Préstame tu felicidad

⌁Uno: Nadie es moneda de oro

Tomo la mochila que esta en el sillón en la esquina de la habitación. Sacudo mis jeans para mirar mi reflejo en el espejo por última vez para mi primer día de Universidad por tercera vez, esta vez en la carrera de enseñanza. Salgo de mi pieza y voy a la cocina para tomar un vaso de leche y pesco una manzana verde para no ir con el estomago vacío.

—¿Ya te vas Raven? —pregunta mamá bajando las escaleras—, que te vaya muy bien cariño y por favor que esta sea la carrera adecuada, la tercera es la vencida —ríe mientras frota sus ojos—. Además ya no eres tan joven para seguir cambiando, no puedes estar cambiándote ¿vas a probar todas las carreras existentes y por existir?.

—No mamá, este semestre va a ser mío—aseguro con una sonrisa de oreja a oreja, esperando que no saliera a repetir los grandes logros de mi hermano doctor con veintiocho, que además se caso con una mujer italiana y esta embarazada.

No entiendo cual es el punto de relucir la nacionalidad de mi cuñada, no creo que si se hubiera casado con una canadiense, dijera "mi mujer canadiense".

—Sí, te quiero ver en la cima del mundo como a tu hermano, ya ves que tiene doctorado, se casó con una italiana y están esperando mi primer nieto —canturrea emocionada.

—Mamá, ya lo sé. Ayer vinieron a cenar. —Sacudo mi cabeza para evitar el fastidio, rápido me acerco a ella, le doy un beso en su mejilla para despedirme sin mirarla para salir de la casa.

Veo mi carro estacionado detrás del de mis padres, es un escarabajo color amarillo. Trabajé tres años como cajera, lo cual detesté porque las personas suelen ser muy groseras porque la caja registradora era muy lenta y como si hubiera sido mi culpa. Pero al final valió la pena completamente cuando compré ese auto.

No es el carro del año, pero con algo de cariño se veía muy bien. Además pinté con aerosol mi nombre en grafiti de la puerta de mi lado. A mis padres no les gusta, lo consideran estúpido y sin gracia, un acto de vandalismo. Pero es mi auto por lo que yo hago y deshago en el lo que yo quiera porque trabajé por él. Tengo derecho a la libertad de expresión.

Enciendo el automóvil y pongo la radio para distraerme. Afortunadamente vivo cerca –relativamente- de la Universidad así que no tengo que esperar el odioso trafico.

Cuando llego al campus, me dirijo al estacionamiento de la facultad de Filosofía y Letras donde ahí me inscribí. Estaciono cerca y me miro por el retrovisor que la pestañina de mis ojos no se haya movido, que todo estaba en orden.

Yo creo que la primera imagen es muy importante pues es como te verán todos a tu alrededor, además amo usar rímel porque creo que mis ojos color esmeralda son más llamativos. Dejo de pensar en mi persona, tomo mi mochila para bajar de mi auto y caminar la facultad.

Saco el horario en una de las bolsas de mi mochila y lo reviso. Según esto me toca historia de la humanidad. Reviso mis materias e inmediatamente hago una mueca de desagrado al ver mucha historia en el plan de estudio.

¿Qué he hecho, por qué demonios me he metido aquí?, ¿es que estoy muy mensa?

Intento sacar ese pensamiento de mi mente pues lo hecho estaba hecho y por más que me arrepintiera, no va a cambiar nada. Así que lo mejor es alzar la cabeza y seguir adelante.

Me acerco a un chico que esta vestido un poco más formal con unos jeans oscuros, una camisa a botones blanco, fajado y usa lentes. Tiene un peinado perfecto de un lado con unos lentes circulares que le favorecían a su delgado rostro, sus labios poco carnosos y su nariz respingada. Era un sujeto que me transmite ternura y confianza por su sonrisa que me mostraba sus lentes, además su mochila es un portafolio.

—Hola, ¿necesitas ayuda? —pregunta mirándome con sus ojos que parecían más grande a través del lente.

Asiento con la cabeza un poco confundida, he de admitir—. Sí, soy nueva.

—Ah, ¿y a qué licenciatura te has metido? —interroga mientras me quita el papel de las manos.

—Licenciado en educación ¿y tú? —intento no ser grosera.

—Yo también estudio eso, solo que voy dos años más arriba que tú. —Él abre sus ojos sorprendido y su sonrisa se ensancha más

Mi sonrisa es forzada, no sé porque ahora lo sentía arrogante y algo soberbio. ¿Qué necesidad tenía de reclamarme en la cara su progreso?

—Verás que te va a encantar, ¿te gusta la historia?.

—Sí —respondo rígida—. ¿Podrías indicarme donde ese encuentra el salón?. —Señalo con el dedo el papel.

—Por supuesto, de hecho el mío queda cerca del tuyo, si gustas puedo acompañarte.

No, no gusto y antes de yo responder, el chico empieza a caminar. De mala gana lo sigo para ponerme a la par de él.

—Desde niño siempre me ha interesado la enseñanza, siempre amé a mis profesores. Creo que siempre tuve la fortuna que eran buenas personas. Pero cuando estuve en la secundaria me di cuenta que era lo que me gustaba cuando fui asesor de un estudiante con pésimo promedio que mejoró cuando le ayudé. Luego me metí de voluntario de asistente de un maestro para los niños de primaria, pero para serte sincero no me gustó lo suficiente. Los niños son algo complicados de manejar, por eso prefiero a los de secundaria, de último año —narra su historia con un brillo especial en sus ojos—. Por cierto, soy una persona muy descortés ¿cómo te llamas?.

—Raven —contesto, evitando que mis dientes rechinen entre sí.

—Yo soy Baxter, mucho gusto. —Extiende su mano libre y la acerca a mi para estrecharla.

Suspiro cansada y tomó su mano para no ser grosera. ¿Por qué no tengo el valor suficiente de dejarlo con la mano extendida?. Sin embargo lo que más me sorprende es que yo no suelo ser así con las personas que no conozco, por lo que me siento identificada con la frase: no juzgues a un libro por su portada.

—¿Y tú, por qué decidiste escoger esta carrera?.

Me encojo de hombros como respuesta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.