Esta noche la temperatura ha disminuido de una forma extraordinaria. Está muy helado. Siento que hasta la sangre que me está corriendo ahí abajo (lo sé, asqueroso) se ha escarchado por el frío que reina la habitación.
Eres una exagerada... — Itzel ríe dentro de mí.
¿Tienes mucho frío? — Atka se acerca más a mí, lo cual me parece perfecto ya que lo puedo abrazar y eso hará que entre en calor.
—Siento que en cualquier momento me moriré del frío que hace — escondo mi cabeza en su cuello lleno de pelo.
¿No estarás exagerando? — Ríe — tampoco hace tanto frío.
— ¿¡Qué no hace tanto frío!? — Bufo en su pelaje — tú no lo sientes como yo porque estás lleno de pelo por todas partes.
Él solo ríe. Después de estar unos cuantos segundos abrazada al lobo, decido que mejor será levantarme a prepararme un buen café, pues sin el dudo mucho que pueda tomar calor de alguna otra forma.
Me levanto, quitó el seguro de la puerta y salgo de mi habitación. De forma lenta bajo las escaleras, no quiero despertar a nadie.
¿Y tú sabes hacer café? — de un salto Atka se sube arriba de la mesa.
—Oye, bájate de ahí — susurro molesta — y claro que se.
Él me ignora y yo preparo café sin hacer mucho ruido. Ya cuando está listo, tomo un tazón negro y lo lleno del líquido café muy caliente. Subo a mi habitación junto al cachorro de lobo. Todo el cuarto se llena de su olor. Me acomodo en la cama y le doy un primer trago al contenido del tazón.
Ruidos en el balcón de mi habitación hace que pegue un pequeño brinco en mi puesto, realmente me ha asustado aquel ruido, dejo mi tazón en el velador que está a mi lado y me quito mis cobijas.
No te preocupes, yo iré a ver — Atka se levanta y camina hasta ahí, se sienta mientras le gruñe a la persona.
La curiosidad me gana y me levanto para poder ver quién es la persona que está ahí. Mis fosas nasales están impregnadas con el olor del café y eso no me permite oler del todo bien. Cuando mis ojos dan con la persona que se encuentra en él, dejo que un bufido se escape de mis labios mientras me cruzo de brazos delante del vidrio que nos separa.
— ¿Qué es lo que haces aquí? — levanto una de mis cejas.
—No te he podido ver en todo el día, me tenías preocupado... — sonríe — ¿No estás feliz que te haya venido a ver? — hace un puchero.
Su sonrisa seductora causa un remolino en mi estómago.
—La verdad es que no.
Nuevamente hace el puchero y yo solo río.
—Pasa — le abro la ventana y me hago a un lado, el viento de la noche hace que me estremezca.
— ¿Qué estabas haciendo? — cierro bien la puerta del balcón y las cortinas, al darme la vuelta veo a Rhys acostado en mi cama.
—Recién me había terminado de preparar una taza de café, tenía frío y esto me quita el frío — me tiendo en la cama junto a él pero debajo de las frazadas y tomo un poco de mi café.
Rhys pasa uno de sus brazos por mi cuello y deja su cabeza recargada en la mía. Grandes remolinos aparecen cuando Rhys me roza.
—No me gusta cuando paso todo el día sin verte — su voz sale más ronca que de costumbre y me gusta.
—Tampoco es algo que sea de mi agrado — susurro sorprendiéndonos a ambos.
Rhys me atrae de forma torpe más a él, dejo rápidamente el tazón en el velador antes de que se me caiga y lo abrazó desde su cintura. Con sus dedos acaricia mi cabello.
—Estás muy helada — susurra — ¿Tienes frio?
—Demasiado — respondo — ¿Rhys...?
— ¿Qué ocurre? — sus dedos bajan a mi hombro descubierto.
— ¿Esta noche te quedarías a dormir conmigo? — me muerdo el labio nerviosa por si respuesta.
¿Y si me llega a decir que no? ¡Eso sería muy vergonzoso! ¡No debí haberle dicho eso, me debí haber quedado callada! Soy una Idiota.
—Eso me encantaría — levanto mi mirada y tiene una cálida sonrisa en sus labios.
Se levanta de la cama y comienza a sacarse la ropa. Primero el poleron que trae puesto, luego su polera (dejando su hermoso cuerpo a mi hambrienta vista), sus zapatillas y por último sus pantalones, quedando solo en ropa interior.