Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 5

Un par de cortes en las piernas, otro par en los brazos y unos cuantos, en el rostro, este es el estado en que se encuentra la doceava princesa en la batalla. Aunque, exponiendo la realidad, esto no es nada. En honor a la verdad, ella ha estado en peores condiciones y todo, porque aún no puede comprender a totalidad, la forma de hacer que su cuero le siga el paso a su mente, a ésa que sí sabe qué hacer, pero que de forma lamentable, no aporta en dar resultados ya que lo demás que tiene, no coopera. De modo que, como se ha demostrado en esta sesión, sus brazos débiles, sus piernas lentas y de más aspectos que posee, son su mayor estorbo y… Bueno, quizás su falta de logros también se deba a la persona a quien se enfrenta, ésa que a diferencia suya, ya tiene una maestría con su arma y poderes.

Sin embargo, como centrarse en los aspectos negativos no le ayudará en nada, Julia vuelve al ataque. De ahí que, se de a la tarea de esquivar la mayoría de los lanzamientos, de forma torpe, pero lo hace. Y, tal y como le recomendó el chico de cabellos plateados hace unos días, espera que se brinde una diminuta abertura y cuando ésta llega, aprovecha el pequeño espacio para así ir a la vanguardia, para acercarse por fin a su objetivo y tratar de regresarle a la asiática, aunque sea uno, de los limpios cortes que ha realizado en su cuerpo. Pese a ello, la chica la esquiva con elegancia y le brinda una patada a la princesa en la espada que si bien, puede soportar, es lo suficientemente efectiva, como para hacerle perder la distancia que con tanto trabajo había acortado. Aunque, lo peor viene a continuación, pues Miu hace alarde de su superioridad en el campo al envolver su hoz con poder psíquico y arrojarlo contra la doceava para alejarla más de ella.

Al instante, la rubia niega en su mente. Entre más es la distancia, sus probabilidades disminuyen.

¿Por qué tiene la princesa que usar un arma de corto alcance? ¿Por qué no ha logrado aprender a hacer lo mismo que Miu, eso de usar su fluido psíquico para aumentar el rango de su ataque con la espalda?

Porque eres débil y, sobre todo, la mayor inútil de la historia.

La voz de Juliana, la doceava la ignora en el acto. ¿Para qué perder tiempo con ella? Así, trata de darse media vuelta y consolarse en el fútil pensamiento de que al menos, en esta ocasión, no ha sido arrastrada por el suelo, pero… En definitiva, era demasiado bueno para ser cierto.

―¿Dormida de nuevo?

La princesa apenas suelta una exclamación de asombro, como su adversaria lo ha mencionado, ella ha bajado la guardia y, en consecuencia, no ha evitado el ataque, que la cadena del arma de su contrincante se enrede en su pie derecho y como ha sido usual en todas sus prácticas de combate, vuelve a caer en esa tierra que ya parece conocerla.

―Muerta ―dice la muchacha de cabello castaño con una sonrisa de superioridad cuando la princesa se halla a sus pies, colocando el filo de su hoz en el cuello de la soberana―. Completamente muerta.

La rubia abre su boca casi de inmediato, pero con rapidez la cierra cuando una voz masculina se escucha a lo lejos:

―Ustedes dos, se terminó. Vengan aquí.

―Te has salvado ―señala Miu con su típica sonrisa altanera―. Un poco más y te habría roto la nariz con mi omori.

―En ese caso, ¡qué bien! Tu igual, te has salvado porque, aunque como agregado me hubieses roto el brazo, te regresaría lo de mi nariz y con tu propio omori.

―Sí, claro. Eso solo sucedería en tus sueños, princesa estúpida.

Por alguna razón, la doceava no se molesta por lo último. La pequeña risa de Miu que suena afable y medio divertida, ésa que ha aparecido de forma reciente, al mismo tiempo en que Julia ha hecho despertar su boca para contradecirla, no le provoca desazón alguna. Por ello, sacudiendo un poco el polvo de su vestimenta, camina con parsimonia donde sus compañeros de equipo y Erich, las esperan. Pero ahí, nace el problema.

La muchacha baja la mirada. Por primera vez, luego de finalizar su tratamiento, rehúye sus ojos de Kirchner como lo hacía al principio. Aunque, en este instante, es por un motivo diferente; ya no se debe a los malos recuerdos de su trauma que los orbes mieles que aún invocan, sino a los más recientes, los del episodio de hace unos días en la limosina y desde el cual, ninguno de los dos ha vuelto a conversar ni por equivocación. Y, analizando esto, a Julia le gustaría seguir peleando, preferiría mil veces que Miu la siguiera haciendo besar el polvo, antes de volver a estar frente a él.

―Princesa, ¿estás bien? ―Habla con preocupación Yerik, poniendo su mano en el hombro de la joven.

―¿Qué le hiciste ahora, Miu? ―Rebate enfurecido el joven italiano, acercándose a la mencionada―. Si entraste a su mente y…

―Estoy bien ―anuncia Julia al instante, saliendo del trance―. Solo… Es cansancio y mi mala costumbre de perderme en mis pensamientos. ¿De acuerdo? Creo que he batido un récord este día y… Hoy no quiero que me arrojen agua, ¿sí?

Las miradas de los demás jóvenes se posan en la de Erich, en la de su maestro que los mira con enfado por primero, ser ignorado por completo y segundo, porque casi han empezado una de sus ya no tan típicas peleas. Por tal razón, se colocan firmes sobre sus pies y cierran sus bocas como niños buenos, haciendo que de forma pronta, Kirchner por ese lado, disminuya su estrés.




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