Capítulo 11

Llegó el día siguiente y mi tía, al igual que yo, actuamos como que nada había pasado pues en eso habíamos quedado.

Estaba sentada en el sofá escuchando música con los ojos cerrados porque, aunque seguía prohibido el salir de casa, estaba tratando de tomármelo con calma ya que había prometido quedarme allí catorce días más.

Las cosas no iban a cambiar, estaba segura, pero mi tía me pidió que lo intentara y su poder de convencimiento es muy poderoso.

Sentí que alguien me tocó el hombro y lo miré.

Era mi padre y tras él estaba Anthony, quien se robó mi atención por unos largos segundos.

Me quité los audífonos y los miré a ambos.

-¿Qué pasa?-

Mi padre respiró hondo, no parecía estar muy contento con lo que me iba a decir, eso me hizo ponerme alerta y me tensé de inmediato. ¿Mi tía le habrá dicho algo? si fuera así ¿Por qué estaría Anthony allí?

-Puedes salir de la casa cuando quieres… siempre y cuando este Jovencito te acompañe.

Abrí los ojos con sorpresa, esa idea no era de mi padre, seguro que no, alguien debió de habérsela propuesto y debió de darle una gran razón para aceptar porque si algo no quería el señor Pedro Gonzáles es que su hija estuviera cerca de los Rodríguez, algo realmente ridículo considerando que dos de ellos trabajan para él en la casa.

-¿Me vas a tratar ahora como si fuera una niña chiquita?-

Mi padre volvió a respirar hondo. Estaba tenso y se le notaba incómodo aunque tratara de disimularlo.

-Eso es todo lo que tengo que decirte, cuando vayas a dar vueltas para quien-sabe-dónde que sea con él, sino te gusta idea puedes seguir como estabas hace unos minutos y ya está- miró a Anthony y él asintió acatando la orden.

No me había mirado aún y eso me hacía preguntarme si las cosas iban a ser diferentes entre nosotros después de lo que pasó.

-Está bien. Eso es mejor que estar aquí adentro- dije.

Ambos me miraron y mi vista prefirió irse con Anthony.

-Gracias- escuché decir a mi padre antes de marcharse y de no estar concentrada en tratar de descifrar la mirada de mi amigo probablemente me hubiera sorprendido de él que me haya agradecido.

-¿Qué estás haciendo?- pregunté a Anthony luego de un momento de mirarnos fijamente.

-Trabajo- estaba rígido como si no le gustara nada su nuevo ''trabajo''.

-Salgamos ya de aquí, quiero ir al río-

-¿Al río?-

-Si, al río, porque de ir a la lomita llegaríamos casi a las 6 de la tarde-

Le prometí a tía que no me metería en problemas durante estas dos semanas. Lo que implicaba no desobedecer a mi padre, no discutir con él y tampoco hacer cosas para molestarlo.

Eso iba a ser algo complicado, pero lo iba a intentar.

Comencé caminar hacía el río con Anthony detrás. Iba muy metido en sus pensamientos y parecía querer guardar distancia, así que lo dejé en paz porque cuando él está ensimismado significa que no está de ánimos para hablar.

Llegamos al río.

Yo entré a nadar y mi amigo sacó un libro de no-sé-donde y empezó a leer. Solía relajarme en el agua, pero esta vez me costó más, tal vez porque no dejaba de pensar en el beso de Anthony y en el hecho de que estuviera a unos pasos de mi.

Nadé unos quince minutos, luego duré unos cinco flotando sobre mi espalda mientras observaba como las hojas cubrían gran parte del lugar donde estaba y como el sol aún hallaba espacio para colarse entre ellas.

Salí del agua cansada de estar allí y me senté en una piedra donde daba el sol, Anthony estaba detrás de mí metido en su libro, (cosa que agradecía) y como yo no tenía nada que hacer, además pensar en todo y nada, empecé a lanzar piedritas al agua.

-Deberías empezar a usar un poco más de ropa para bañarte aquí- dijo de repente

-¿Y eso por qué?- pregunté tranquila -Me siento más cómoda así-

-Creo que es obvia la respuesta. Porque no estás sola.

-Hablas como si hubiera alguien más que tú y yo aquí- seguí tirando piedritas al río y Anthony se quedó en silencio así que asumí que había vuelto a su libro, hasta que agregó.

-Y tú hablas como si yo no fuera un hombre- dejé caer la piedra que había agarrado.