Realmente no tengo muy claro porque me sorprendo de que me digan esto, siempre he sabido que aquel hombre me odia, jamás he sabido el porqué, pero ahora mismo, no es algo que me afecte o importe mucho que digamos. Nunca fue un buen padre, aunque tampoco lo vi como uno.
— ¿Estás seguro de lo que dices? — preguntó un poco aturdida por la noticia.
—Lo lamento... — deja que un suspiro se escape de sus labios — pero sí.
Me quedo mirando unos segundos a mi lobo. Maldito hombre, tuvo tantas oportunidades para acabar con mi vida ¿Por qué no lo hizo antes? Ya llevo, más o menos, un mes lejos de sus malditas garras y ahora ¿Me quiere matar? Ese hombre enserio es un idiota. Él cree que yo sigo siendo la misma niña indefensa que se dejará maltratar como antes, pues si cree que no me defenderé, que no lucharé, está muy equivocado. Golpeare tan fuerte su rostro que nadie podrá reconocerlo después. No por el simple hecho de que sea hombre y yo mujer, significa que no podré darle una lección que jamás olvidará en su mugrienta vida.
—Lo lamento... — la voz de Coel logra hacer que salga de mi extraño trance — sé que él para ti era alguien importante... — ¿Pero qué es lo que está diciendo?
—Él jamás ha sido importante en mi vida — interrumpo — y jamás lo será.
Este asiente con la cabeza. Sigo acariciando el pelaje del animal en mis brazos y dejó que un suspiro se escape de mis labios. Unos segundos de silencio más tarde, en los que ambos hemos estado pensando cosas diferentes, es él el que vuelve a hablar.
—¿Qué quieres hacer? — Pregunta — ¿Quieres que los acabemos ahora?
—Eso sería bueno... — murmuro — pero creo que lo mejor es esperar. Que ellos den el primer movimiento. Aún nos quedan un par de días, o tal vez no, para que los soldados se preparen y cuando llegue el momento no salgan tan lastimados.
(...)
Me he pasado casi toda la mañana con el pequeño lobo, los chicos me han dicho que es un macho. He pensado en un nombre desde que me han dado la noticia, pero no sé me ocurre ninguno hasta ahora.
¿Negrito? — opina Itzel.
No.
¿Blanquito? — ruedo mis ojos.
No.
¿Multicolor?
No.
¿Blanco y negro?
No.
¿Chocolate?
¡Basta! — Chillo en mi mente — los nombres que das son horribles.
Tampoco es como que tú ayudes mucho que digamos — responde cabreada.
La conexión se desconecta, está claro que se ha molestado y es por eso que no me hablara durante un buen rato. Hay que admitir que los nombres que ella había dicho, eran asquerosos ¿Quién en su sano juicio le pone esos nombres tan malos a un guardián?
Niego con la cabeza y un bufido se escapa de mis labios. El cachorro deja que un gruñido se escape de sus labios y comienza a gemir.
— ¿Que pasa pequeño? — lo tomo en mis brazos y me acuesto con él, este se acurruca en mi pecho, sin tomarse mucho tiempo, se duerme.
Hoy tengo que ir a almorzar a la cabaña con los miembros de mi manada. Los ancianos me han pedido que vaya, ellos y algunas personas más.
Con cuidado, quitó al cachorro de mi pecho y lo dejo a un lado de la cama. Rápidamente me dirijo al baño de la habitación.
Me cepillo mi cabello, me lavo los dientes, me pongo un poco de crema, colonia, me arreglo un poco la ropa y antes de salir completamente de la habitación, me aseguro de que mi cachorro, más el libro, estén bien.
En la puerta principal ya se encuentra esperándome Marta y Dana, las cuales, cuando me ven, extienden una gran sonrisa en sus labios.
—Ya creíamos que tendríamos que ir a buscarte — bromea Marta.
Sonrió y niego con la cabeza.
—Vámonos ya... — me muevo el cabello a un lado — de seguro ya nos están esperando.
—Como usted ordene — Dana habla imitando a un militar, lo cual causa que nosotras soltemos una pequeña risa.
Caminamos por la fría nueve hasta que al fin llegamos a la gran cabaña. A penas ponemos pies dentro del hogar, una agradable oleada de calor nos invade el cuerpo completo. Algunos niños pasan corriendo por delante de nosotras, los cuales se veían tan felices en ello que no han notado nuestra presencia. A lo lejos puedo ver a Lis y Gael jugando con un par de niños que, supongo, tienen su misma edad.
—Todos están muy felices — Luke aparece delante de nosotras, le roba un beso a su pareja y nos observa, en sus labios hay una sonrisa encantadora.
Con Marta los comenzamos a molestar, lo que causa que Dana quede roja de la vergüenza y Luke solo nos sigue el juego.
Tras unos segundos hablando los cuatro ahí parados en medio de la entrada, decidimos que es hora de avanzar hacia el comedor.
— ¿Crees que sea un buen momento hablarles sobre los cazadores? — susurro a un lado de Luke.
—Entre antes, mejor — responde con seguridad.
Tomó asiento en la punta de la mesa, a mi lado izquierdo él y al derecho Coel.