda costa, era parte de dejar atrás su niñez. Lanzó un suspiro y volvió a mirar la ropa en el armarlo.

De allí podía escoger cualquier prenda para ir a un antro o a un concierto, quizás a una reunión con amigos, incluso una salida de fin de semana, pero no había nada para una cena en un restaurante de lujo a lado de un multimillonario. Estaba segura de que todas las miradas estarían sobre ellos. Sus ojos se posaron en la abultada tela de la falda de tul que llevó aquella noche. Quizá podría...

 

Toda la semana fue un desastre. Falta de concentración, perdido en sus pensamientos con una mujer apareciendo en momentos inoportunos elevando su libido a niveles que no eran respetables. Miró por la ventana de la camioneta que se dirigía a la casa de Lily. Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de  sus labios, había algo en ella que lo hacía perder por completo el control, nunca antes le pasó algo así. Cada una de sus amantes tenía su lugar, ninguna de ellas interrumpió sus pensamientos en su vida cotidiana. Nunca permitió nadie se entrometiera en su trabajo, su intimidad. Ahora estaba siendo diferente y ni siquiera ella era su amante a pesar de haber tenido sexo la primera vez que se conocieron, aunque en realidad eran unos perfectos desconocidos.

A camioneta se detuvo frente a un jardín de infantes. TT frunció el ceño cuando Bruno bajó del vehículo y llamó al timbre. Bajó el vidrio de la ventanilla para reclamar a su empleado. Abrió la boca en el mismo momento en que la puerta se abrió y una Lily vestida de negro con el cabello en un brillante color rosa mucho más claro en un descuidado peinado. Le sonrió cautelosa a Bruno y miró a la camioneta.

Sus ojos se encontraron. ¡Demonios! ¿Cómo podía una mujer como ella hacer acelerar su corazón? Observó su caminar, el movimiento de sus caderas que sacudía la falda de tul corta como la de una bailarina de ballet, admiró las piernas delgadas y elegantes con esos zapatos de altos tacones y delgada tira que le hacía recordar a los zapatos de colegiala. Levantó los ojos hasta la blusa negra de delgados tirantes y los deslizó por la pálida piel reconociendo los signos de su excitación. Fue como sentir la sangre correr hasta su entrepierna sin control. 

Bruno acercó su mano a la manija de la puerta, se quedó unos segundos esperando que TT se moviera. Se aclaró la garganta llamando su atención.

Lily soltó una risita y TT se movió con un gesto arrogante permitiendo que entrara al vehículo.

Ella lo hizo, arrojó una caja en sus piernas. TT parpadeó asombrado y bajó la mirada hasta el paquete. ¿Qué demonios?

- No necesito de tus regalos - dijo acomodándose a su lado -. Soy capaz de comprar mis propias cosas. Espero que sea lo último que reciba de ti.

- ¡Es sólo un vestido! - exclamó irritado.

- No importa - movió la cabeza -, no me gusta que me regalen. No soy de las que aceptan cualquier cosa de alguien que no conozco.

- Tú yo nos conocemos - se inclinó levemente a ella -. Puedo asegurar que demasiado bien.

- No es de...un caballero...

Lily se apartó nerviosa.

- No es de una dama despreciar un regalo.

- Yo no soy una dama...

Una carcajada divertida salió de TT. Lily sonrió un poco y cruzó una pierna.

- ¿Touche? - murmuró cerca de su cabello -. Está vez tú ganas. No volveré a hacerte regalos.

No habló el resto del camino. Llegaron al elegante lugar en donde cenarian esa noche. TT la sostuvo de brazo al entrar y caminó junto a ella sin mirar a su alrededor. Lily estaba nerviosa evitando mirar a su alrededor, bajó la mirada hasta la mano que la sostenía. Mostraba seguridad y calma ante la evidente atención que estaban recibiendo. 

Ella temblaba, no era capaz de ser como él. Estaba ante un mundo nuevo. Cualquiera al saber de su pasado, siendo educada como una niña rica en colegios caros y con disponibilidad de cualquier cosa que quisiera estaría acostumbrada a el lujo que ahí les rodeaba, pero no era así. Siempre se había negado a recibir cualquier atención por ser la hijastra de los cuatro esposos de su madre. Quizá por orgullo o por rebeldía. Dejó escapar el aire de sus pulmones y levantó la barbilla.

- ¿Estás bien?

- Supongo - respondió apenas moviendo los labios -. No es un lugar al que vengo con frecuencia. Es difícil disimular no notar que todos nos miran.

TT sonrió al pie de las escaleras forradas por una alfombra roja que no se veía barata.

- Ya pasara - dijo divertido -. Tienen curiosidad de saber quién eres tú.

- Es bueno saber que toda la gente es igual - replicó con ironía -. El chisme no tiene ninguna distinción.

- No - rió apartándose para tomar su mano y guiarla por las elegantes escaleras -, el chisme no cambia nada en cualquier nivel social.

- Excepto que eres un hombre muy conocido en el mundo y el chisme de lo que pase está noche se sabrá por el mundo entero.




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