— ¿Me leerás un cuento mami?
— Si hija, ya verás que te va a encantar, a mí me gusta mucho — habla del otro lado del enorme muro de una parte del calabozo.
— ¿Cómo se llama? — pregunto mientras juego con mi sombra en el suelo.
— Alicia en el país de las maravillas — contestar mientras me muestra el libro por la ventana que tiene el feo lugar — es muy entretenido.
— ¿A sí?
— Lo es, ¿Lista para escucharlo?
— ¡Lista mami!
Me despierto de golpe y miro en todas las direcciones posibles, mi respiración es agitada y pulso se me ha acelerado. Al notar que me encuentro sola en mi habitación, dejo que un suspiro se escape de mis labios. Nuevamente me acurruco en mi cama y rápidamente pequeños e inaudibles sollozos escapada del fondo de mi garganta.
— Mamá...
Es lo último que digo antes de caer rendida en un sueño nuevamente.
(7:36 a.m)
— Con las chicas tenemos que ir de compras — sonríe Axlin con emoción — y tú vendrás con nosotras — chilla.
— Tengo que quedarme a cuidar la manada — contesto mientras sigo comiendo mi tostada.
— Necesitas rápidamente un Beta — bufa Marta — ¿Qué tal Luke?
— ¿Se te olvida que tiene que ser de la manada? — habla Dana con una ceja levantada — Luke es miembro de la manada del padre de Erin, si está aquí es solo por qué él lo ha mandado.
— Tienes razón... — murmura Marta.
— Aunque si él llega a encontrar a su mate en la manada, el se puede quedar aquí — Axlin sonríe mientras barre con su mirada todo el lugar.
¡Es verdad! Luke sí ha encontrado a su mate aquí en la manada y ella es Dana, ¿Quién rechazaría una propuesta como la que le daré? ¡Se convertirá en beta de la manada! Espero que quiera quedarse. Tendré que hablar con él.
— Iré a ver a Luke — una sonrisa se apodera de mis labios con clara emoción.
Camino a pasos decididos a la enorme cabaña donde me dijo que se iba a estar quedando con los chicos, abro la puerta y al no ver a nadie me dejó llevar por el exquisito olor a galletas que viene de la cocina.
— Buenos días alfa — saluda una de las chicas de la cocina, si no me equivoco creo que su nombre es Julieta.
— Hola — sonrío amistosa — ¿Has visto a Luke?
— No hace mucho rato estuvo aquí robando galletas — ríe — creo que ha ido a arreglar algo a la biblioteca.
— Muchas gracias.
Me doy la vuelta y comienzo a seguir el olor de mi amigo, el cual me lleva a unas habitaciones más haya. Tras pasar pasillos y algunas personas al fin llego. Abro la puerta y me encuentro con Marck y Luke, los cuales se encuentran arreglando unos muebles.
— Hola chicos — saludo mientras sonrío como una niña pequeña.
— Hola Erin — saludan a coro.
— ¿Luke? — Lo llamo, su atención rápidamente recae en mi — ¿Podemos hablar? ¿A solas?
Marck deja que una sonrisa aparezca en sus labios.
— Esa es una clara señal para que me marché — le doy una sonrisa apenada — supongo que iré a robarle algunas galletas más a Julieta.
Una vez que Marck ya no se encuentra en la habitación, le hago una señal a Luke para que me siga en dirección a los sillones que aquí se encuentran. Tomo una gran bocanada de aire y me preparo para hablar.
— ¿Cuándo le dirás al fin a Dana que ella es tú mate?
— Aún no lo sé — rápidamente el sonrojo se hace notar en sus mejillas —, supongo que será cuando las cosas se calme un poco, también tiene que se antes de que llegue tu padre y me obligó a irme con él.
— ¡No puedes esperar tanto para decirle! — Chillo molesta — tienes que decirle lo antes posible.
El deja que una ricilla nerviosa se escape de sus labios y asiente con la cabeza.
— ¿A qué se debe tanto interés y apuro para decirle todo?
— Quiero que seas mi beta — suelto sin rodeo alguno — pero para eso tienes que ser miembro de la manada o si no, los que sí lo son no te van a aceptar — este abre sus ojos con asombro.
— Lo siento princesa, pero yo no puedo ser su beta — responde apenado — yo no tengo descendencia de beta, realmente lo siento pero tendrá que buscar a alguien más.
— En el libro decía claramente que no importa que linaje tienes — este niega con la cabeza — no importar si tienes o no, descendencia de beta, lo que importa es que sea alguien de confianza — mis ojos están fijos en los de él — y yo lo hago con los ojos cerrados — una sonrisa se apodera de sus labios.
— ¿Enserio confía tanto en mí? — pregunta claramente emocionado.
— ¡Claro que sí! — Río — creí que ya te habías dado cuenta de aquello — achino mis ojos en su dirección.
— Aun así — se levanta del asiento y nuevamente se rige ante mí — no puedo aceptar ese enorme cargo.