Presagio De Muerte

PARTE XIII

1

El fuerte sonido del aullido despertó a Jonathan. Mirando hacia su ventana vio la inmensa luna brillando y la espesa niebla que cubría los caminos. –¿Que ha sido eso? –Se preguntó.

Tambaleante se levantó y fue hasta la habitación de su hermano, allí se encontraba Franco durmiendo plácidamente; junto a él, estaba Pablo, que se había quedado a dormir. Para alegría de Jonathan, Franco y Pablo se habían vuelto los mejores amigos, al punto de prácticamente ser inseparables. Ver a su hermano teniendo un amigo en quien confiar lo reconfortaba. A pesar de que su enfermedad no había mostrado signos de empeorar, él sabía que solo era una cuestión de tiempo. Los dolores contantes en su cabeza le hacían recordar que el tumor seguía allí, esperando, listo para estrujar su cerebro y terminar con su vida.

Jonathan fue hasta la cocina, abrió la nevera y se sirvió un gran vaso de leche. Mientras la bebía observaba por la ventana. Eran casi la una de la mañana. El aullido no volvió a oírse. Entre la espesa niebla podía verse la oscura silueta de los cultivos mecerse de un lado a otro, de no saber que eran plantas, uno fácilmente podría pensar que eran personas paradas en la oscuridad observando. El cielo completamente estrellado resaltaba aún más el brillo de la luna llena, que comenzaba a esconderse tras una gran nube oscura, convirtiéndose en una escena digna de admirar.

Al no poder ver lo que había producido aquel extraño aullido, Jonathan volvió a acostarse. El viento comenzó a soplar repentinamente provocando que las ramas del viejo lapacho golpearan la ventana de la habitación, produciendo un tenebroso sonido, como si una persona golpeara insistente para que la dejasen entrar.

Nuevamente el frío sudor comenzó a correr por su frente. el dolor agudo y punzante en su cabeza había regresado. Intentó incorporarse, pero no pudo, sus piernas no le respondían. Su respiración se dificultaba. Jonathan sintió que su cuerpo hervía en una fiebre terrible.

De pronto sintió nuevamente aquel extraño frio en su habitación, su aliento se convertía otra vez en un vapor gris al salir de su boca. La horrible sensación de que algo lo observaba fijamente vino a su mente. Miró hacía la puerta de la habitación esperando ver a aquella figura que lo atormentaba. –Aparece de una vez maldita sea! –Gritó con una mezcla de enojo y miedo.

Allí en la puerta entre abierta había una silueta, pero para sorpresa de Jonathan no era aquel ser que él llamaba "la muerte", aquella figura era la de un hombre.

–¿Quién eres? –Preguntó intentando descifrar el rostro de aquel hombre, pero la oscuridad de la habitación se lo impedía. La luz del pasillo comenzó a parpadear hasta que finalmente se apagó ocultando por completo aquella figura. Jonathan no podía ver nada. Estaba inmóvil en la oscuridad, incapaz de moverse. Su miedo crecía al darse cuenta de que estaba a merced de aquel intruso.

–¿Quién eres? –Volvió a preguntar ansioso. Sus ojos luchaban para adaptarse a aquella oscuridad. El espeluznante sonido de pasos acercándose a su cama lo asustaban todavía más. El dolor de la puñalada en su mano todavía lo estremecía. –¿Quién eres? ¿Por qué intentas matarme?

–No he venido a matarte. –Le respondió una voz familiar.

Jonathan forzó aún más su vista. Frente a su cama pudo dilucidar la figura de un hombre. La luna emergió detrás de la nube que la ocultaba y su luz blanquecina entrando por la ventana iluminó la habitación permitiendo ver a aquel hombre.

–¿Papá? –Preguntó Jonathan sorprendido al ver que el hombre frente a él era su padre. Pero algo definitivamente no estaba bien en él. Su rostro era terriblemente pálido, con profundas y oscuras ojeras. La piel de su rostro estaba manchada con oscuros moretones. Desde su cabeza emergía un gran chorro de sangre que recorría desde su ojo derecho llegando hasta su camisa completamente manchada en sangre. Su expresión carente de vida convenció a Jonathan que aquel hombre no era su padre, si no solamente su espectro.

–Si hijo. Soy tu padre. –Le contestó aquel hombre sin acercarse.

–Padre siento mucho lo que les pasó. De verdad lo siento. Siento mucho no haberlos podido salvar.

–No es tu culpa hijo. Fue lo que debió ser. Nada puede cambiarse. La muerte nos llega a todos por igual. Ni siquiera tu puedes cambiarlo. –Le respondió su padre mientras Jonathan intentaba levantarse sin éxito.

–Pero yo supe que algo les pasaría y aún así no los advertí.

–Oh hijo. –Dijo el señor Jakov con una profunda tristeza en su voz. –No sabes cuan profundamente me duele tu sufrimiento. No he sido un buen padre para ti... para ninguno de ustedes. He hecho cosas terribles y ahora las estoy pagando viéndote sufrir. Quiero que sepas que a pesar de lo frío que he sido contigo, de lo severo, de lo malo, siempre te he querido.

–Lo se padre. Yo también. Lo único que siempre quise es que estés orgulloso de mi.

–Lo estoy hijo. Lo estoy.

Jonathan comienza a llorar. El movimiento vuelve a su cuerpo. Con dificultad levanta su mano intentando alcanzar a su padre, pero este hace el gesto de no con la cabeza y se aleja unos pasos.

–Siento mucho que debas verme en este estado. –Le dice su padre apenado. –Tú tienes un gran don.

–No es un don. Es una maldición. Solo me ha traído desgracias. Ni siquiera pude usarlo para salvarlos. No soy más que un monstruo.




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