Pese a todo lo que ha sucedido, Erich puede catalogar su conversación con Julia, como una total y completa victoria. Y sí, quizá su primera apelación a su conciencia no fue buena, pero su último argumento no fue menos que perfecto. Después de todo, por la forma en que ella reaccionó, le dio a entender que él había puesto el dedo sobre la llaga y eso es lo que necesitaba: encontrar un punto donde implantar una idea que difícilmente salga de su mente y que la haga considerar su postura.
Sin embargo, aunque ahora se haya sentado con una sonrisa de triunfo, Erich sabe que esto apenas es el principio. Si él en verdad quiere lograr algo, debe mover sus piezas despacio y con prudencia. En otras palabras, debe darle la mano a Julia, pero a la vez, empujarla; arrinconarla, pero con sutileza, para que ella no se rompa en el proceso.
Planeando su próximo movimiento, Erich se levanta de su cómodo asiento para encontrarse con el resto de sus alumnos a los cuales debe entrenar. Pese a ello, lo detiene el sonido de su celular que lo informa de un video llamado y cuando éste observa el nombre del remitente, su rostro demuestra hastío.
Lo que Kirchner desea es ignorar la llamada más como le es necesario para sus planes y debido al rango de quien lo solicita, regresa a su asiento y toca un botón en su escritorio el cual hace que en la pared frente a él, se desplace una pantalla donde luego de interconectar la llamada desde su dispositivo, aparece el rostro de una mujer mayor.
―Buenos días, Madre. ―Saluda, pero no se presta a realizar la norma de etiqueta que lo obliga a levantarse y dar una reverencia. Al contrario, cruza sus piernas y agrega―: Es bueno que se haya comunicado conmigo tras varios intentos de mi parte por dar mi respectivo informe. Ahora que por fin está disponible, quiero hablarle acerca del entrenamiento de la princesa Juliana. Respecto a ello, para que todas las partes sean beneficiadas, he decidido…
―Eres un irreverente ―habla ella, colocando hacia atrás sus cabellos que aún se mantienen cobrizos pese a que ronda los sesenta y seis años de edad―. No me interesa en lo absoluto, nada acerca del entrenamiento de esa niña fastidiosa.
―¿Disculpe? ―Pregunta Erich, totalmente desconcertado―. ¿No se supone que eso es la prioridad?
Y de nuevo, ahí está, esa forma de ver a Erich que él tanto odia. No es la primera vez que la líder de su familia lo mira de forma altiva, con ira y como si fuera una basura a la que le tiene asco. No obstante, aunque es cotidiano para él, no es algo a lo que pueda acostumbrarse y por ello, le molesta de sobremanera.
―¿No se supone que eres inteligente? ―Espeta la líder de la primera familia―. Me haces perder mi tiempo al exponer algo que deberías saber a la perfección. ¿Acaso no te quedó claro cuando nos reunimos la última vez?
Erich gira su rostro levemente para controlarse. Él sabe que faltarle el respeto a la líder de su familia, aunque a su parecer se lo merece, es contraproducente. Es más, no sabe qué medidas tomará la mandataria al él tratar de explicarle el hecho de que: «Encárgate de esa estúpida, realiza bien tu trabajo e inútil, no deshonres de nuevo el apellido de la familia frente al consejo», es una orden demasiado general y que en el momento en que ella le negó un espacio para pedir especificaciones cuando lo sacó de su oficina a la fuerza, no le dejó otra alternativa que hacer lo que creía lógico.
―Madre, si me permite…
―Yo no te permito nada. ¿Qué me dirás? ¿Qué yo tuve la culpa de tu idiotez? Escúchame, pedazo de inútil, si por mí fuera, hace tiempo te hubiera eliminado.
La sensación de impotencia es algo que Erich odia. En este instante, haría cualquier cosa por asesinar a la mujer de la pantalla, pero se limita a apretar sus puños y su mandíbula con furia y escucharla ya que finalmente, nada cambiará. A la verdad, hasta que Antje Kirchner muera o inclusive, hasta que él expire, no dejará de ser tratado como un miserable perro. Y ni siquiera como un perro, porque su abuela paterna, tiene muchos de estos animales a su cuidado y éstos, reciben un mejor trato que él.
―Eso lo tengo entendido y si no quiere perder tiempo, dígame qué es lo que específicamente necesita de mi relación laboral con el doceavo contenedor.
―A mí no me hables en ese tono, niño ―reclama ella pues ha sido obvio que Erich no se ha modulado. Con todo, decide proseguir―: ¿Has ganado la confianza de esa bastarda? ¿Cómo puedes definir tu relación con ella?
Por un segundo, las indagaciones de la líder dejan a Erich sin habla, pero con velocidad repara en lo que posiblemente ella se refiere. Al fin y al cabo, no es nuevo para él que una de las metas de la familia a cargo del entrenamiento de la princesa Juliana, sea que el maestro obtenga cierto nivel de compañerismo con ella y de esta forma, la estirpe sea beneficiada. ¿De qué manera? Con poderío militar y económico, claro está. En otras palabras, aunque la organización dice venerar a Su majestad, ellos sólo la utilizan. Por esta misma razón, es que en su momento, Keith Dalley le dio esta misma orden a Nicole Carroll.
Más centrando el punto de atención de nuevo en Erich, aunque conoce que reafirmar su posición con Julia es lo primero, esto lo ha dejado en último lugar debido a que para él tiene mayor peso su recuperación mental. Ciertamente, a como ella se encuentra, es un simple lastre. En efecto, según lo que Kirchner encontró en su expediente y lo que el contenedor mismo le ha revelado, sin saber usar sus poderes y no teniendo ni voz ni voto en el consejo, es una inservible, políticamente hablando.
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Editado: 31.12.2022