Prejuicios y amor

CAPITULO 33

Llevaba horas esperando en el departamento. No tenía que ser así, no estaba presa ahí. Podía ir a cualquier lugar, no había necesidad de esperar a TT como si no pudiera estar separada de él. Mierda, eso no era normal. Fue hasta su móvil, apretó el botón de encendido; no había ninguna llamada, ni siquiera por parte de Charly. 

Su amigo siempre estaba llamándola. A veces era un poco acosante pero ella siempre agradecía saber que había alguien que se preocupaba por ella. Ella también debería estar preocupada por Charly, después de todo era como un hermano. Buscó su número y llamó. 

Uno, dos, tres... Frunció el ceño. Mierda, ¿Debería preocuparse aún más? Quizás estaba ocupado, o quizá podría haber conocido a alguien... Apretó los labios, él siempre le contaba todo, incluso cuando conocía a alguien. Terminó la llamada y arrojó el móvil a la suave superficie del sofá cerca de ella.

Pasó una mano por el cabello. ¿De verdad tenía que quedarse encerrada mientras los demás estaban fuera? Fue en busca de su bolso. Podría gastar un poco de dinero y arreglar su cabello, quizá comprar un par de prendas o algunas telas para algunas ideas que tenía para sus muñecas. Después lo repondría, podría negociar su deuda y tener un poco de tiempo para recuperar esos gastos. 

Por ahora necesitaba salir y respirar aire y sentir el concreto bajó las suelas de sus botas. Se puso la chaqueta de cuero con algunos adornos plateados, peinó sus cabellos con los dedos hacía atrás y fue hasta la puerta la abrió antes de salir miró hacia el departamento y sin dudar dió un paso hasta el elevador dispuesta a seguir sus planes.

 

Charly abrió un ojo buscando su móvil. Su mano aún temblaba y su móvil resbaló hasta el piso de loseta blanca. Maldijo inclinando su cuerpo de la cama hasta el piso y lo levantó. Giró hasta que su espalda quedó sobre el comodo colchón y con su mano libre cubrió la desnudez que la sábana destapó ante sus movimientos. Aunque su atención estaba en el móvil y en las llamadas perdidas de su amiga, también podía seguir los movimientos por la habitación del otro ocupante y aunque deseaba prestar atención a cada gesto de su amante le era imposible no preocuparse por Lily en casa de TT.

—¿Algo importante?

Charly levantó la mirada y fue imposible no babear ante la figura imponente y semidesnuda. Lamió sus labios y sus ojos recorrieron desde sus cabellos negros, su torso moreno hasta los ajustados pantalones oscuros y los pies descalzos.

—Lily me ha llamado — respondió después de que una ceja negra se elevara burlona —, podría ser urgente.

Él asintió y sostuvo su camisa blanca un segundo antes de ponérsela. Apenas lo hizo el timbre de su móvil sonó. Charly lo vió caminar con esa calma que lo caracteriza hasta su chaqueta y buscar el aparato. 

Charly se levantó posicionando sus piernas en flor de loto y recargó sus codos en las piernas mirándole con atención. Lamió los labios recordando cada momento de la noche pasada y su cuerpo reaccionó en un estremecimiento. Su amante hablaba dándole la espalda, algo así como una gran satisfacción se formó en su pecho al recordar las líneas rojas cruzar la piel morena. Eran su marca, la prueba de que él estuvo en su cama y no había manera de que lo negara. 

Él también tenía su Marca. Todavía latía y cada vez que se movía podía sentirlo dentro suyo.

De pronto lo vió ponerse tensó y vestirse con una velocidad que lo sorprendió. Nunca dejo de hablar, ni siquiera lo miró una sola vez. Guardó todo lo que tenía en la mesita de noche y fue hasta la puerta.

—El cuarto está pagado por todo el día — dijo sin expresión en su voz mientras se sostenía la puerta entreabierta —, pide el desayuno, yo pago todo.

—¿No vas a quedarte...

—Ha surgido algo.

Con esas palabras salió sin mirar atrás. Charly se quedó sin saber que hacer o decir. Un minuto después parpadeó como si saliera de un trance y miró a su alrededor. ¿Qué demonios había pasado? ¿Cómo pudo dejarlo ahí como a una puta? ¡Maldición! Se levantó y fue hasta la puerta como si quisiera salir en su busca. Miró el pasillo sin estar consciente de su desnudez. No era de sorprenderle que estuviera vacío. Gruñó y entró a la habitación dando un portazo.

Buscó su ropa y se vistió a una velocidad normal. Después de todo él era un chico normal. Uno que no tenía manera de pagar esa habitación o su propio desayuno, un chico que tenía que aceptar las limosnas de un amante que quizá ya se había olvidado de él. 

Se quedó sentado en la orilla de la cama con una de sus calcetas en la mano, mirando la alfombra que se veía muy limpia desde la corta distancia. ¡Mierda! Sintió sus ojos llenarse de algunas lágrimas. ¡Mierda! ¡Él no lloraba por acabar al día siguiente solo! ¡No era un virgen inocente! De eso ya habían pasado muchas lunas y no siempre las tuvo ante sus ojos. 

Apretó los labios. Miró el aparato telefónico y levantó la barbilla. ¡Mierda! ¡Haría que lo recordara por un largo tiempo!

 

Lily salió del local de telas con una bolsa grande. Había pasado algún tiempo de no visitar una tienda de esas y se sentía satisfecha de su compra, aunque se gastó más de lo que le hubiera gustado sabía que haría un buen trabajo con esas telas.

Caminó relajada por el centro comercial, miró escaparates, compró un helado artesanal que estaba delicioso. Una que otra vez se miraba en alguna vidriera apreciando su cabello un poco más largo y con el color rosado que la caracterizaba. Y aunque extrañaba sus percings que tuvo que quitarse por el tiempo que estuvo en el hospital y que ahora no sabía en donde estaban, lo único que podía hacer era esperar unos días más, así al natural antes de investigar quién los tenía.

Su móvil sonó. Su corazón dió un vuelco. ¿TT? Metió mano en el bolsillo de su chaqueta de cuero negro. Miró la pantalla. Charly, media sonrisa se dibujó en sus labios y respondió:

—¿Dónde demonios has estado?




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