Primeras Veces

capítulo 7

Estaba encerrada en casa, literalmente.

Al dia siguiente del pequeño suceso, mi padre volvió a ser el mismo de siempre, controlador y gruñón, y mi madre volvió a ponerse de su lado, así que me prohibieron la salida de la casa y se pasaban el día vigilándome. Era asfixiante tenerlos encima mío todo el rato, pero no tenía opción.

Mi padre incluso había dejado de ir a trabajar y eso ponía peor la cosa porque él y yo todo el día en la misma casa, solo hacíamos discutir por una cosa o por la otra y debo admitir que la mayoría de las veces era yo quien iniciaba la discusión.

Entré a la cocina ese día y como de costumbre, la señora Juana estaba cocinando.

-Hola, Cristina- dijo mientras se giraba para mirarme

-Hola, Juana- dije y detuve el paso.

La verdad es que no me acordaba que ella estaba aquí y por eso había ido.

Me sonrió y siguió en lo suyo.

-¿Qué haces aquí? ¿Necesitas algo?-

-Si, necesito salir de esta casa o voy a morir de aburrimiento.

-Ohhh, ya veo. Solo viniste a escaparte por la puerta trasera.

-Algo así-

-Puede déjame decirte que tú padre está en el patio y en cuanto te vea, va a haber problemas.

Solté un suspiro de cansancio y ella me sonrió con ternura.

-Tranquila, en unos días se calmaran las cosas y podrás salir-

Vació arroz en una hoya y empezó a sacudirlo.

-Han pasado tres días desde lo sucedido y yo estoy aquí, además, no me pasó nada. Mis padres solo están exagerando y ahora pretenden tenerme encerrada aquí hasta que las vacaciones se acaben-

Me recosté en la pared y permanecí observándola desmanchando el arroz.

-Tus padres te quieren más de lo que te imaginas y no sabes lo desesperados que estaban cuando no te encontraron en la casa, puede que ahora no le hagas caso a mis palabras porque así son los hijos, creen que todo lo que hacemos los padres es por molestarlos, pero no es verdad y un día lo entenderás.

-Ojalá- dije algo melancólica -¿Quiere que la ayude en algo? Lo que sea, de verdad necesito distraerme-

Sé quedó pensando un momento y luego me pasó el arroz.

-Desmáchalo mientras voy a ver cómo está el fogón- asentí y empecé a sacar los granos de arroz que aún tenían cáscara.

La hora de la comida era el momento más incómodo del día, porque allí estábamos sentadas tres personas en una mesa, haciendo todo lo posible para que nuestros ojos no se encontraran.

Yo comí lo más rápido que pude sin parecer desesperada y me levanté de inmediato.

Había una tensión muy fuerte en aire.

-Voy a ir a buscar señal, para hablar con mis amigos-

-Puedes hacer cualquier cosa siempre y cuando no implique salir de esta casa- dijo mi padre sin siquiera mirarme.

-Pero…

-No malgastes tu saliva tratando de convencerme, no vas a salir de aquí y esa es mi última palabra-

Apreté los puños con rabia y me fui a mi habitación.

-No voy a dejar que controlen mi vida -Me dije a mi misma en voz alta y en cuanto crucé la puerta abrí una maleta y empecé a echar todas mis cosas.

-He pasado la mitad de mi vida sin él, ¿Qué se cree? ¿Que voy a obedecerlo en todo sin rechistar? Pues no, no pienso hacerlo.

A medida que mi mente seguía soltando frases airada, mis ojos se empezaron a mojar y tuve que dejar de empacar porque las lagrimas me impedían ver con claridad.

Las palabras de ánimo que me di a mi misma, las veces que me sequé los ojos y todos los “no voy a llorar” que repetí no sirvieron de nada, seguía llorando y odiaba eso porque me hacía sentir como una niña débil y no estaba dispuesta a ser así otra vez.

Me puse de pie y seguí recogiendo todo lo que encontré, luego puse la maleta bajo mi cama y me quedé mirando el techo pensando cuál sería la mejor manera de escaparme.



#1836 en Joven Adulto
#11441 en Novela romántica

En el texto hay: miedo, huir, amor amigos pasado

Editado: 24.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.