Presagio De Muerte

Parte IV

9 de noviembre de 1999

1

Aquella mañana, el sonido de las campanadas de la iglesia llamando a los feligreses sorprendió a todos. Normalmente, las misas eran por las tardes. El sonido de las campanas solo podía indicar que algo funesto había sucedido. Los vecinos curiosos se sorprendieron con la presencia de la furgoneta de la morgue estacionada frente a la comisaría. Pronto la noticias de lo sucedido con las niñas se esparció por todo el pueblo. El Comisario y el Agente López, con sus rostros cansinos luego de una larga noche, junto a los demás integrantes de la Policía del pueblo se preparaban para iniciar la búsqueda de la pequeña Emilia. Junto a un puñado de voluntarios se internan en el bosque durante horas. El calor agobiante, la intensa humedad y la dificultad del territorio en el que tuvieron que abrirse paso a machetazos dificultaban su búsqueda.

La señora Stevenson permanece llorando amargamente encerrada en su habitación. Ella no ha querido probar bocado desde lo sucedido. Su aspecto cansino y triste solo es igualado por el de su esposo. Pedro se encuentra en el patio, sentado en su destartalado sillón de mimbre. El más que nada quisiera estar buscando a su hija perdida, pero tiene que permanecer junto a su esposa a esperar que traigan el cuerpo de la su querida Lucia. No le queda más remedio que confiar en el Comisario.

Un automóvil se detiene frente a la casa. Un joven alto y delgado, con cabellos cortos y oscuros, vestido con unos elegantes pantalones claros y una camisa oscura desciende. Era Gastón el hijo de Pedro.

Gastón llega a la casa y ve a su padre sentado bajo el árbol. ­­­ –Perdóname padre. He venido en cuanto me enteré de lo sucedido. ¿Cómo te encuentras? –le pregunta.

–Hola hijo. Qué bueno verte. –Pedro abraza con fuerza a su hijo. – Tú sabes que no estoy bien y creo que nunca volveré a estarlo.

–Te entiendo padre. ¿Cómo esta mamá?

–Está muy mal hijo. Triste. Tengo miedo en que a causa de su angustia cometa alguna locura. Ya no puedo perder a nadie más de esta familia. Ya no.

–Perdóname por no estar antes para ayudarte, pero recién he vuelto de la ciudad, he llevado a mi esposa y mi hijo a la casa de mis suegros, ellos se quedarán allí unos meses porque la madre de Vanesa está muy enferma, así que ella debe ayudarla. –Le dice Gastón disculpándose.

–Te entiendo hijo. Tú ahora tienes tu familia, y es tu responsabilidad protegerla. Debes hacer lo que yo no pude.

Gastón abraza a su padre – Quédate tranquilo padre, pronto todo estará bien. Me quedare contigo para recibir el cuerpo si no te molesta. Luego iré a buscar a mi hermana y no voy a parar hasta encontrarla.

–Claro hijo, creo que a tu madre le hará bien saber que tu estas aquí.

Pedro trae otra silla para su hijo y juntos se quedaron contemplando las plantaciones de yerba y recordando los tiempos en que eran una familia feliz.

El reloj marcaba las seis de la tarde cuando finalmente traen el cuerpo de Lucia luego de haberle practicado la autopsia. El cajón cerrado impedía ver su terrible estado. La madre llora golpeando la tapa mientras su esposo y su hijo intentan contenerla. La escena es desgarradora. Pero la tristeza aumenta al ver que el comisario Tom llega con la mirada hacia el suelo.

–Lo siento, no pudimos encontrarla. Hemos recorrido cada centímetro del bosque y no hay rastros de ella.

La amargura de la familia parece no tener fin. Su hija es declarada oficialmente DESAPARECIDA.

2

Aquel día Jonathan se levantó sintiéndose extraño. La alegría que sentía al ver los primeros rayos de luz del amanecer y los cultivos mecidos suavemente por el viento, contrastaba con la tristeza que sentía en su interior. Al dirigirse a la cocina, ve por la ventana a su hermano sentado con la mirada perdida, en aquel viejo tronco caído. Aquel lugar donde siempre de pequeño le gustaba sentarse a contemplar los campos y pensar. Jonathan sale a saludarlo; se acerca y se sienta junto a él. – Hermano ¿porque estas triste? He vuelto. – Le dice tocándole el hombro.

Franco lo mira, lo abraza con fuerza y comienza a llorar. –Tranquilo hermano. Yo siempre estaré para cuidarte. – le dice abrazándolo también con fuerza. –Siento mucho todo lo que has tenido que pasar. No sabes cómo desearía volver el tiempo atrás y evitarnos todo lo sucedido.

–No fue tu culpa hermano. La vida ha sido tan injusta con nosotros. Yo solo quería que volvieras. Me ha hecho tanta falta mi hermano mayor. Sé que ahora nos cuidaremos entre nosotros como siempre debió ser. –Le contestó el pequeño secándose las lágrimas.

Entonces los muchachos se percatan del movimiento de vehículos y policías entrando y saliendo de la propiedad de sus vecinos los Stevenson.

–Qué crees que haya pasado? –Pregunta Franco.

–No lo sé. Pero parece algo malo. –Contesta Jonathan sin imaginarse la crueldad que había puesto fin a la vida de su pequeña vecina. Los hermanos se quedan observando la escena durante un largo rato. Cuando su madre vuelve de hacer las compras en el centro les cuenta la terrible noticia. Las niñas Stevenson han sido atacadas. Mientras su madre va a la casa de sus vecinos para ayudarlos en lo que necesitara, Jonathan prefiere quedarse, ha comenzado a sentirse mal pero no quiere decirle a su madre. Entra nuevamente a su habitación y se acuesta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.