―¡Adrián! ¡Apresúrate! ¡Es demasiado tarde!
―¡Ya voy!
Anne observa cómo su hermano de ocho años se apresura a tomar su mochila, se despide de sus compañeros de juego que rondan su misma edad y de su entrenador para alejarse del campo y correr hacia ella.
―¿No dijiste que sólo sería un juego más? ―reclama ella como la guarda de su hermano―. Es tarde y tengo que hacer mucha tarea y creo que tú también. Recuerda, no somos como Julia que puede comprender todo con una sola explicación y que no estamos en la academia Juliana donde podemos negociar con los maestros para la entrega de trabajos.
―Lo siento ―dice él pues al parecer la ha enfadado mucho y levanta sus manos en señal de rendición―. No te pongas así porque te pareces a mamá, más de lo que ya eres.
La adolescente niega enfadada mientras le da un pequeño empujón hacia adelante. Ella sabe que es la que físicamente, se asemeja en mayor medida a su madre y que con Adrián, ha tenido muchas veces que ser estricta como una progenitora pues es la que se mantiene más tiempo en casa ya que sus padres, Grayson y Caroline, se mantienen ocupados trabajando y Anne, es la encargada de todo y por ende, la que en ocasiones pone las reglas cuando está a solas con Adrián. Así pues, como hoy, dos días a la semana, se queda después de clase con Adrián, en sus prácticas del equipo de fútbol soccer infantil de la escuela a la que asiste.
―¿Sigues enojada con Julia? ―Pregunta repentinamente Adrián.
«Sí, y será, hoy y siempre», delibera en su mente Anne, pero al saber que no es bueno que ponga a Adrián en contra de su hermana mayor, decide cambiar el tema:
―Mamá te llamará la atención porque te ensuciaste demasiado la ropa. ―Señala la camiseta blanca y pantalones cortos de color azul de Adrián y posterior, se acerca él mientras camina por la calle, para frotar su mejilla―. Hasta tienes el rostro lleno de tierra. Si ya llegó papá a casa, te mandará directo a la tina.
―¿Por qué no lo comprenden? Los niños aprendemos ensuciándonos.
―Sí, claro ―contradice con sarcasmo―. Dile eso a mamá y no te dará permiso para jugar con tus videojuegos.
Adrián hace un puchero y se adelanta un par de pasos delante de Anne en tanto dice un par de cosas por lo bajo, obviamente, quejándose por las reglas que a su edad le parecen exageradas y que van en contra de su naturaleza juguetona. Por otro lado, Anne se queda callada y continúa su camino hacia su hogar.
Tal vez parezca imprudente que dos pequeños de once y ocho años caminen solos por la calle al atardecer, pero contando con que su casa no queda lejos y que en realidad, ambos van custodiados como si se tratasen de altos funcionarios de algún país, no es nada peligroso.
Respecto a que hay agentes de la organización Juliana que protegen a los Byington, esto es de conocimiento de todos los miembros de la familia y por lo tanto, saben que las veinticuatro horas al día y los trecientos sesenta y cinco días del año, éstos están tras de ellos y alrededor de su hogar. Anne y Adrián no son ajenos a este hecho y aunque no saben en qué posición se sitúan en específico ya que los guardas han tratado de darles cierta autonomía, comprenden que siempre están resguardados por ser la familia de la doceava princesa Juliana.
Lo anteriormente explicado, es un orgullo para el pequeño Adrián. Él no comprende muchas cosas de la organización y de los poderes de Julia, pero el hecho de que ella en teoría tenga habilidades sobrenaturales, la hace apreciarla a pesar de la distancia emocional que guarda con él y Anne. Sus ojos azules, siempre han visto a Julia como una especie de heroína debido a su edad e ingenuidad y también por ello, es el único en la familia en creer que ser escogida como el contenedor de la princesa, es una bendición en lugar de una maldición. Es más, él espera el día del cumpleaños número veintiuno de su hermana con ansías porque apuesta que ella vencerá a la princesa, obtendrá sus poderes y su libertad absoluta como soberana del mundo. Adrián jamás ha pensado ni por un segundo, en que su hermana muera librando esa batalla.
Anne Byington, en cambio, es otro caso. Ella a la edad de su hermano, pensaba lo mismo, pero ahora todo es diferente por la forma en que su psiquis procesa la situación de Julia y por el ambiente en que se ha criado. Así pues, para la adolescente, Julia se ha convertido en una completa extraña y aunque nunca lo ha expresado, siempre ha sentido una ira contenida hacia ella que reventó finalmente en la fecha después del cumpleaños número dieciséis de Julia.
La chica de cabellos castaños y ojos negros, desde que tiene memoria ha tratado de acercarse a su hermana. En su escuela, ha mirado cómo otros niños se relacionan con sus hermanos mayores y eso le ha provocado envidia y deseos de aproximarse a la persona con la que a pesar de compartir lazos sanguíneos, sólo sabe de ella su nombre y apellido, edad y fecha de nacimiento. De Julia, aspectos como su color o platillo favorito, música preferida o si quiera, si tiene amigos, le es un misterio. Aunque, de lo que Anne puede estar tan segura como para apostarlo, es que Julia no tiene amistades porque, si no muestra amor a sus padres o hermanos ¿podría acaso demostrarlo hacia desconocidos?
―¡Saca tu celular! ―exclama el niño de cabellos negros―. ¡Anne! ¡Toma una foto!
―¿A qué? ―Pregunta sin entender por qué Adrián ha parado―. ¿A qué te refieres?
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Editado: 31.12.2022